RICARDO N. ALONSO *
En el medioevo fueron considerados como "juguetes de la naturaleza" (lususnaturae) y tuvieron las más disímiles interpretaciones sobre su origen. Al igual que las "piedras figuradas", muchas de las cuales resultaron ser auténticos fósiles de animales o vegetales.
Costaba aceptar en aquellos tiempos de oscurantismo la existencia de organismos en el interior de las rocas, algo que los griegos habían superado en la antigüedad. Por ello era más fácil recurrir a engaños de la naturaleza, influencia diabólica o cuestiones astrales para buscar una explicación que no chocara con las escrituras. Los dientes fósiles de tiburón en Malta habían sido considerados como "glossopetras" o lenguas petrificadas de serpientes. La tradición señalaba que una víbora había mordido a San Pablo en su naufragio en Malta y este las maldijo convirtiendo sus lenguas en piedra. Tuvo que venir el geólogo Nicolás Steno, hoy santo y doctor de la iglesia, a aclarar el asunto en el siglo XVII.
LAS FORMAS FASCINANTES
Otras formas pétreas fueron atribuidas a cuestiones mágicas y empleadas en asuntos médicos. Aún hoy los médicos kallawayas de los Andes rescatan para su farmacopea la "piedra trueno", la "piedra rayo", la "piedra águila", así como la "piedra imán" y un sinnúmero de rocas y minerales a los que atribuyen un poder mágico y curativo.
Antiguamente eran muy apreciadas las "piedras bezoar", cálculos pétreos que crecían en el estómago de ciertos animales y se consideraban un antídoto contra venenos y también servían de amuletos. En las costas de Noruega se recogían unas concreciones curiosas llamadas "melikarias" o "muñecas de mar". En los horizontes de suelos pampeanos abundan las toscas y dentro de estas los llamados "muñecos de tosca", donde se presentan las formas más curiosas y caprichosas.
En la mayoría de los casos hasta ahora mencionados se trata de crecimientos en materiales sedimentarios, de figuras caprichosas, que dan lugar a las más inverosímiles interpretaciones. Tal vez sean más conocidas las geodas, especialmente las que están rellenas de cristales de cuarzo, a veces de hermosos colores violetas llamados amatistas. Las geodas son muy comunes en los basaltos del Paraná que se remontan a 135 millones de años atrás, en el periodo Cretácico. Las hay de muchas formas y están compuestas por una corteza de calcedonia y un interior hueco donde crecen libremente los cristales.
Las geodas redondas, como pequeñas bochas, quedaban muchas veces libres por la meteorización de los basaltos y los conquistadores españoles las llamaron "cocos de la tierra" y las atribuyeron a antiguas balas de cañón. Nódulos de alabastro son muy comunes en muchos horizontes de yeso en el norte argentino. Se pueden realizar con ellos finas artesanías. La ulexita de los salares o borato común se presenta también en nódulos caprichosos a los que los mineros llaman "papas".
En el interior de las calizas suelen crecer nódulos de sílice que luego quedan libres por la meteorización. Muchos de ellos tienen formas de riñones. Están compuestos por cuarzo criptocristalino y reciben el nombre de chert o flint. Con ese material los hombres de la edad de piedra fabricaron sus armas y utensilios. Se considera también una de las actividades mineras más antiguas.
La propiedad de arrojar chispas al ser golpeados sirvió para fabricar las viejas pistolas de pedernal. La abundancia de nódulos de chert en el sur de Inglaterra sirvió para que muchos hicieran sus casas con ellos las que resultaron indestructibles.
El fondo de los océanos contiene una amplia variedad de nódulos de manganeso, que son también portadores de fósforo, titanio, cromo, cobalto y níquel.
SALTA EN GONDWANA
El norte argentino estuvo completamente cubierto por el mar unos 470 millones de años atrás, en el periodo Ordovícico de la era Paleozoica. Eran mares fríos en una posición peri-polar del Gondwana. Vivían allí numerosos invertebrados marinos, entre ellos los trilobites y braquiópodos. Sus restos se encuentran fosilizados en los sedimentos finos y a veces forman concentraciones llamadas coquinas o lumaquelas. En los sedimentos que se depositaban en ese fondo marino, principalmente arcillas, limos, arenas y, en menor medida calizas, crecieron una amplia variedad de nódulos y concreciones.
Son famosas las que se encuentran en Pascha, un valle lateral de la Quebrada del Toro, ya que algunas en su interior contienen trilobites y en casos excepcionales superan los 20 centímetros.
La mayoría de esos nódulos y concreciones no tienen nada que ver con fósiles, aunque se encuentren en los mismos estratos. Se trata de concentraciones de material inorgánico, antiguos geles que fueron precipitando y creciendo en el interior de los sedimentos. Ellos adquieren formas diversas y van desde unos pocos centímetros a medio metro de diámetro. Pueden considerarse como formas inorgánicas o pseudo-fósiles (falsos fósiles). Como también lo son las dendritas de manganeso, que muchos confunden con verdaderos helechos fósiles.
Las capas de sedimentos portadoras de esos nódulos y concreciones se convirtieron luego en estratos y más tarde se compactaron y deformaron. En los últimos millones de años, con la orogenia andina, esto es el levantamiento de la cadena montañosa, esos estratos fueron ascendidos formando bloques montañosos. Luego la erosión comenzó un trabajo sin prisa, pero sin pausa, para desgastar esos relieves creando ríos, quebradas y cañones que cortaron profundamente las rocas. Los materiales arrancados a las montañas en los procesos de meteorización y erosión comenzaron a ser transportados por los ríos en función de la pendiente.
Es así como, desde las montañas del oeste del Valle de Lerma, esas que los antiguos salteños llamaban las "Cordilleras del Poniente", y que hoy conforman cordones como la sierra de Chañi, los nevados de Lesser y Castilla, cerros de Pascha y otros relieves, bajan numerosos ríos cargados de las rocas arrancadas en su trayecto.
Ríos como Potrero de Castillo, Agua de las Nieves, Yacones, Lesser, Leseriño, Castellanos, Potrero de Uriburu, Potrero de Linares, Puerta del Cielo, Pascha, Incamayo y otros traen abundantes rodados de las rocas marinas ordovícicas. Entre esos rodados hemos encontrado excelentes ejemplos de nódulos y concreciones, de diversas formas y tamaños, esféricos y aplanados, algunos como pelotas de fútbol y otros como pelotas de rugby, incluso como ruedas de vehículos pequeños. O todas las formas que se puedan dar por analogía (bochas, pesas, discos, hogazas de pan, etcétera).
Algunos están completos y otros rotos al medio por la erosión y el transporte. Los que están rotos muestran la forma interior de crecimiento. Algunos tienen una curiosa costra con una bella estructura "cono en cono", esto es unos conos empotrados en otros conos, como una sucesión de chapas corrugadas superpuestas. Se sabe que muchos de ellos se formaron en cientos, miles o millones de años. Todo de acuerdo a las presiones que sufrieron los sedimentos, la carga de materiales que se les sobrepuso, el escape de los fluidos, el ambiente físico químico de acidez y oxigenación y otros asuntos por demás complicados.
SEPTARIAS, O "PIEDRA TORTUGA"
Por suerte un argentino, el Dr. José Sellés Martínez de la UBA, es un experto internacional en el tema y tiene excelentes artículos publicados donde recurrir.
El hallazgo de nódulos y concreciones se realizó en los viajes de campo sabatinos que organiza con alumnos y graduados, la Cátedra Libre de "Teoría, Historia y Filosofía de la Geología" de la Escuela de Geología de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Salta, a cargo del suscripto. En uno de los viajes, en la alta cuenca del río Arenales, se descubrió una septaria en perfecto estado de conservación en el cauce del río. Las septarias son unos nódulos chatos fracturados en superficie, con las fracturas rellenas de carbonato de calcio o calcita. Reciben el nombre por la disposición en septos o tabiques. Las septarias se caracterizan por un juego de fracturas radiales y otro juego de fracturas concéntricas ambos desde el centro a la periferia.
Tienen la perfecta apariencia de un caparazón de tortuga. Ello les lleva a algunos a suponer que efectivamente son tortugas fósiles, pero nada más alejado de la realidad, ya que se trata de nódulos inorgánicos y que se formaron cientos de millones de años antes de que aparecieran las tortugas sobre la faz del planeta. Precisamente, a estos nódulos se les llama en lengua inglesa "Turtle Stone" o piedra tortuga. No es raro entonces que algunos nódulos hayan sido confundidos con caparazones de tortugas y también con huevos de dinosaurios. Hay una amplia variedad de septarias de acuerdo a la forma y aberturas del núcleo central y también al diseño de vetas en la superficie que puede ser ortogonal, axial, pentagonal, etcétera. El ejemplar encontrado en el río Arenales es el clásico ejemplo de libro con forma de piedra tortuga. Dicha septaria está bajo investigación en la cátedra de Mineralogía de la UNSa con la idea de donarla a un museo de la ciudad para su futura exhibición.
* Doctor en Ciencias Geológicas