DANIEL BOSQUE*
"Supe que poder hacer es hacer poder" (Augusto Roa Bastos, en Yo el Supremo, 1974)
La política argentina parece lanzada a bendecir una cirugía de proporciones en el diseño de su economía e instituciones, lo que no sólo coloca al país en las antípodas del ciclo liberalizador que intentó fallidamente el gobierno de Mauricio Macri, sino también a las puertas de un nuevo experimento revocatorio de las representatividades conocidas.
Si como es de prever, a pesar del griterío opositor, el presidente Alberto Fernández se hace en pocas horas con la suma de los poderes públicos, el peronismo habrá podido romper la moldura de un empate histórico, volviendo a transformar al Poder Ejecutivo en árbitro y decisor excluyente de la vida nacional.
En rigor, no se trata de la primera vez que acontece algo así en 209 años de historia argentina, tampoco es un invento novedoso, ya que en el Siglo XXI vienen pululando estos ensayos en el mundo, que arrasan o al menos pretenden hacerlo, con los juegos de poder representados en el Estado y otras instancias de la vida pública.
El vademecum de medidas y marcos contenidos en la Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva en el Marco de la Emergencia Pública de impronta solidaria, tienen un colofón inquietante: el flamante presidente y quienes le sucedan podrán constituirse en gerentes de candado y chequera, para manejar en solitario vidas y haciendas de millones de argentinos, so pretexto de la ecuánime redistribución de la renta.
Si se consagra un escenario así, empresas, sindicatos, legisladores, jueces, verán recortados sus espacios de acción y expresión. El espectro de la crisis, como sostenía Umberto Eco, es la mejor plataforma para controlar y dominar a los antagonistas. A las fuerzas sociales les quedaría más angosto el andarivel por donde decidir y peticionar.
El peronismo está a tiempo de evitar desbordes que a la postre le cuestan caro. Una buena señal de las últimas horas en esta vorágine es la promesa de que se eliminará el artículo 85 del proyecto de ley de emergencia pública que le otorgaba amplias facultades al gobierno para reorganizar la estructura del Estado.
Ningún proceso, como el que hoy vive la atribulada Argentina, prospera en el planeta sin el sentimiento exhausto de una sociedad de estar en un callejón sin salida y sin la sensación colectiva de que se necesitan fuertes liderazgos y acciones conducentes para escapar del abismo.
Como se preveía, a partir de la coherencia entre pensamientos y acciones de la coalición triunfante en las últimas elecciones, el paquetazo que ingresó al Congreso es un prístino inventario de ganadores y perdedores. La sorpresa está dada, además de su crudeza fiscal, en la suma de potestades que cederán los parlamentarios a Balcarce 50, en esta oportunidad para consolidar la ansiada meta del equilibrio fiscal.
Pero no hay nada que temer, como se ha visto también en la foto de concordancias de la Casa Rosada con los gobernadores. Dice la radio que la vara del quita y pon será el deficit del PBI. Nada dice de que rozará, ni de lejos, los privilegios de la política y la Justicia. Por ahora, porque esto no es Chile, donde la pueblada llevó a los congresistas a bajarse la dietas un 50%.
El nuevo poder supremo que surja de esta histórica decisión podrá contentar o decepcionar a la voces afectadas, las que acudirán al palacio conforme su capacidad de lobby confiando en que su suerte no interfiera o juegue a favor de rol estratégico o del sistema de alianzas por venir. En las vísperas del nuevo dealing ya se han visto asimetrías: Vaca Muerta importa y cayeron sus retenciones del 12% al 8%, los jubilados premiados con bono navideño pero privados de derechos adquiridos deberán ir a litigar a la Justicia.
Comienza una nueva etapa, no desprovista de los viejos hábitos de la ancestralidad argentina, porque los protagonistas de este capítulo no bajaron de naves alienígenas. Son connacionales de carne y hueso, unos insaciables y más holgados en sus cuentas desde la política, otros esperanzados o indignados desde las calles. Todos en un corifeo celeste y blanco que podría volver a recitar al inmortal Martín Fierro que nunca pasa de moda: "Tiene el gaucho que aguantar / hasta que lo trague el hoyo / o hasta que venga un criollo / en esta tierra a mandar"
*Director Mining Press - EnerNews
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