DANIEL BOSQUE*


Chúpate esa mandarina. No todos los días tus empleados te vacían el boliche justo cuando lo estás pintando para que vuelva la clientela. El kirchnerismo, convencido de que el Estado le pertenece,  ha abofeteado a quien puso a gerenciar la audaz remake electoral de 2019 bajo el lema "vamos a por la utopía que esta vez no se nos escapa".

Se diría que fue el sino cruel de la pandemia. Pero mal de muchos es consuelo de tontos, aunque sea global. Al gobierno argentino justo en el Ecuador de su mandato se le mojaron las pilas y la zozobra política es tal que la pregunta no es cómo llegar a 2023 sino cómo terminará septiembre.

"No fue Cristina, fue Máximo" dicen entre tantas cosas de quién mandó a aguar la fiesta de la Ley de Hidrocarburos y en las vísperas de un jueves que vendría bordado con más anuncios distributivos del aflijido Alberto.

Cómo es la psiquis, que nos olvidamos de la pandemia, las PASO y otros carpinchos. La única sinapsis con Delta es que el saltinbanqui Sergio Massa apareció como mediador (sic) de una crisis inaudita reducida a "diferencias de compañeros que quisieron expresarse" en la verba cándida de Aníbal y otros.

Mientras el SAME recoge heridos por los despachos del poder, es urgente que entren a tallar los antropólogos. Para que ayuden a comprender que diantres pasó con el peronismo, un aparato poderoso y de militancia mística y ferviente que se fue a la banquina en el manejo de la cosa pública, ante la mirada atónita del grueso de la población.

El tema no es menor: hace tiempo qué la mutación de entendederas es notable. No es que el justicialismo de más de siete décadas no se ha equivocado jamás, todo lo contrario. Y tampoco es que no se haya intra agredido hasta sumar pilas de muertos en nombre de Perón y Evita.

Pero esta vez lo que ha sobresaltado es la falta de vitamina T: tino, timón y timing. En este debut de un nuevo sindicato de altos cargos del Estado, la tribu pendex y progre que decidió un  lock out para mostrarle a 45 millones de conciudadanos quién es el que la tiene más larga.

La identidad peronista es hoy un álgebra repleta de incógnitas. Algo saldrá al despejar estas incógnitas, un escenario nuevo o más de lo mismo a la salida de estos traumas. El facilismo sloganario le ha entronizado rumbos eufóricos pero a la larga ruinosos. El asistencialismo sin productividad y la narración de universos conforme los deseos más profundos se ha estrellado contra crueles evidencias, parecería.

Mientras se resuelve este conflicto, los de afuera son de palo. Pero pueden ayudar a sembrar más dudas entre quienes se tomaron colectivos equivocados y encima quieren bajarse andando. Qué lindo cuando Dios era argentino y Perón te sonreía desde el cielo. La Argentina ha vuelto a crujir, again.

*Director Mining Press / EnerNews

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