RICARDO N. ALONSO *
Desde la más remota antigüedad los minerales y rocas que tenían ciertos colores, brillos, dureza, trasparencia, diafanidad y otras características físicas llamaron la atención del hombre que los colectó y los incorporó en sus adornos corporales. La Argentina es un país pobre en gemas valiosas a diferencia de nuestro vecino Brasil que las tiene en abundancia. Las razones son geológicas. La gema por excelencia, el diamante, es común en Brasil y nuestro país carece totalmente de ellos.
Esto a causa de que dichos diamantes provienen de rocas muy antiguas, paleo-arcaicas, inexistentes en nuestro país. Además, Brasil cuenta con complejos de pegmatitas sanas, no afectadas por graves movimientos tectónicos como los andinos, que contienen en su interior extraordinarios cristales de topacios, aguamarinas y turmalinas. Australia es famosa por sus ópalos nobles y Sri Lanka por sus rubíes y zafiros. Varios países del África subsahariana lo son por sus diamantes. El cercano y medio oriente por sus turquesas y lapislázulis. Rusia por sus crisoberilos.
El lejano oriente por sus variedades de jade, entre ellos el imperial. Lo cierto es que en el planeta Tierra existen miles de tipos de rocas y más de 5.000 especies de minerales. Pero solo algunas rocas y minerales reúnen las características físicas para ser lapidados y obtener de ellos finas piezas de ornamentación. El secreto es que hay diversas rocas y minerales que pueden ser lapidados y se ignoran. Muchas veces están ahí, a la vista, en las vetas de las montañas o en el cauce de los ríos. Pero se desconoce su valor y ya se sabe, no se valora lo que no se conoce. Como dijimos, Argentina es un país pobrísimo en gemas, pero riquísimo en variedades de rocas de gran parte de los tiempos geológicos.
En esos terrenos abundan materiales que componen el amplio mundo de las piedras semipreciosas. Es posible que tengamos diamantes en las arenas del Paraná como lo sostiene el Dr. Jaime Presser, de Paraguay, uno de los mayores especialistas internacionales en el tema. Pero hay que buscarlos. En la Puna de Jujuy se han encontrado zafiros milimétricos en las arenas de los ríos junto con oro aluvional. Por su tamaño no alcanzan a ser gemas útiles a pesar de su belleza intrínseca.
En la sierra de Cachi-Palermo hay pegmatitas con algunas turmalinas que aplican como preciosas por sus colores rojos y verdes (rubelitas y verdelitas). Las habituales son las turmalinas negras o chorlos. Uno de los minerales más comunes de la naturaleza es el cuarzo. El más abundante es el cuarzo lechoso que se encuentra en todos los ríos, sea en rodados o como granos de arena. Hay una variedad de cuarzo que es el hialino, esto es trasparente como el vidrio. En la antigua Grecia le consultaron a Aristóteles qué material era ese y él les dijo que era hielo petrificado, un hielo tan antiguo que ya no podía derretirse.
Por la etimología griega de hielo apareció la palabra cristal y todas las que de allí derivan. Hay decenas de variedades de cuarzo de acuerdo con los colores que les dan ciertos elementos químicos que actúan como cromóforos, ejemplo hierro ferroso y férrico, titanio, cromo, manganeso y vanadio. Entre las variedades más conocidas están la amatista y el citrino, de tonalidades violeta y ámbar respectivamente. En Misiones está la mina Wanda, de amatistas, las que provienen de grandes geodas de los basaltos cretácicos del Paraná.
En Bolivia hay una variedad bicolor, formada por amatista y citrino, que recibe el nombre de ametrino y es más famosa aún como bolivianita. A ella se suman las ágatas y calcedonias del Uruguay, el lapislázuli de Chile y la rodocrosita de Argentina. Precisamente la rodocrosita es la piedra nacional argentina y en su génesis y presentación es única en el mundo. Es un carbonato de manganeso que se encuentra en vetas hidrotermales de origen volcánico y se destaca por su hermoso color rosado y sus texturas. Con ella se puede hacer toda clase de objetos de adorno y bijouterie. Catamarca es la gran poseedora de ese tesoro, a la que también se conoce como “Rosa del Inca”. Y además cuenta con una curiosa piedra verde, símil del jade imperial.
Rocas y minerales que entran en el campo de las piedras semipreciosas son muy abundantes. Algunas se conocen, caso de la amplia variedad de ónix de colores que hay en Salta, con los cuales se preparan bellos objetos de adorno. Y que además sirven para mesadas, revestimientos y pisos. Entre ellos se lleva las mejores calificaciones el azul cielo que proviene de las viejas canteras cerca de Catua y Paso Huaytiquina. Donde también se encontraban otras variedades de colores verdes y cremas. Sin olvidarse del rojo de Cachi, el verde de Arita, el rojo inca, o las variedades caramelo, naranja, blanco, entre otras, diseminados a lo largo y ancho de la Puna. Al igual que las obsidianas, especialmente las negras, con las cuales los indígenas fabricaron sus puntas de flechas.
Esas obsidianas son simples vidrios volcánicos pero que un buen artista puede trabajar para obtener piezas sublimes. Como pasa con tantas calizas, algunas de ellas símil mármol, ejemplo las de la sierra de Sancha en Las Tienditas y La Troja. Allí se encuentran calizas negras, algunas con vetillas amarillentas que recuerdan al mármol italiano Portoro. Otras grises con venillas blanquecinas. Abundantes rodados de estas calizas se encuentran en los ríos que bajan desde la sierra de Sancha a la cuenca del Juramento. Esas rocas cortadas y pulidas alcanzan un hermoso brillo que las hace destacar como piedras ornamentales. Las sierras occidentales del Valle Calchaquí, que forman el contrafuerte de la Puna, tienen también una variedad interesante de rocas y minerales del mundo de las semipreciosas. Turmalinas negras, el granate rojo almandino, berilos celestes, sillimanita, variedades de cuarzo, minerales de litio, feldespatos potásicos y plagioclasas se encuentran en abundancia y plausibles de ser lapidadas para obtener bellas piezas.
Los ríos de las sierras occidentales del Valle de Lerma traen rodados de lumaquelas, una roca calcárea muy dura formada por acumulaciones de conchillas de braquiópodos ordovícicos marinos. Dicha roca, cortada y pulida, se asemeja a una gema de color gris y brillo perlado intenso. Y están allí, sueltas, como cantos rodados sin ningún valor económico. Esperando ser descubiertas y puestas en valor por la mano de algún artista. Al igual que las dendritas de manganeso, unas bellísimas formas naturales de geometría fractal que se asemejan a helechos fósiles pero que no lo son. Aparecen en lajas y en rocas sueltas y son verdaderas obras de arte de la naturaleza.
Lo mismo ocurre con los cientos de miles de rodados de estromatolitos que provienen de las calizas cretácicas de la Formación Yacoraite, la unidad rocosa más conspicua del noroeste argentino. Se trata de algas fósiles depositadas en cuerpos de agua lacustres o marinos de la época de los últimos dinosaurios que vivieron en el planeta a fines del periodo Cretácico. Se caracterizan por sus capas onduladas con formas de repollos o coliflores. Sabios como el francés Alcides D’Orbigny los llamó “calcáreos ondulados” y el alemán Gustavo Steinmann los definió como “pucalithus”, en Bolivia y Perú respectivamente.
Se trata de finas capas calcáreas corrugadas y superpuestas que llegan a formar gruesos estratos. Se los puede encontrar integrando afloramientos en quebradas y rutas o como rodados en los ríos. A veces esos estromatolitos están silicificados y se asemejan a calcedonias o ágatas. Cortados y pulidos adquieren una presentación que los convierte en vistosas obras de arte naturales. Y pueden ser utilizados en los más exóticos revestimientos de mesadas, pisos y paredes, así como un símil de travertino en baños de lujo. Parafraseando a Lin Yutang, la mitad de la belleza depende de la roca y la otra mitad de la persona que la mire. En este sentido la mirada del arquitecto es fundamental para poner en valor rocas cuyas texturas y colores forman parte de un arte natural que puede adornar ambientes exclusivos.
Lo cierto es que las montañas y los ríos del norte argentino son portadores de una extraordinaria variedad de rocas y minerales que pasan desapercibidos. Rocas ígneas, sedimentarias y metamórficas de un amplio espectro de texturas y colores, plausibles de ser cortadas y pulidas, aguardan su turno de ser descubiertas y aprovechadas. Granitos rojos, hornfels negros, espilitas violetas, pórfidos, granitoides, pedernales, sílex, metacuarcitas, basaltos, etcétera, pueden convertirse en finas piezas ornamentales de la mano de un artista talentoso. Capas de yeso, algunas con nódulos blancos de alabastro, son también comunes en el norte argentino. Finas artesanías son posibles de realizar con esa roca que recibió especial atención en el renacimiento italiano junto al mármol de Carrara.
El programa de minería social que se implementó décadas atrás en Salta contemplaba el estudio y el aprovechamiento de diferentes rocas de aplicación en los distintos municipios de la provincia. Y buscaba impulsar el talento de los artesanos de la piedra. Silvia Montenegro, funcionaria de minería de la provincia, estuvo muy comprometida en ese programa y esta nota es un sentido homenaje a su memoria.
* Doctor en Ciencias Geológicas