Las inversiones en el sector y la transición energética. Cifras y posibilidades de renovables
ANAHÍ ABELEDO
Las cifras acumuladas el monto de los anuncios en el sector de los hidrocarburos sigue siendo superior al de las energías renovables en la región, con US$ 162.000 millones desde 2011 pero el interés de los inversionistas internacionales en las renovables crece, desde 2005, se han anunciado más de US$ 158.000 millones en proyectos de inversión extranjera directa (IED) para este sector.
Tradicionalmente, la extracción de combustibles fósiles atrajo la inversión de empresas transnacionales en América Latina y el Caribe. En la última década, los inversionistas se han visto atraídos por el potencial de la llamada exploración no convencional de hidrocarburos en la región, especialmente relacionada con los descubrimientos en los yacimientos del presal en el Brasil, los bloques de aguas profundas en Guyana y las reservas de esquisto de Vaca Muerta en la Argentina.
Para hacer posible la extracción de petróleo y de gas en este contexto se requiere una mayor utilización de recursos y conocimientos técnicos, lo que la convierte en una inversión viable en un contexto de continua expansión de la demanda de combustibles fósiles.
Sin embargo, en el camino hacia una transición verde, la demanda de combustibles fósiles es cuestionada. La trayectoria de las emisiones asociadas al uso de combustibles fósiles necesaria para cumplir el Acuerdo de París y los objetivos de “cero neto en emisiones” en 2050 exigen que la demanda de petróleo se reduzca de 90 millones de barriles diarios en 2020 a 24 millones de barriles diarios en 2050.
Esto implicaría que ya no serían necesarias inversiones adicionales en nuevas áreas de exploración petrolífera y los proyectos de exploración existentes serían suficientes para satisfacer la demanda mundial a largo plazo.
En el caso de América Latina, se estima que la producción de petróleo en 2035 debería ser un 60% inferior a los niveles de producción anteriores a la pandemia, lo que implica una drástica reducción de los volúmenes actuales y a medio plazo.
Estos objetivos tienen importantes consecuencias para el sector y para la región, que exigen que empresas y gobiernos pongan atención en la transición energética.
No es posible alcanzar los objetivos de “cero neto en emisiones” en 2050 sin la participación del sector privado, especialmente en las economías emergentes y en desarrollo, donde se estima que más del 70% de los recursos para el desarrollo de fuentes de energía bajas en carbono tendrán que provenir de las empresas.
En este sentido, aunque las empresas líderes en el sector ya participan activamente en losdebates, todavía existe una gran distancia entre el discurso y la práctica.
Desde el punto de vista del origen de los recursos, la comunidad de inversionistas y accionistas a menudo se ha visto presionada por la opinión pública para que sus carteras sean “menos marrones”. Grandes fondos de inversión, bancos y accionistas se han comprometido públicamente a invertir en la transición energética desde hace años, como, por ejemplo, los 700 signatarios de la iniciativa Climate Action 100+ y los 680 de la organización CDP (Climate Action 100+, 2022; CDP, 2022).
Por otra parte, existe información concluyente en el sentido de que la rentabilidad total para el accionista de la empresa media de petróleo y gas ha sido 7 puntos porcentuales inferior a la rentabilidad media del índice S&P 500 de Standard & Poor’s en los últimos 15 años.
Esto, unido al hecho de que en la última década se ha producido un notable descenso del costo de la electricidad procedente de fuentes renovables, como la solar y la eólica, redunda en que el escenario a largo plazo para la inversión a gran escala en el sector de los combustibles fósiles sea menos atractivo y aún más incierto.
El sector petrolero ha sido relevante en la región para la generación de empleo e ingresos, y en algunos países se constata una alta dependencia fiscal del sector de los combustibles fósiles.
Sin embargo, en una mirada a futuro, América Latina presenta condiciones para convertirse en un polo mundial de energías renovables, con énfasis en el potencial de desarrollo de tecnologías como el hidrógeno verde (CEPAL, 2021), y está recibiendo inversiones en el sector.
A pesar de los enormes retos, también existen oportunidades, en especial en una transición energética debidamente planificada y gestionada por los Estados y las empresas.