La bajada de los precios del petróleo no le impide a las firmas conseguir excelentes resultados en el primer semestre. Los gigantes del sector reactivan sus planes de exploración pese a sus promesas verdes
LEANDRO HERNÁNDEZ
Saber cuando irse es sabiduría. El proverbio bien aplica para las grandes petroleras globales que, pese a su compromiso con la descarbonización, siguen atadas a los beneficios extraordinarios que consiguen gracias al petróleo y el gas.
Las seis mayores firmas a nivel global cerraron el primer semestre de 2023 con beneficios superiores a los 112.000 millones de euros, un 58% por encima de lo obtenido en igual periodo de 2021. En otras palabras, aunque los precios de los combustibles se han derrumbado tras alcanzar máximos en 2022, los beneficios se resisten a caer, dándole renovados motivos a las empresas para continuar su inversión en exploración y nuevos yacimientos.
El mayor ejemplo es la estadounidense Chevron. Los titulares en las últimas semanas de julio, cuando la petrolera presentó resultados, destacaban que la caída interanual en su beneficio neto atribuido era de 29,6% en comparación a 2022. Sin embargo, cuando se compara con 2021, el beneficio se multiplica por tres.
Algo similar sucede con ExxonMobil, que también aumenta en 2,8 veces sus registros de ese año. La situación es un poco menos favorable para las firmas europeas, que igual registran ciertos avances. Por ejemplo, Shell mejora un 45% sus beneficios semestrales cuando se compara este año con 2021, mientras que la británica BP lo hace un 38%.
En el contexto local, Repsol gana 1.420 millones entre enero y junio de 2023, un 14% más que en igual periodo de 2021. Algo distinto sucede con Cepsa, cuyo beneficio neto ajustado en el primer semestre de este año se limitó a 145 millones, muy lejos de los 337 millones obtenidos en igual periodo de 2021. Este desplome refleja un menor volumen del negocio de exploración y producción tras la venta de los activos en Abu Dabi a la francesa Totalenergies para focalizarse en su transformación verde.
Los expertos destacan dos explicaciones para los buenos resultados obtenidos por las empresas. Por un lado, en 2021 las empresas recién estaban recuperándose de la sacudida que recibieron tras la crisis sanitaria, cuando el crudo marcó mínimos históricos y la referencia estadounidense incluso llegó a cotizar en negativo.
En la actualidad, la realidad es muy distinta. El barril de petróleo Brent, la variedad de referencia en Europa, cotiza a mediados de agosto un 16% por encima de su valor en igual momento en 2021, un poco por encima de los US$ 83 dólares el barril.
Solo entre principios de junio y finales de julio los precios se dispararon un 18%, apunta un informe de Goldman Sachs. Y se espera que el alza continúe gracias al control de la oferta impuesta por la alianza entre Arabia Saudita y Rusia y su dominio de la OPEP.
“Nuestro balance muestra que el mercado seguirá en déficit durante 2024. Hemos mantenido nuestras previsiones para el resto del año sin cambios. Aún esperamos que el precio del crudo Brent promedie $86 por barril en el tercer trimestre de 2023 y $92 por barril en el cuarto trimestre de 2023″, apunta Warren Patterson, jefe de materias primas del banco ING.
Por otro lado, los mayores precios son acompañados por un apetito inédito. “Estimamos que la demanda de crudo ha alcanzado en julio su máximo histórico con más de 102,8 millones de barriles diarios, lo que continuará en lo que queda de 2023″, afirma Daan Struyven, director de Investigación de Goldman Sachs. De acuerdo al banco estadounidense, los buenos datos de la industria de servicios y la aviación compensa la bajada en la demanda del sector industrial.
Ni lentas ni perezosas las empresas están sacando provecho de un contexto gentil para el negocio. “Las refinerías se benefician actualmente de un entorno de márgenes que eclipsa casi cualquier otro periodo, excepto 2022″, señaló recientemente la Agencia Internacional de Energía (AIE) en su informe mensual.
Las estimaciones de principio de año destacaban que firmas europeas como Repsol podían beneficiarse de márgenes hasta cinco veces más altos que los obtenidos en 2021 por sus actividades de refino.
VUELTA ATRÁS
La AIE estima que las inversiones en vectores energéticos tradicionales aumentará alrededor del 11% en 2023 hasta los 485.000 millones de euros. Esto representa el nivel más alto desde 2015.
La reactivación de la exploración, especialmente por parte de las europeas BP y Shell, refleja un compromiso renovado con el petróleo después de las grandes promesas en los últimos años en pos de alejarse del negocio ‘sucio’ y apostar decididamente por la transición energética.
De hecho, la petrolera anglosajona había escindido la mayor parte del personal de su unidad de exploración hace solo tres años. Ahora, tras el mes más caluroso en los registros históricos, parece dar marcha atrás en sus planes.
Por el lado de Shell, su nuevo consejero delegado, Wael Sawan, prometió recortar costes, aumentar la retribución a los accionistas y aumentar el gasto en gas y petróleo. La estrategia, afirman los analistas, pasaría por una gran venta del portafolio verde de la empresa a inversores externos. “La transición energética va a necesitar de un nivel de alianzas sin precedentes”, deslizó Sawan hace un par de meses.
El análisis de la AIE sí identifica un cambio sutil en la apuesta de los gigantes petroleros. Las empresas, asegura el análisis, están enfocándose en proyectos más pequeños, de menor costo y con períodos de producción más cortos para evitar el riesgo de activos varados en medio de presiones ambientales y sociales.
El petróleo sigue siendo la gallina de los huevos de oro para las energéticas, pero nadie está seguro cuando será el final.