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ANÁLISIS
Escribe Alonso: El apacible pueblito de San Bernardo de las Zorras
MINING PRESS
14/06/2024

RICARDO N. ALONSO *

A unos 110 km de la ciudad de Salta y en plena Quebrada del Toro, se encuentran los apacibles y encantadores pueblitos de San Bernardo de las Zorras y El Rosal. Ambos están enclavados en el amplio Valle del Toro, entre el Valle de Lerma al oriente y el Valle Calchaquí y la Puna por el oeste. La región se encuentra inserta en la provincia geológica y morfotectónica de Cordillera Oriental.

Para llegar a esos pequeños pueblitos mágicos del departamento de Rosario de Lerma, hay que desviarse de la ruta nacional 51, a la derecha, en Puerta Tastil, unos kilómetros antes de Alfarcito. Se llega hasta San Bernardo y El Rosal  por un camino de ripio consolidado que en partes cruza el ramal C-14 Huaytiquina del FFCC Gral. Belgrano.

Precisamente se atraviesa el amplio rulo número 1, construido en 1924 para ganar altura y subir en escalones hacia la Puna como parte de la genialidad ferroviaria de Richard F. Maury. San Bernardo de las Zorras se encuentra en un oasis dentro de una región árida y pedregosa, rodeado por planicies con cardonales y a unos 2.800 m de altura sobre el nivel del mar. El cartel que da la bienvenida al bucólico pueblito está al lado de un extraño cardón con una forma de mano gigante que parece saludar al visitante.

Un río de aguas frías de deshielo, limpias y transparentes, cruza y divide al pueblo y en los veranos suele destruir el camino de entrada. Las aguas permiten que se desarrollen potreros a ambos lados del río con alfalfares y ganado mayormente caprino y ovino. Sauces y otros árboles crecen al costado del río y dan una sombra fresca y benéfica en ese ambiente seco y árido. Abundan las cortaderas con sus hojas filosas que las mujeres de campo usaban antiguamente para cortar el cordón umbilical del parto. El pueblo está formado por unas pocas casas de piedra y adobe. Destaca una vieja iglesia blanqueada a la cal, con tirantes de cardón y techo de barro. Un antiguo cementerio, con tumbas de fines del siglo XIX, forma parte del patrimonio natural y cultural. 

Precisamente entre las costumbres del pueblo se mantiene la procesión con misachicos en la fiesta patronal del 20 de agosto, donde se llevan a cabo procesiones y la danza de los suris con acompañamiento de erques, violines, quenas, flautines, tambores y otros instrumentos musicales que dan alegría y colorido a la celebración religiosa. Es notable el sincretismo católico indígena que se da allí. El “Baile del Suri”, por el ñandú, es la celebración de una antigua deidad precolombina que habitaba el cosmos y era hacedora de lluvias. Los samilantes, disfrazados de pies a cabeza con plumas de suris, bailan al son de los instrumentos musicales, representando el aleteo de los suris para producir truenos y posteriormente las lluvias benéficas que facilitarán el cultivo de los campos.

Allá por comienzos de la década de 1990 llegaron a Salta los productores del documental “La Aventura del Hombre” y dejaron para la posteridad un programa de TV dirigido por Eduardo Terrile y la inolvidable voz en off de Ernesto Carlos Frith. Dicho documental, en tres bloques temáticos, consistió en una entrevista al Ing. Moisés Costello sobre el C-14 y el Tren a Las Nubes, una entrevista al suscripto sobre las huellas de dinosaurios de la Quebrada del Toro y la filmación del baile de los suris en San Bernardo de las Zorras con la participación del recordado promotor del turismo de aventura Hernán Uriburu. Se puede acceder a ese valioso documento fílmico en la siguiente dirección digital.

Allí quedó inmortalizado también don Teófilo, minero y rezador. San Bernardo y su vecino El Rosal fueron enclaves estratégicos a fines del siglo XIX y principios del siglo XX cuando se llevaban mulas y toros herrados a Bolivia y Chile. Algunos viajeros dejaron sus impresiones e incluso fotografías de esos históricos viajes. Entre ellos destaca la expedición de la nobleza sueca de 1901 al mando del barón Erland Nordenskiold y del conde Eric von Rosen. Ellos pasaron por allí en sus enormes carretones para alcanzar El Moreno, en el borde de Salinas Grandes, y desde allí cruzar la Puna jujeña en dirección a Bolivia.

Esa magnífica expedición fue documentada en el libro de Eric von Rosen “Un mundo que se va” y en el valioso atlas fotográfico que acompaña a la edición que realizó la Universidad Nacional de Tucumán. Fue en esa expedición en que E. von Rosen hizo cumbre por primera vez en el Nevado de Chañi. Una de las fotos del álbum registra a León, un perro caschi que los acompañó desde la plaza 9 de Julio y que luego llevaron a Suecia donde descansa en su tumba en un castillo a orillas del Báltico.

Fue en ese viaje también, en que uno de los expedicionarios, el arqueólogo sueco Eric Boman, descubrió la ciudad prehispánica de Tastil. El Rosal recibe su nombre de unos gajos de rosas que alguien plantó allí probablemente en tiempos de los arrieros. Las plantas crecen a duras penas, protegidas detrás de las pircas de piedra, y se adaptan a una altura mayor a los 3.000 m sobre el nivel del mar con ramas muy espinosas. Las flores son unas rosas pequeñas con un intenso perfume.

En el lugar se consigue una miel de altura exquisita, blanca y muy densa. La iglesia, dedicada a Santa Teresita, tiene detrás del altar una gran abertura en cruz con vidrios transparentes, que apuntan y dejan ver en la lejanía las cumbres nevadas del Acay. Resulta un verdadero espectáculo y forma parte de la obra del cura Sigfrido Moderer (padre Chifri) en esa región de Alfarcito y la Quebrada del Toro.

El Rosal es además el campamento base que utilizan los andinistas antes de atacar las diversas cumbres de la cadena sur del Chañi donde hay varios “cincomiles”. Como señalamos hay dos tipos de floras bien definidas, las cactáceas y plantas xerofíticas, muchas medicinales, que abundan en los campos secos y por otro lado las cortaderas, árboles y otros arbustos que crecen en los oasis. En los sembradíos se obtienen las afamadas papas andinas en numerosas variedades, además de habas, choclos capia y hortalizas varias de subsistencia. Los quesos de cabra son otro de los productos valiosos de la zona.

La fauna está restringida a algunos guanacos en los cerros, pumas, zorros, liebres, cuises y una variada y vistosa avifauna como parte de un corredor natural entre la Puna y los valles abajeños. Toda la región tiene una fuerte presencia indígena, especialmente incaica. Los caminos del inca cruzan en diferentes direcciones. Se han encontrado muchas evidencias del inca lo cual ha sido documentado ampliamente en las investigaciones del antropólogo salteño, Dr. Christian Vitry.

En un viaje con estudiantes de la cátedra de Teoría, Historia y Filosofía de la Geología se reconoció una terraza fluvial antigua con rocas silíceas, cuarcíticas, en donde había un picadero o taller lítico con abundantes restos de núcleos, lascas y proyectiles rotos o sin terminar. Esos talleres corresponden a los hombres del Holoceno temprano e incluso a los paleo-cazadores del Pleistoceno que convivieron con los últimos restos de la megafauna de la edad del hielo.

Llama la atención de que algunos de los núcleos desde donde obtuvieron las puntas de proyectil están cubiertos por barniz del desierto lo que prueba su remota antigüedad. Las quebradas que bajan desde las laderas occidentales de las serranías del Chañi muestran claros signos de viejas glaciaciones. Remontando algunas de las quebradas que bajan al río Toro desde El Rosal se pueden ver viejos valles que fueron ocupados por el hielo por los cuales hoy circula agua líquida.

Antiguos valles que evolucionaban hacia formas en “U” y se convirtieron en formas en “V”. Donde los materiales arrastrados pertenecen a viejas morenas de escombros glaciarios que fueron removidas posteriormente. A ello se suman los materiales que debieron estar expuestos a la actividad periglaciaria. Las firmas ambientales superpuestas, glaciar y fluvial, dan un hermoso cuadro de palimpsesto paisajístico.

Los estudios llevados a cabo por investigadores de la Universidad de Potsdam, entre ellos Manfred Strecker, George Hilley, Taylor F. Schildgen, Stefanie Tofelde, Hella Wittmann, Elizabeth N. Orr, entre otros, han demostrado que la formación de terrazas y abanicos se remonta a los últimos 800 mil años y que los procesos de relleno y erosión se han repetido cada 100 mil años. También se han encontrado repeticiones cada 21 y 40 mil años en todos los casos siguiendo los ciclos de la relación Tierra-Sol que oportunamente propusiera Milankovitch.  Antes resultaba muy difícil obtener las edades de esas viejas superficies.

Sin embargo ahora es posible gracias al uso de radionúclidos cosmogénicos (berilio 10), una técnica que se aplica a las rocas con cuarzo expuestas en la superficie y sometidas al bombardeo cósmico. San Bernardo de las Zorras es un pueblo bucólico, detenido en el tiempo, donde las horas pasan lentamente. Un lugar para visitar y disfrutar de la hospitalidad de sus pobladores, pastores, agricultores y artesanos sencillos, herederos atávicos de una cultura milenaria. 

* Doctor en Ciencias Geológicas


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews

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