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ESCENARIO
El Mundo: ¿Quiénes ganan con la crisis energética?
EL MUNDO/MINING PRESS/ENERNEWS

La invasión rusa de Ucrania ha puesto patas arriba el tablero energético. Los precios del gas, carbón, petróleo y otras materias primas se han disparado y han desencadenado una batería de movimientos geoestratégicos

13/04/2022

VÍCTOR MARTÍNEZ

La guerra en Ucrania ha sido el gran remate para el mundo de la energía. Ya 2021 fue un año complicado en los precios por el efecto que tuvo la gran recuperación económica tras la crisis del covid. Pero la invasión rusa ha elevado aún más la tensión, ante la amenaza de una potencial escasez de recursos en gran parte del mundo occidental.

El precio del Brent ilustra muy bien esta tormenta: a mediados de abril de 2020, con el mundo confinado por la pandemia, un barril de petróleo podía comprarse en el mercado internacional por apenas 28 dólares. Dos años después, con las bombas cayendo sobre Kiev, ese mismo barril ha llegado a costar 129 dólares.


Los consumidores hemos comprobado recibo a recibo lo que los medios nos contaban cada día. El aumento de los precios de las principales fuentes de energía ha hecho que calentar la casa, poner la lavadora, darse una ducha caliente o encender el horno sea cada vez más caro.


Desde principios de 2021, en medio de la pandemia que todavía no ha concluido, los precios del petróleo, del gas y del carbón han alcanzado cifras superlativas. No hay más que mirar la evolución de estas gráficas y fijarse en la foto fija de marzo de 2022, sólo unos días después de la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero.

En el mes de marzo, la inflación rozó en España los dos dígitos. La subida general de los precios fue del 9,8% en comparación con el mismo mes del año anterior. El incremento, récord desde 1985, estuvo impulsado por el gas, la electricidad y los carburantes.


Aunque los alimentos subieron de forma considerable, fue el aumento de los precios de la energía provocado por la guerra de Ucrania lo que colocó la inflación en unos números desconocidos durante décadas en nuestro país. En toda la zona euro, la inflación se situó en el 7,5% y los precios de la energía se dispararon al 44,7%.

El fuerte incremento de los precios energéticos, con el demoledor impacto en la inflación, y la amenaza de escasez en el corto plazo en el caso del gas han obligado a reaccionar a los grandes países europeos. La primera medida ha sido buscar suministradores alternativos a Rusia ante un agravamiento de la crisis, y el país que ha reaccionado más rápido ha sido Estados Unidos en su condición de primera potencia mundial.

Este país elevará sus ventas de gas a Europa y liberará parte de sus reservas estratégicas de petróleo para ayudar a bajar precios. Además, juega un papel clave en la reinserción mundial de países como Venezuela o Irán. Venezuela es dueña de las mayores reservas mundiales de petróleo, pero incapaz de explotarlas por el deplorable estado de su economía. Irán es uno de los mayores productores de gas, pero lo tiene embargado por su política nuclear. Los principales estados petroleros han visto sus ingresos multiplicados: Arabia Saudí, Irak, Emiratos Árabes... Fuera del golfo Pérsico, Noruega ha multiplicado por seis los suyos en unos meses.


EL GAS, EN EL EPICENTRO DE LA CRISIS ENERGÉTICA
El gas está en el epicentro de la crisis. Rusia es el segundo mayor productor, sólo por detrás de EEUU, lo que genera una enorme dependencia de Europa. Entre los grandes países del euro, Alemania e Italia son los más atados al gas de Putin. España también adquiere parte de su gas en la península de Yamal. Rusia, eso sí, también necesita financiarse con sus ventas a Europa. La amenaza de un corte ha multiplicado por tres la cotización de este hidrocarburo en el mercado europeo.

Hasta hace poco, el comercio de gas natural ha tenido un carácter más regional que global, ya que su transporte estaba condicionado por la existencia de gasoductos. Rusia y el resto de Europa han tejido durante décadas una tupida red de tuberías con origen en los yacimientos de Yamal. La mayoría entra en la UE a través de Bielorrusia, Ucrania y, para evitar el paso por ésta, también llega por el mar Báltico directamente hasta Alemania (Nord Stream).


Un gasoducto que conecte
Yamal con China daría a Moscú una alternativa para vender el gas que los europeos rechacen comprar. De momento, el Power of Siberia 2 es solo un proyecto que no dará oxígeno a Putin a corto plazo.

Pero Europa tampoco lo tiene fácil para reemplazar a su gran proveedor de gas. La respuesta urgente pasa por recurrir a la importación de gas natural licuado (GNL), que se puede traer en barcos. Esta opción requiere enfriar el gas para transportarlo y, ya en tierra, aplicarle un tratamiento de regasificación.

Aunque este proceso es más caro y contaminante, muchos recurren a él para diversificar proveedores. Como ejemplo, el caso español: tras la decisión que tomó Argelia el pasado octubre de cerrar el gasoducto que pasa por Marruecos, España ha disparado las importaciones de GNL desde Estados Unidos, Nigeria o Egipto.


En Europa, incluyendo a Reino Unido, las entradas de GNL durante los tres primeros meses de 2022 aumentaron un 64% interanual, según cálculos propios basados en datos de ENTSOG. La Agencia Internacional de Energía (IEA), por su parte, habla de un desplome en paralelo en las entregas por gasoducto a la UE, que han caído un 37% en las primeras siete semanas del año.

Este boom del GNL en Europa, que según vemos ya había comenzado antes del fatídico 24 de febrero, enriquece a naciones más lejanas. Las importaciones desde Qatar a Europa se han incrementado en un 64% interanual durante enero y febrero, y más de un 1.000% en el caso de Egipto, acorde a los datos proporcionados por el GIIGNL.

Pero, sin duda, el gran ganador es Estados Unidos, primer productor mundial de gas natural y origen de casi la mitad del GNL que entra en el Viejo Continente. Y esta alianza está llamada a reforzarse, tras el anuncio de Joe Biden de que enviará hasta un 66% adicional a la UE antes de que acabe el año.


El incremento del precio del gas tiene un doble efecto pernicioso para las economías de Europa. En primer lugar, es el combustible más utilizado para calentar y cocinar en los hogares, mientras que su uso industrial ha desplazado a otros más contaminantes y menos eficientes como el fuel o el carbón.

En segundo lugar, el gas juega un papel clave en la generación eléctrica, por lo que su encarecimiento se traslada a la factura de luz de millones de empresas y hogares.

Si el gas es importante, más aún lo es el petróleo. En el caso de España, casi la mitad de la energía consumida cada año proviene de productos petrolíferos. Su mayor impacto se produce en el transporte, donde un encarecimiento de los carburantes afecta a toda la actividad económica. Hay un dato que ilustra esta amenaza: España había elaborado sus Presupuestos Generales del Estado para 2022 estimando un coste del petróleo de 60 dólares, pero la realidad ha sido que su coste medio entre enero y marzo ha sido de 100 dólares. Un golpe de 15.000 millones de euros para la economía en un año.


LA MONTAÑA RUSA DEL PETRÓLEO
La evolución del precio del petróleo de este marzo tuvo un dibujo digno de las más trepidantes montañas rusas del planeta. Primero se produjo un subidón que tocó techo en los 128 dólares por barril en el inicio de la guerra, para luego bajar de golpe hasta los 98 dólares, volver a subir hasta los 121 y acabar enfriándose en el entorno actual de los 100.

Todo en menos de 30 días. Vimos cómo cobraba peso el posible embargo al crudo ruso y cómo EEUU y sus aliados en la Agencia Internacional de la Energía liberaban sus reservas estratégicas, frente a las reticencias de la OPEP, que no quería perjudicar a su aliado ruso.

Y es que, hasta que Putin decidió invadir Ucrania, Rusia era el tercer productor de petróleo del planeta. Dejar fuera de juego a un actor tan relevante provocaría una fuerte tensión sobre la demanda del resto de proveedores.


De momento, el petróleo ruso sigue fluyendo gracias a los acuerdos previos a la invasión, pero lo hace a menor ritmo que antes. El temor a que Occidente amplíe sus sanciones a las petroleras desanima a bancos y aseguradoras a dar cobertura a operaciones en Rusia. Según la IEA, a partir de abril unos tres millones de barriles diarios estarían en el aire.

Esta cantidad es enorme. Supondría casi el 40% de las exportaciones de petróleo de Rusia. Aunque hasta ahora la mayor parte se envía a Europa, la cercanía de Moscú con Pekín ha convertido a Rusia en el principal proveedor de China, por encima de Arabia Saudí.


La continuidad de la venta de crudo a Europa está en entredicho, y no sólo a cuenta de las sanciones. Y es que unos 750.000 barriles diarios se envían a Hungría, Eslovaquia y la República Checa a través del oleoducto de Druzhba, cuya variante sur discurre por Ucrania.

Estados Unidos será de nuevo el previsible ganador. En la última década, la implantación de las polémicas técnicas de fractura hidráulica o fracking han duplicado la capacidad de extracción petrolífera de la nación norteamericana, que lidera el ranking de productores.

Los países de la OPEP han aumentado su producción ligeramente, lo que unido al aumento de demanda ha desembocado en subidas de precios. Sólo Arabia Saudí y Emiratos Árabes tendrían músculo para sustituir el fluido ruso a corto plazo, pero no muestran voluntad de aprovechar esa posibilidad.

Irán es otra pieza difícil de encajar. El acuerdo nuclear, que estaba casi cerrado, encalló tras el inicio de la guerra en Ucrania, por lo que las sanciones seguirán. Si se levantaran, Irán tendría capacidad para aumentar en un millón de barriles diarios sus exportaciones, según la IEA.


La fuerte subida del precio de los hidrocarburos ha resucitado el consumo de carbón a nivel global. Sólo China consume la mitad de todo el carbón que se quema cada año en el mundo y lo seguirá haciendo mientras negocia con Rusia nuevas vías para abastecerse de gas a medio plazo, aprovechando la ruptura de contratos con Europa.

Por su parte, países como Alemania o Polonia han reactivado el uso del carbón para alejarse de Putin, lo que implica de facto una paralización a corto plazo de la transición ecológica europea.


LA SEGUNDA VIDA DEL CARBÓN
El carbón se convirtió, a principios de abril, en una nueva arma de Occidente contra Rusia. La UE aprobó un embargo de compras por valor de 4.000 millones de euros. Se trata de un movimiento relevante ya que la mitad del carbón que importa la UE es ruso, seguido del estadounidense, australiano y colombiano. Todos esos países se beneficiarán del fuerte aumento del precio de este mineral que se ha producido tras conocerse la decisión.

El quinto paquete de sanciones contra Rusia aprobado por la UE desde la invasión de Ucrania incluye la prohibición del carbón ruso por valor de 4.000 millones de euros. Una medida que será efectiva a finales de verano. La decisión deja fuera todavía al resto de fuentes energéticas que Rusia proporciona a Europa.

El día antes de que se aprobara el embargo del carbón ruso, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, destacó que hasta ese momento la ayuda proporcionada a Ucrania por la UE desde el inicio de la guerra era de unos mil millones de euros. Pero la factura europea de las compras energéticas a Rusia ascendía a 35.000 millones.


El carbón llevaba años en decadencia y la pandemia del coronavirus parecía que le daba la estocada. Pero el aumento de precios de otros combustibles provocó en 2021 un importante repunte de su uso para producir electricidad.

El aumento del uso del carbón para suplir al gas ha hecho que China se apunte una victoria a corto plazo. El gigante asiático aglutina el 50% de la producción de carbón del mundo.

Países como España abandonaron hace años sus minas de carbón, un sector imposible de resucitar por la normativa. Polonia es el único país de la UE con una producción significativa de este mineral.


Aunque la dependencia hace que a Europa le cueste tomar la decisión de cortar con el gas ruso, baraja esa prohibición desde el inicio de la invasión de Ucrania.


Una decisión que agravaría una consecuencia que ya se está viendo por el aumento del uso del carbón desde el año 2021. Las emisiones globales de dióxido de carbono han aumentado de forma significativa.

La caída de emisiones de CO2 durante los momentos más graves de la pandemia fue tan efímera que el problema es hoy más grave de lo que era antes de la irrupción del coronavirus.

Primero fue la vuelta a la actividad y el fin de las restricciones a los viajes, y después la guerra. El aumento del uso del carbón ha hecho además que los planes para atajar el cambio climático se hayan vuelto a estancar.


Si a corto plazo los países productores de gas, petróleo y carbón se están beneficiando por la guerra en Ucrania, a largo plazo la perspectiva es diferente y los ganadores tienen etiqueta verde. Europa tiene claro que, cuando se supere la emergencia actual, el futuro no pasa por depender de países alternativos a Rusia, sino por ser autónomos a nivel energético. Esto se logrará con un impulso a las renovables y, en países como Reino Unido o Francia, complementando éstas con la energía nuclear.

Por este motivo, los países de la UE intentan acelerar sus inversiones verdes, en ocasiones lastradas por la enorme burocracia que frena su evolución. Habrá una auténtica batalla entre los estados por atraer la financiación necesaria para su impulso y desarrollo. Pero lo que está claro es que las empresas promotoras serán las ganadoras. La mayoría de estas registra fuertes subidas en Bolsa desde que se inició la invasión de Ucrania.


LA OPORTUNIDAD DE LAS ENERGÍAS RENOVABLES
La guerra en Ucrania ha paralizado la transición ecológica que perseguía Europa y ha puesto en riesgo los grandes objetivos de reducción de emisiones a los que se habían comprometido los países occidentales.

A pesar de la crisis, los Estados maniobran para impulsar sus energías limpias y autóctonas con grandes desarrollos de parques solares y eólicos por tierra y mar. Lo que ha desatado una batalla por atraer financiación y por controlar los recursos necesarios para su desarrollo. Gran parte de estos materiales críticos se encuentran en terceros países, fuera de la UE.

Según las proyecciones de la EIA (Administración de Información Energética de EEUU), en 2050 los combustibles líquidos seguirán siendo la principal fuente de energía en el mundo, pero las renovables se pondrán casi a la par y darán el relevo a las energías generadas a través del gas natural y del carbón.

Por su parte, la energía nuclear, aunque fue reconocida como verde por la Comisión Europea el pasado mes de enero, no proyecta un gran crecimiento en los próximos años, según el organismo estadounidense.


Será en la producción de electricidad donde la energía que provenga de las renovables jugará un papel importante. Dentro de 30 años, de todas las renovables, la energía solar pasará a ser la principal fuente de energía.

China será la gran beneficiada, ya que cuenta con la mayor capacidad de producción de energía solar del mundo, con 253 GW de capacidad instalada a finales de 2020. La UE tiene 151 GW y EEUU, 102,8GW, según los datos de la IEA. China es además el país con más empresas de fabricación de paneles solares.


Hasta ahora, Occidente se había aproximado a las energías renovables sólo desde un punto de vista medioambiental. Sin embargo, la crisis actual ha puesto de manifiesto la extrema vulnerabilidad de un sistema productivo y un modo de vida que son tan dependientes de la importación de hidrocarburos. Y la solución pasa, en buena parte, por la electrificación, es decir, sacar la combustión de nuestras cocinas, nuestros coches y nuestras calefacciones y pasar al modo eléctrico. No es sólo por el clima, también es una cuestión de seguridad energética.

No obstante, la electrificación también tiene su cara B. Para fabricar tantos circuitos y baterías son necesarias enormes cantidades de minerales que, en algunos casos, se reparten entre muy pocas manos. Sí, el sol es gratis, el viento también, pero para almacenar y transportar su energía necesitamos cobre, coltán o litio. Por tanto, cabe esperar que la transición energética transforme los equilibrios geopolíticos, pero no eliminará la dependencia exterior.

El camino hacia la producción de energía limpia impactará en el mercado de los minerales. En los próximos años, la demanda de muchos de ellos se incrementará en casi un 500%.

El grafito, litio y cobalto serán con diferencia los minerales más demandados en 2050, según el último estudio publicado por el Banco Mundial. Estos minerales son decisivos en la fabricación de baterías de los coches eléctricos y por su capacidad de almacenar energía.


En el caso del grafito, la demanda aumentará hasta un 494% en 2050. China será el máximo beneficiado ya que en la actualidad aglutina casi el 80% de la producción mundial de este mineral.

Después de China y a mucha distancia, aparecen Brasil con un 6,6%, Mozambique, con un 2,9% y Rusia con el 2,6% de la producción mundial de grafito.

El litio es y será otro de los minerales más solicitados por su papel determinante en la fabricación de baterías de coches eléctricos. En los últimos meses su valor se ha multiplicado.


Australia es el país que más litio extrae junto con Chile y China. Países como Argentina, Brasil, Portugal y Zimbabue contribuyen a la producción mundial, aunque en menor medida.


El cobalto, necesario para la fabricación de baterías de ion de litio de muchos de nuestros dispositivos electrónicos, es ya un bien muy preciado y se estima que en 2050 su demanda se incrementará en más del 400%.

El máximo productor de cobalto del mundo es la República Democrática del Congo, con un 69%. Rusia y Australia ocupan el segundo y tercer lugar, con un 6,3% y un 4% respectivamente.


La reordenación del mapa energético mundial está en proceso y quedan todavía por ver muchos movimientos. ¿Se atreverá Europa a prohibir de forma total el suministro energético ruso? ¿Cerrará Putin el grifo del gas? ¿Cuál será el peso final de Estados Unidos en el nuevo orden? ¿Es posible una alianza Rusia-China para un suministro energético barato? ¿Qué papel jugará la energía nuclear?

Lo que parece claro es que los cambios ya están dejando grandes beneficiados a corto plazo, principalmente los países productores de energía, que se están enriqueciendo a costa de los más dependientes del suministro exterior. EstadosUnidos,Qatar, Venezuela, Argelia o Nigeria frente a Alemania, Francia o Italia.

El gobierno español intenta capear esta crisis global con propuestas para intervenir en su mercado doméstico, apelando al aislamiento energético de la península Ibérica. El papel de España en el orden energético mundial es prácticamente nulo, ya que apenas produce hidrocarburos propios, cerró las minas de carbón hace unos años y tiene limitadas las interconexiones con Francia para exportar electricidad de origen renovable. Por este motivo, nuestro país intenta aprovechar la crisis para redoblar sus conexiones con Europa con la mirada puesta en el desarrollo del hidrógeno verde.


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