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NÉSTOR SCIBONA (LA NACIÓN): \"CRECIMIENTO A MARCHA FORZADA\"
25/02/2008
La Nación, Buenos Aires
Cuentan en algunos despachos oficiales que Néstor Kirchner le dejó una recomendación a Martín Lousteau (a quien no conocía personalmente cuando su esposa decidió designarlo Ministro de Economía), en el primer encuentro formal que mantuvieron en noviembre del año pasado. Palabras más o menos, lo que Kirchner le pidió a Lousteau fue que dejara de lado en su biblioteca todos los textos ortodoxos que recomiendan enfriar la economía para bajar la inflación. Cierta o no, la anécdota resulta creíble, ya que muestra la obsesión del matrimonio Kirchner por lograr el mayor crecimiento posible del producto bruto interno (PBI) como principal activo político, sin considerar otros costos. Para más datos, hasta la propia Presidenta se encargó de adelantar diez días el anuncio de que el PBI de 2007 subió 8,7%, en línea con el promedio anual de los últimos cinco años (8,8%). Además, el efecto de arrastre estadístico que deja esa suba (casi 4 puntos) asegura para 2008 un piso de crecimiento de 7%, en la medida en que los coletazos de la crisis financiera estadounidense no terminen por afectar la cotización de las principales commodities agrícolas que exporta la Argentina, uno de los principales soportes de aquella espectacular expansión.

Para la Casa Rosada, está de más destacarlo, el crecimiento de la economía (y su correlato en la recaudación tributaria y el gasto público) equivale a votos. Por eso el oficialismo se dedicó en los últimos tres años a impulsar la demanda interna por encima de lo que que crecía la oferta doméstica; y, especialmente en 2007 (año electoral), al gasto público muy por encima de lo mucho que subía la recaudación. Pero, según indican los textos que Kirchner le recomendó desechar a Lousteau, este fenómeno crea mayores presiones inflacionarias; sobre todo cuando no existe coordinación de políticas y ninguna variable (gasto, salarios o expansión monetaria) actúa como ancla. A la larga, una inflación más alta termina por afectar la actividad económica por el deterioro del poder adquisitivo. Sin embargo, los economistas no se ponen de acuerdo sobre cuál sería el nivel anual de inflación crítico en este sentido (¿15%, 25%,40%?). De ahí que los políticos razonen como tales y en su gran mayoría, con los Kirchner a la cabeza, consideren que "un poco de inflación" ayuda al crecimiento, como si la Argentina no tuviera pasado. Cuesta aceptarlo, pero también buena parte de la sociedad volvió a comprar este argumento.

En 2007, el Gobierno resolvió este dilema sin ninguna sutileza: falsificó los índices de inflación del Indec y comisionó a Guillermo Moreno para que atacara personalmente, y manu militari , los cuellos de botella de precios o de abastecimiento que crea la sobreexpansión de la demanda. En lo que va de 2008, nada indica que este arbitrario sistema vaya a modificarse, por más que la manipulación de las estadísticas no implique de ninguna manera bajar la inflación, ni mucho menos sus consecuencias. De ahí que, al igual que lo que ocurrió en 2007, los actuales reclamos salariales en paritarias, lo mismo que muchos ajustes de precios, apunten más a cubrirse de la mayor inflación esperada que a tomar en cuenta los números del Indec. Con tanta cosmética estadística, de poco vale hablar de acuerdos salariales a dos años si serán revisados semestralmente en función de la inflación real y no aparece una estrategia articulada para bajarla.

Después de cinco años de crecimiento a marcha forzada con la ayuda de una situación externa excepcional, el desafío para el Gobierno no es ahora buscar el número más alto de suba del PBI, sino hacerlo sostenible en los próximos años. No sólo porque la perspectiva financiera externa se complicó aún más (por eso se retomó la negociación con el Club de París), sino porque internamente proliferan cuellos de botella entre demanda y oferta, ya sea por imprevisión o ausencia de políticas a largo plazo.

Déficit energético

Quizás el más conocido es el déficit energético. En la reunión que mantendrán a fin de esta semana Cristina Kirchner, Lula y Evo Morales discutirán con muy poco margen cómo repartirse un gas boliviano que, al menos en 2008, no alcanza para los tres países mientras la producción local sigue estancada. Pero la lista es mucho más amplia. En materia de infraestructura, hay problemas en rutas y puertos que elevan costos para la producción exportable y los accesos a Buenos Aires amenazan con colapsar como contrapartida del actual boom automotor. Un caso insólito es el turismo: en muchas provincias los emprendimientos hoteleros brotan como hongos, pero el flujo de viajeros no puede aumentar por escasez de vuelos regulares, mientras las compañías aéreas aducen que cuanto más vuelan más pérdidas registran por la regulación tarifaria. También es preocupante la escasez de recursos humanos calificados en muchos de los sectores más dinámicos de la economía, como informática o industrias de alta tecnología, que también implica una elevación de costos laborales.

Sin admitir abiertamente estas restricciones al crecimiento económico futuro, el área económica del Gobierno ha comenzado a moverse para estimular inversiones que aumenten la capacidad de oferta. El Senado acaba de dar su aprobación al proyecto para prorrogar hasta 2010 los incentivos impositivos (devolución anticipada del IVA y amortización acelerada en Ganancias) para el equipamiento de empresas, pymes exportadoras y proyectos de obras públicas. No obstante, el cupo fiscal autorizado en los primeros dos casos, de 1000 millones de pesos anuales (algo menos de 300 millones de dólares), resulta insuficiente frente a la inversión necesaria para sostener un crecimiento del PBI del orden del 8% anual. Paralelamente, el Banco Central hizo punta con un instrumento financiero para fomentar el crédito a mediano plazo a la producción. El anunciado régimen para crear un mercado de swaps de tasas de interés permitiría a los bancos financiar proyectos de empresas a tasa fija y plazos de entre 2 y 5 años. Para evitar el descalce entre depósitos a corto plazo y préstamos a mediano plazo, las entidades podrán celebrar contratos a futuro de tasas de interés fijas de Badlar (que hoy equivale a 8,5% anual) más un spread (que se estima entre 2 y 4 por ciento), y el BCRA arbitrará la diferencia entre los flujos mensuales de tasas de interés fijas y variables. También dentro de un par de semanas iniciará licitaciones de swaps , de las que sólo podrán participar los bancos que aumenten sus préstamos a la actividad productiva a plazos superiores a dos años.

Desde la banca oficial, a su vez, el Banco Nación podría comenzar a ofrecer dentro de un mes líneas de crédito a 10 años y tasa fija para proyectos de inversión, con el fondeo de depósitos del sector público por unos 25.000 millones de pesos. Mientras tanto, el Ministerio de Economía estudia ampliar el subsidio de tasas en los préstamos de la banca privada para pymes. Poco a poco, parece llegar el momento de ocuparse de aumentar la oferta y no sólo la demanda interna, pese a que la inflación se mantiene como la principal amenaza para una y otra variable.

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