A propósito del Día del Periodista en la Argentina
DANIEL BOSQUE*
Hace poco me llamó un joven periodista queriendo saber de mi historia profesional. Por ejemplo, cómo conseguí mis primeros trabajos.
Al rato me ví escaneando una querida caja de recuerdos. Desde el fondo me saltó una ristra de viejas credenciales de los 80 y 90, abrepuertas en decenas de coberturas. Tiempos de dictaduras languidecientes y primaveras democráticas en América Latina. Como pretendidos émulos de Gunter Walraff aquel "Periodista Indeseable", alguna vez fue un dilema si confesarse como enviado de un medio en las fronteras o disfrazarse de empresario, docente o profesional equis aprovechando que, sin internet, todas las mentiras tenían patas más largas.
Me ha preguntado el bisoño entrevistador si alguna vez se me ocurrió dejar este oficio tan cómodo e incómodo en el que se conoce a tanta gente.
- Una vez cada 12 horas - le digo con humor - sobre todo cuando estás laburando mientras todo el mundo descansa. Pero probablemente no haya otro trabajo con más fantasías de fugas pero a la vez con tanto efecto adictivo.
-¿Y que haría si no fuera periodista?
-Tal vez hubiera abierto un bar, guía de turismo, político, mil cosas o la nada misma y sin ninguna culpa, pero no sé si podría dejar este vicio.
La pandemia nos metió en un laberinto y aceleró el big bang de las redes. Hoy todos mis vecinos se sienten periodistas, cualquier cristiano abre un canal de YouTube con más facilidad que un kiosco en la esquina y empieza a repartir a diestra y siniestra. Con tanta información, público e informadores no sabemos cómo administrar este infierno.
Mi médico desde hace muchos años me sugirió esta semana que no sería mala opción aislarse un poco mientras el mundo se lame las heridas. Le digo que la idea no es mala, pero que los periodistas somos como aquellos sacerdotes en crisis vocacional: siempre fuiste cura y te debes de alguna manera a tu parroquia.
Volvamos al muchacho que me entrevista con paciencia. Me pregunta cómo me llevo con esto de que mi teléfono, al que le dicto esta crónica ahorita, sea un megáfono más entre millones. No sé, le digo. Y me quedo sin palabras, que es el oxígeno de este laburo.
Para salir del trance me animo a darle un consejo: Esto es como el fútbol, si querés ser bueno y disfrutarlo fíjate cómo le pegan los cracks. Al talento, en esta profesión y en todas, hay que entrenarlo bastante. No te olvides de escribir antes, durante o después de las comidas.
Te felicito pibe y que tengas un lindo Día del Periodista.
*Director de Mining Press y EnerNews