HUMBERTO CAMPODÓNICO *
La condenable invasión de Rusia a Ucrania impacta en el crecimiento económico mundial y, también, en la inflación. Lo más importante: tiene un impacto geopolítico y va a cambiar todo el escenario de la globalización.
También habrá impacto en el precio del petróleo y del gas natural, en todo el mundo, lo que nos golpeará (como veremos). Si bien los países de la OCDE han anunciado que usarán 60 millones de barriles (mmb) de sus reservas, estos no representan ni un día del consumo anual de 100 mmb diarios. El cierre definitivo del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania (por decisión alemana) reducirá la oferta y aumentará los precios del gas y del petróleo.
Los pronósticos son pesimistas. Dice Moody’s que el precio superará los US$ 100/barril, llegando a US$ 150/barril si el conflicto es de larga duración (ver gráfico). Cierto, son pronósticos. Pero son la guía para la toma de decisiones.
En Chile, país importador de petróleo, la inflación subiría de 5.5% a 7%, incidiendo en “toda la canasta de consumo por los efectos en el transporte” (Gestión, 1/3). Añaden: “Chile solo puede adoptar medidas políticas para atemperar el golpe, como recurrir al fondo de reserva, o elevar la presión impositiva a sectores que no resulten afectados por el conflicto” (ídem).
Perú consumió 246,000 barriles diarios (bd) de petróleo en el 2019 y solo produjo 35 mbd: importó el saldo. Allí termina la similitud con Chile porque Perú es un importante productor de gas natural (Camisea), que sustituye a los combustibles derivados del petróleo y, también, al GLP.
Algunos pueden pensar: pero el gas natural también va a subir de precio, ¿cuál es la diferencia? Pues es enorme porque el gas peruano tiene precio regulado: proviene de las reservas que revirtieron gratis al Estado a fines de los 90. La regulación se da una vez al año y solo toma en cuenta la inflación.
Por tanto, aunque el petróleo suba a 500 o 1.000 dólares por barril, el precio del gas del Lote 88 seguirá regulado: es nuestro pasaporte al abastecimiento barato de energía. El gas sustituye al balón de GLP y es 50% más barato, al precio de US$ 60/barril. Será más barato aún con el precio de US$ 100/barril.
Lo mismo con el gas natural vehicular, que sustituye a la gasolina y al GLP, que también usan los autos. Según Infogas-COFIDE, existen 337.000 autos a GNV y los ahorros generados, desde el 2005 hasta el 2021, ascienden a S/ 17,486 millones, casi US$ 6,000 millones al tipo de cambio promedio (infogas.com.pe).
¿Muy bien? Sí. Pero no tanto porque la conversión a GNV se estancó en los últimos años. Más de 100.000 autos adicionales se podrían convertir a GNV en el corto plazo si se cumplen los planes del Ministerio de Energía (usando el FISE). Además, el GNV no está masificado en todo el país, por lo que no llega, sobre todo, a la sierra centro y sur. Lo mismo sucede con el gas para los domicilios, que permitiría ahorrar centenas de millones de soles anuales a las familias de esas regiones.
¿Qué pasará cuando la gasolina, el GLP y el diésel aumenten de precio? Pues habrá protestas de las amas de casa y, también, de los transportistas. Aquí la responsabilidad recae en las políticas neoliberales que han fracasado en la masificación debido a sus criterios de rentabilidad económica y no han aplicado la rentabilidad social como en Argentina, Bolivia y Colombia.
Pero también recae en el gobierno actual que aún no implementa la prometida masificación. En los últimos meses, el Ministerio de Energía y Minas no solo carece de viceministro de Hidrocarburos, de director de Hidrocarburos y de directores en Perupetro, sino que solo se ha preocupado de contratar a personas “no idóneas”.
Es tiempo de reaccionar. La invasión de Rusia debe condenarse. Y las acciones del gobierno debieran, ya, masificar el gas natural para proteger los ingresos del pueblo. Lo que cada día se aleja más, como estamos viendo.
* Ingeniero especializado en temas de economía de hidrocarburos