PIERRE DESROCHERS

Numerosos políticos han comprometido a sus electores con los objetivos Net-Zero (o carbono neutral). Esto se logrará mediante la “electrificación de todo”, a través de la generación descentralizada de energía eólica y solar fotovoltaica (PV) en tierra y en alta mar; conversiones sustanciales en los sectores de transporte (automóviles, camiones ligeros) y construcción (cocinas eléctricas, calefacción de espacios y agua); consumo general reducido (bienes de consumo, carne); y mejoras incrementales de todo tipo (bombas de calor, aislamiento de edificios) para mejorar la eficiencia en el uso de la energía. 

Esta transición se verá facilitada por varias intervenciones gubernamentales, incluidos impuestos al carbono nuevos o más altos y mandatos renovables; una limitación de las emisiones de gases de efecto invernadero y nuevos esquemas de comercio de carbono; la prohibición de vehículos nuevos que emitan GEI.

Paralelamente a estos desarrollos, muchos activistas ambientales y políticos han satanizado los productos sintéticos derivados de los combustibles fósiles, lo que culminó con la promesa de 2019 de representantes de 170 países de "reducir significativamente" el uso de plásticos para 2030.

Desde entonces, el gobierno canadiense se ha fijado la tarea de guiar a las empresas y organizaciones a alejarse de los "plásticos problemáticos" para reducir la contaminación y apoyar la creación de una economía circular. 

Esta política se justifica en nombre de la “evidencia científica actual” que “indica que la contaminación macroplástica causa daño físico a la vida silvestre a nivel individual y tiene el potencial de afectar negativamente la integridad del hábitat”.

Sin embargo, en la práctica, los canadienses, al igual que los residentes de otras economías avanzadas, liberan muy pocas sustancias de este tipo en los ecosistemas.

Tanto las políticas de cero neto como las de prohibición de plástico no han pasado desapercibidas. Además de lo que se considera plazos poco realistas, costos excesivos y falta de escalabilidad o sustitutos adecuados, los críticos han señalado que la llamada “energía verde” tendrá un mayor impacto directo en los ecosistemas terrestres.

No hace falta decir que ninguna de las llamadas alternativas podría siquiera construirse y mantenerse sin cantidades masivas de combustibles de carbono (por ejemplo, maquinaria, producción de acero y cemento, materiales compuestos, transporte, instalación, mantenimiento, reciclaje potencial y generación de energía de respaldo).

Mucha investigación también ha establecido que la prohibición de pajillas, bolsas, empaques y otros productos plásticos de un solo uso de plástico, por no hablar de futuras prohibiciones más integrales de materiales sintéticos, solo puede resultar en una mayor demanda de materiales a base de biomasa y otros (por ejemplo, madera, algodón, lana, vidrio, metales, arcilla) con mayores impactos ambientales generales.

Este ensayo analiza brevemente un aspecto de estas controversias, es decir, los beneficios ambientales incidentales de los combustibles de carbono y los productos sintéticos. Como sugerirá, no solo se desarrollaron por buenas razones prácticas, sino que también redujeron drásticamente las presiones sobre la flora y la fauna silvestres y contribuyeron significativamente al abandono gradual y la eventual reforestación y la potencial reconstrucción de muchas tierras agrícolas marginales. 

Prohibirlos, especialmente cuando la población mundial ahora es mucho más grande que cuando desplazaron por primera vez otros insumos y tecnologías, solo recreará y exacerbará los problemas que una vez resolvieron.

El desarrollo de valiosos recursos a partir de sustancias extraídas de debajo de la superficie de nuestro planeta allanó el camino para la creación de una amplia gama de sustitutos superiores de productos que antes se fabricaban a partir de plantas y animales, como combustibles a base de biomasa, lubricantes, fertilizantes, materiales de construcción, fibras, cuero y otros productos.

Aunque ahora a menudo se los demoniza, los combustibles de carbono como el carbón, los productos refinados del petróleo y el gas natural, junto con los productos sintéticos como los plásticos y los materiales compuestos, permitieron satisfacer las necesidades de poblaciones crecientes y cada vez más ricas al tiempo que disminuían gradualmente la huella humana en el paisaje.

El resultado ha sido un mundo cada vez más hospitalario para los humanos y la vida silvestre.