¿Quién pagará el desafío global de reducir las emisiones? Reflexiones tras el Climate Summit
DANIEL BOSQUE*
La Humanidad está poniendo proa aceleradamente hacia una transición energética que costará cara y profundizará las asimetrías, a pesar de que el discurso institucional mixtura proclamas ecológicas con la lucha contra la desigualdad que ha terminado de estallar con la pandemia.
La Cumbre por el Día de la Tierra o Climate Summit ha puesto en evidencia la alta tensión por el dominio del planeta y ningún país ni mandatario ha querido quedar afuera de la foto promovida por Joe Biden. Ni los países mega ricos e híper contaminadores, ni los pobres ahora más arruinados que nunca y que con combustibles fósiles o marketineadas renovables no pueden mantener a buena parte de su población sobre líneas de flotación.
En consonancia con el streaming de alerta por el clima castigador, se ha conocido que en Sudamérica los gravámenes verdes, al fin de 2019, estaban en 1,2% del PBI, muy por debajo de la media de la OCDE. En la región, cualquier ciudadano puede contrastar su realidad ambiental y de calidad de vida con los discursos edulcorados y comprometidos de sus gobernantes. En Chile, por ejemplo, que tiene a 12 de sus ciudades en el top 15 de las más poluídas al sur del Río Bravo. Es sencillo, diría el retirado Pepe Mujica: el modus vivendi planetario se ha transformado en frenesí en el último medio siglo fulminado la remanida "perspectiva de desarrollo socio ambiental sostenible" que gustan declamar gobiernos y corporaciones.
Sin embargo, esta apelación de Estados Unidos - el negacionista arrepentido que vuelve al redil verde y multilateral - para que el mundo baje urgente emisiones y evite el colapso, se da de cabeza con las ecuaciones termo energéticas que sostienen producciones, casas y comidas. Ya lo saben las grandes chimeneas (China Rusia, India, los tigres de Sud Asia, Canadá, Europa, Japón y Oceanía): para la inmensa mayoría de países del globo no hay forma de acelerar el adiós a la "trilogía maldita de petróleo&gas-carbón-nuclear" sin que vuelen por los aires la suficiencias energéticas y cuentas nacionales. A pesar de la retótica de la cumbre virtual que postuló "abordar la crisis climática para que la economía mundial sea más resistente y competitiva"
De cara al futuro verde que asoma, Beijing ya afiló sus dientes. Mientras cunde la pandemia de origen y abordaje oscuro, el Gran Dragón y buena parte de las conciencias humanas están desesperadas por vacunarse, la economía china creció en el 1T 2021 al 18% record y su salud pública se muestra impecable. Este paisaje poderoso contrasta con finanzas públicas y privadas extenuadas en el resto del mundo.
Así, la lanzada aventura de ir a full por el New Green Deal, debería tener a China como un dominador estratégico de la escena. Tiene para ello el cuasi monopolio y monopsonio de tierras raras y otras commodities estratégicas para el desarrollo de las Energías Renovables no Convencionales (ERNC), que lidera como sostenedor de mercados y precios, una hegemonía que se fundamenta en el control de materias primas, tecnologías y trading. Low cost al que suma el cash flow para financiar con su propia banca a los compradores externos.
La atribulada industria petrolera mundial, que justo hace un año se infartaba con el crudo a valor cero dólar, no quiere perderse esta ola verde que ha modificado estrategias y discursos corporativos. Pero en su decálogo fundacional, advierten observadores independientes, la mentada transición energética contiene omisiones groseras que podrían llevar a niveles mayores de pobreza a miles de millones de personas. Cada GW generado y cada km recorrido con nuevas energías será mucho más caro, por los costos de infraestructuras y equipos integrados, y obligará a los gobiernos y bancos centrales a redistribuir riquezas con altos impuestos para estimular las "energías limpias". Una presión que pondrá en fuga a buena parte de capitales de riesgo, ya depreciados por la recesión que trajo el virus.
El mundo está en ebullición y esta nueva era es apasionante de ver, siempre que nuestros ahorros estén a salvo. En medio de la espiral de neumonías que acecha especialmente a la franja etaria que mayoritariamente dirige al mundo y acapara fortunas, comienzan a perfilarse ganadores y perdedores de estr lustro energético.
Algo importante está por pasar. Salvo la franja de ancianos centenarios, cuyo mantenimiento tanto aflije a los sistemas de salud, no quedan humanos vivos que recuerden las fases horribles del Siglo XX que terminaron en la Gran Guerra, tras la cual se dividió y ordenó al planeta por medio siglo. El primer reseteo de esta centuria recién comienza y ya evaporó cuantiosos activos que parecían blindados.
Dos universos paralelos. Quienes salen a la calle sí o sí, no tienen tiempo ni recursos para grandes preguntas y dudas, por la falta de calorías y hospitales. En el otro lado, el mundo del home office sufre claustrofobias y estalla demandas de salud mental y psicotrópicos, pero aún conserva holguras. Tantas como para imaginar, a pesar de los sopapos de los confinamientos, en como preservar y reproducir el capital derruido. Instinto que explica el bitcoin y otras criptos que han poblado el mundo de príncipes, mendigos e infartados en la última década.
The Green Revolution está en marcha, aunque plena de inconsistencias llamativas la electromovilidad que no resuelve la ecuación de enchufes de carga rápida y económica para todos. Mientras USA intenta un frente geopolítico para confrontar con el Eje del Mal que le come fidelidades en América Latina, otros rincones del Tercer Mundo y Europa, los países productores de materias primas comienzan a pagar el precio de desigualdades y disfunciones. Es el tiempo de nuevos paradigmas, algunos plausibles pero falaces, pero no por cuestiones ideológicas o metafísicas sino porque no resisten el testeo del sentido común. En la sinapsis clima-igualdad-derechos, hay una biblioteca que falta: quién pagará el costo monumental de la transición energética. Los nuevos impuestos a los ricos, la otra new wave, ya tienen como destino tapar cráteres fiscales o la asistencia a los empobrecidos y desempleados.
El futuro que aplauden sonrientes Joe, Vladimir y Jinping y que festejan a Musk y otros magnates verdes, buena parte chinos, viene envuelto en un packaging cool que compran desde empresas en capitis deminutio hasta las nomenclaturas progres de los países pobres que sueñan con una sociedad 4.0 en los mares del Sur. En este contexto, America Latina devastada resulta una categoría muy genérica, cada estado-nación llega a esta hora con sus propios inventarios y balances.
Un signo extendido de la época es la incapacidad creciente de consolidar alianza de clases y sectores, acuerdos estratégicos eficaces, más allá de la belleza textual. Por el contrario, se imponen los discursos de barricada que aseguran controles sociales sin fisuras. En este escenario, se ofrece a los ciudadanos angustiados una ecofelicidad igualitaria, que por ahora asoma como onerosa y engañosa. No lo olvide, es imprescindible venir con ayunos prolongados y certificado de vacunación en mano.
*Director de Mining Press y EnerNews