EMILIO APUD *
El Gobierno, por imperio de las circunstancias, está virando hacia medidas ajenas al acervo kirchnerista. Hasta ahora había conducido su cuarta gestión sin solución de continuidad con las tres anteriores. Pero, la realidad terminó por convencer a la vicepresidente de que, de continuar con el desmanejo de la administración que integra y dirige, la magnitud de la crisis le impediría llegar a las elecciones 2023.
Entonces, decide dejar de lado al que ungió presidente y convoca al otro socio del Frente de Todos para implementar los cambios que eviten la explosión de la crisis antes de las elecciones, es decir paliativos para ir tirando sin consecuencias graves y manteniendo en lo posible el ideario kirchnerista cuyas premisas más conocidas son el intervencionismo, el estatismo, el capitalismo de amigos y el aislamiento de Occidente.
Todo en un marco de ineptitud y presunción de corrupción en actos de gobierno que en breve serán certeza ante las abrumadoras pruebas acumuladas por los fiscales.
Poco se sabe a la fecha del plan que maneja Sergio Massa para mitigar al menos la enorme sangría que producen en la economía los subsidios energéticos a causa, principalmente, de los atrasos tarifarios y de la postergación, por razones ideológicas, políticas y de gestión, del gasoducto que hubiese evitado este año importar gas por unos US$ 4.000 millones y el año que vine otro tanto de no mediar una baja sustancial del LNG a nivel mundial.
Es bueno recordar que el congelamiento tarifario y el consecuente subsidio estatal fue una ocurrencia de Néstor Kirchner en 2003 sin ninguna razón económica que lo sustentara. Simplemente fue una medida populista con rédito efímero en la política, en particular la electoral.
Hasta ese entonces, el usuario energético pagaba el costo económico del m3 de gas y del KWh sin subsidio alguno y el sector funcionaba muy bien, respetando los contratos de concesión y el marco normativo introducido a comienzos de los ‘90.
Lo inexplicable de esta cuarta gestión K es que podría haber evitado volver a caer en la trampa de los subsidios que hoy alcanzan los US$ 15.000 millones anuales. Solo hubiera tenido que evitar congelar las tarifas que le dejó Macri con un 20% de subsidios y relanzar la licitación para el gasoducto que había preparado el gobierno anterior pero que no llegó presentar. Con esas dos medidas solamente los subsidios energéticos hubieran sido hoy dos tercios más bajos.
Ahora no le queda más remedio que resolver el problema al no tener recursos genuinos para solventar tamaño desajuste fiscal y comercial. Solo cuenta con emisión sin respaldo alguno que acelera el ritmo inflacionario de manera cada vez más peligrosa.
Pero ahora, el Gobierno con Sergio Massa en la vitrina tendrá que hacerse cargo del costo político que significará el ajuste tarifario por ser el único responsable de la situación, por más que, como es usual, busque terceros culpables.
No fueron Macri, ni la pandemia ni la invasión rusa a Ucrania causales de la crisis en el sector. Macri dejó su gestión con menos de US$ 4.000 millones de subsidios energéticos, la pandemia generó condiciones para reducirlos, que no aprovecharon y por último, la invasión rusa a Ucrania influyó en los subsidios por los precios internacionales que afectaron nuestras importaciones de gas y gasoil, pero en menos del 30%. Es decir que el nivel de subsidios sin la invasión hubiese superado los 12.000 millones.
La segmentación tarifaria versión Massa es mucho mas ambiciosa que la de Guzmán que era resistida por el Patria - Cristina, a través de sus hombres en Energía que mandaban más que el ministro, en particular el subsecretario Basualdo y el interventor en el ENARGAS, Bernal.
Que sea más ambiciosa significa que apunta a reducir los subsidios a las tarifas residenciales de luz y gas, unas tres veces la de Guzmán.
Si les sale bien, un 30% de los usuarios no tendrán más subsidios, un 20% seguirá con los beneficios de la tarifa social sin aumento probablemente en lo que queda de este gobierno y del 50% restante estimo que la mitad pagará tarifa plena por consumos superiores a los 400 KWh bimestrales y el resto solo un incremento menor al 30% si continúa vigente la disposición de actualizar con el 80% del CVS del año anterior.
De funcionar esto, los cálculos oficiales indican que el fisco ahorrará unos US$ 3.600 millones en un año, siempre claro que actualicen las tarifas por inflación.
Lo curioso del caso es que ahora el Patria estaría avalando un ajuste que triplica al que se oponía. Tal vez aplique aquí para el kirchnerismo el dicho “la necesidad tiene cara de hereje”.
Para finalizar este comentario, flojo de papeles pues aún Massa no dio detalles sobre como llevará a cabo los anuncios, agregaré otra duda. Los cambios realizados en la conducción del área energética carecen de coherencia y solidez, condiciones básicas para contar con una administración eficaz en tiempos de crisis.
Si bien fue positiva la ida del secretario de Energía Martínez y del subsecretario de Energía eléctrica Basualdo, uno por indiferente y el otro por opositor al ajuste tarifario light de Guzmán, los reemplazos plantean algunas dudas.
La nueva secretaria del área Flavia Royón, es una ingeniera con experiencia en gestión en el sector privado, conocimientos adecuados en minería, especialmente del Litio, propuesta por un sector importante del círculo rojo amigo de Massa, pero con escasos antecedentes en el área energía.
El otro pase que genera dudas es el del interventor en el ENARGAS Bernal, un bioquímico fundamentalista del pensamiento energético K, a la Subsecretaría de combustibles. Se supone que su rol será el de un “controller” de Royón siguiendo pautas de Cristina quien no ha terminado de aceptar la necesidad del ajuste tarifario. Todo demasiado confuso para la grave situación que atraviesa nuestra economía.
* Ingeniero. Ex secretario de Energía y Minería