El balance mundial de la ONU tras el Acuerdo de París es una lista de tareas pendientes en materia de clima. Los países saben lo que tienen que hacer, pero ¿lo conseguirán?
CATHERINE EARLY
El movimiento por el clima se prepara para la próxima ronda de negociaciones internacionales, la COP28, que se celebrará el próximo noviembre en los Emiratos Árabes Unidos. Este mes han tenido lugar varios acontecimientos importantes, como la publicación del primer informe de la ONU sobre el balance mundial tras el Acuerdo de París y la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Ambición Climática, celebrada en Nueva York.
El balance mundial se realiza cada cinco años para evaluar los avances en la lucha contra el cambio climático e informar sobre la próxima ronda de planes climáticos nacionales, que los gobiernos deberán presentar en 2025.
Elemento clave del Acuerdo de París de 2015, el balance no evalúa los avances de cada país, sino el efecto agregado de las medidas adoptadas hasta la fecha. Abarca la mitigación del cambio climático, la adaptación y la financiación.
El proceso de evaluación, de dos años de duración, comenzó en la COP26 de 2021. En la primera fase se recabó información de científicos y técnicos, pero también de empresarios, líderes indígenas, agricultores, jóvenes y la sociedad civil. A continuación se celebraron varias rondas de debate sobre los detalles técnicos.
El 8 de septiembre, justo antes de la reunión del G20 en la India, se publicó un informe que nuclea las conclusiones. En él se destacan los progresos realizados desde París, ya que ahora se prevé que la temperatura mundial aumente entre 2,4 y 2,6 ºC a finales de siglo, frente a las previsiones de 2010, que apuntaban a un aumento de entre 3,7 y 4,8 ºC. Sin embargo, también deja claro que se necesita mayor ambición y urgencia en todos los frentes para combatir la crisis climática.
El plazo para alcanzar el objetivo acordado internacionalmente de intentar limitar el aumento de la temperatura a 1,5 ºC se está “acercando rápidamente”, advierte el informe. Las emisiones de gases de efecto invernadero, que siguen aumentando, deben reducirse un 43% para 2030 y un 60% para 2035, en comparación con los niveles de 2019.
El informe subraya que es necesaria una transformación de los sistemas en todos los sectores para conseguir reducir las emisiones, lo que incluye el aumento de las energías renovables y la eliminación progresiva de todos los proyectos de combustibles fósiles que no consigan reducir sus emisiones.
En cuanto a la adaptación, señala que los planes y las ayudas son cada vez más ambiciosos, pero que la mayoría de los esfuerzos son “fragmentarios, graduales, sectoriales y desigualmente distribuidos entre las regiones”. Por último, el informe insta a aumentar el apoyo financiero a los países en desarrollo, tanto para la mitigación como para la adaptación.
Aunque sus conclusiones no son nuevas, la publicación pretende impulsar a los gobiernos a acordar una respuesta global en la COP28. En Dubai, los delegados elaborarán un resumen de los mensajes políticos clave que guiarán la próxima ronda de planes climáticos nacionales (también conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional o NDC, por sus siglas en inglés).
Algunos gobiernos ya han señalado que el acuerdo final de la COP28 debería incluir medidas para acelerar la eliminación de los combustibles fósiles. La Declaración de Nairobi, adoptada en la Cumbre del Clima de África a principios de septiembre, pedía un impuesto universal sobre el comercio de combustibles fósiles.
El país anfitrión de la COP28, Emiratos Árabes Unidos, ha apoyado las peticiones de un acuerdo para triplicar la capacidad mundial de energía renovable hasta 11.000 gigavatios en 2030, que los gobiernos del G20 también suscribieron en su reunión de principios de septiembre en la India.
En su intervención en la presentación oficial del informe del balance mundial, el Secretario Ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), Simon Stiell, afirmó que confirmaba lo que el mundo ya sabe: que los avances están “muy lejos” de lo acordado en París.
“El desafíoo consiste en utilizar el impuesto sobre bienes y servicios como herramienta para corregir el rumbo sin olvidar de dónde venimos”.
El acuerdo final que surja del balance en la COP28 debe hablar de la necesidad de una “mirada retrospectiva completa y honesta” sobre los éxitos y los obstáculos para restablecer la confianza entre los gobiernos, pero también debe tener un fuerte enfoque hacia una acción más ambiciosa.
No todas las partes se mostraron satisfechas con el nivel de detalle de algunos temas del balance. Un representante de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS por sus siglas en inglés) dijo en la reunión de presentación que el informe había subestimado la cuestión de las pérdidas y daños, es decir, los efectos del cambio climático a los que no es posible adaptarse, como el aumento del nivel del mar.
“Creemos que en este informe se infravaloran las pérdidas y los daños y que no está en sintonía con el debate mundial en curso ni con el estado actual del clima”, afirmó.
Un orador del Grupo Africano dijo que “las cuestiones fundamentales planteadas por el Grupo Africano no se han reflejado adecuadamente, o no se ha subrayado su importancia. Por ejemplo, el derecho al desarrollo sostenible y las transiciones justas, principios y consideraciones importantes que desbloquean la ambición necesaria en los países en desarrollo.”
El representante de la Unión Europea recibió favorablemente las conclusiones del informe, pero señaló: “Hay pocas cifras u objetivos concretos. Para que la decisión sobre el balance sea útil y realmente aplicable, habrá que identificar conclusiones más concretas, antes y después de 2030, y hasta 2050”.
LOS PAÍSES SIN OBJETIVOS FIRMES, AFUERA
El otro gran acontecimiento del calendario climático en septiembre fue la Cumbre de la ONU sobre la Ambición Climática, celebrada durante la Asamblea General de la ONU en Nueva York. La cumbre fue convocada por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien afirmó en su discurso inaugural que “la humanidad ha abierto las puertas del infierno”, y que si no se cambiaba el rumbo, un aumento de la temperatura de 2,8C conduciría a un mundo “peligroso e inestable”.
Los organizadores de la cumbre hicieron especial hincapié en la credibilidad de las políticas y excluyeron a los oradores que no tenían objetivos firmes de reducción a cero emisiones. De los más de 100 gobiernos que solicitaron intervenir, sólo 34 fueron aprobados. Los líderes de Brasil, Canadá, Francia, Alemania y Sudáfrica fueron los únicos países del G20 que pudieron exponer presentaciones.
Entre las principales novedades de la cumbre se destaca la presentación de la reforma institucional del Fondo Verde para el Clima de la ONU por parte de su nueva directora ejecutiva, Mafalda Duarte. El Fondo ha sido criticado por los países más pobres y los expertos en desarrollo por ser burocrático, lento y de difícil acceso. Duarte, banquera portuguesa, reconoció que el diseño del Fondo ya no era el adecuado.
“Es un proyecto único que se ha ido mejorando con el tiempo, pero que en lugar de simplificar el acceso, lo ha hecho más complejo, con elevados costos de transacción”, dijo.
Su objetivo es que el Fondo alcance una capitalización de US$ 50.000 millones en 2030, frente a los 17.000 millones actuales. Esta visión, denominada “50 para 30”, incluiría la revisión del proceso de acreditación para acelerar significativamente la aprobación de proyectos, y se centraría en programas nacionales y sectoriales para maximizar la inversión del sector privado.
El presidente entrante de la COP28, Sultan Al Jaber, hizo hincapié en su aspiración de que la COP consiga avances en la reducción progresiva de los combustibles fósiles al mismo tiempo que se introducen gradualmente alternativas con cero emisiones de carbono; triplicar las energías renovables para 2030; y apoyar la transición energética reduciendo al mínimo los plazos de autorización para los proyectos ecológicos y “sobrealimentando” las inversiones en almacenamiento de baterías y eficiencia energética.
Guterres terminó la cumbre de forma más positiva, señalando que había regiones, ciudades, empresas e instituciones financieras que ya estaban alineando sus políticas, estrategias e inversiones con el límite de 1,5C. “Si estos pioneros y pioneras pueden hacerlo, todo el mundo puede”, afirmó.
Tom Evans, asesor político del equipo de diplomacia climática y geopolítica de E3G, un think tank climático, comenta que el balance global estableció una tarea clara, pero que hay un largo proceso por delante.
“Hay una gran brecha entre las expectativas establecidas por el informe con el fin de cumplir con el Acuerdo de París y dónde estamos políticamente. La acción por el clima tiene dificultades para avanzar con suficiente rapidez en un contexto de fragmentación geopolítica y de medidas insuficientes, especialmente en materia de financiación para los países de renta baja”, explicó.
La cumbre ha sido un evento de la ONU inusual, ya que ha dejado a algunos países fuera de la sala, afirma Evans. “Cuando tenemos a todo el mundo alrededor de la mesa, hay demasiado lugar para decir palabras cálidas, pero no para la acción real. El Secretario General dejó muy claro que quería que ese espacio fuera para el liderazgo, y creo que ha sido un éxito”.
“Se trata de inspirarse y utilizar a los países vanguardistas para sumar a todos los demás. Vamos a ver si funciona”.