CARLOS ANDERSON *
Al momento de escribir esta columna –y después de un mes de habérsele entregado 1,000 millones de dólares más que, sin un atrevido plan de reestructuración financiera, constituye un nuevo despilfarro– Petroperú sigue dando desesperadas vueltas cuál si fuera una gallina sin cabeza.
Literalmente. Y es que, a la renuncia del directorio presidido por Oliver Stark le ha seguido el silencio, los anuncios contradictorios de los ministros José Arista (MEF) y Rómulo Mucho (Minem) y una serie de globos de ensayo de posibles nombres –cada cual más cuestionado– para reemplazar a Mr. Stark. Pero, en cuanto a una ruta clara de evacuación para salir de la crisis y evitar que “el país” se siga desangrando financieramente, nada. Pareciera que hubiera una “huelga general” de ideas y/o propuestas.
Si bien el problema de Petroperú es de carácter total –de gobernanza, operativo, técnico, financiero y comercial– no cabe duda que la amenaza mayor viene por el lado del estrés financiero producto de la enorme deuda que arrastra por obra y gracia de la malhadada Refinería de Talara.
A continuación, una propuesta de solución al problema de la deuda de Petroperú que responde a la lógica propia de los mercados de capitales.
Recapitulemos. Hasta el momento, el Gobierno viene pagando las deudas de Petroperú –ya sea directamente vía MEF o indirectamente a través de “préstamos” capitalizables del Banco de la Nación– en su mayoría a tenedores de bonos internacionales, a pesar de que la gran mayoría de estas deudas no están garantizadas de manera explícita por el Gobierno peruano, reconociendo el estatus de la empresa estatal como un ente “casi soberano”.
Esta “garantía implícita” constituye un incentivo perverso. Hace que los acreedores de Petroperú asuman que esto continuará para siempre. Y constituye, además, una deliciosa fuente de ganancias para los tenedores de bonos internacionales que habiendo, en la práctica, asumido el riesgo soberano del Perú (bajo) reciben como compensación un rendimiento muy por encima del riesgo asumido al ser éste, por lo menos formalmente, un riesgo de carácter corporativo (más alto).
Este efecto de garantía implícita lo podemos ver en la evolución del precio de los bonos emitidos por Petroperú alrededor de la fecha clave del 16 de septiembre pasado. Antes de eso, el precio iba en caída ante la incertidumbre de qué podría pasar si el Gobierno finalmente no acudía al rescate de la empresa estatal. Unos días previos al anuncio del rescate, el precio volvió al alza para beneplácito de los acreedores internacionales de Petroperú.
Así, si el mercado secundario de deuda valora los bonos de Petroperú a 66 centavos de dólar, sin garantía implícita, pero el Gobierno continúa haciéndose cargo de los pagos, valorando la deuda a 100 centavos por dólar...la diferencia alimenta directamente el déficit fiscal.
¿Cuál sería entonces la solución ? Muy sencillo: retirar la garantía implícita e impulsar una reestructuración de la deuda de Petroperú haciendo que los tenedores de bonos participen del dolor de la reestructuración.
Para ello, el primer paso sería prohibir mediante ley cualquier nueva operación –directa o indirecta– de rescate. Como segundo paso habría que hacer con Petroperú –también mediante ley del Congreso de la República– lo que por extraordinaria excepción se ha hecho con los equipos de fútbol, permitiéndole a la petrolera estatal que se acoja al sistema concursal de protección de acreedores en términos y plazos que aseguren su viabilidad de largo plazo. Con este cóctel de medidas se comunicaría al mercado de manera inequívoca que Petroperú no es más un “casi soberano”.
Y como tercer paso, habría que armar un fuerte y experimentado equipo de negociación y tomar el toro por las astas del reperfilamiento de la deuda de Petroperú que –tal y como está– es moralmente impagable.
¿Podría el reperfilamiento de la deuda de Petroperú poner en riesgo la calificación soberana del Perú? Muy por el contrario. La preocupación principal de los acreedores soberanos del Perú es el tamaño del déficit fiscal y el impacto de Petroperú si las cosas siguen como hasta ahora.
¿Tiene nuestra propuesta posibilidades de realización más allá del mundo de las ideas? Por supuesto que sí. Pero su puesta en práctica requiere un directorio como el que presidía el Sr. Stark y un apoyo político fuerte y decidido por parte del Ejecutivo y de todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso.
Por el bien del Perú, es hora ya de actuar con inteligencia y decisión.
* Congresista de la República del Perú