JULIO VILLALONGA *
Fernando Navarro es uno de los dirigentes del Movimiento Evita y secretario de Políticas Parlamentarias, Institucionales y con la Sociedad Civil de la jefatura de Gabinete que ahora conduce Juan Manzur.
En unas recientes declaraciones que, en el fárrago desatado la semana pasada por la grave crisis política en el oficialista Frente de Todos (FdT), no tuvieron la repercusión que merecían.
Dijo: “Empezamos a caer desde que apareció la primera denuncia de una señorita que había estado en una revista con poca ropa, desde que empezaron las conjeturas de visitas de mujeres a Olivos. Desde antes del cumpleaños de Fabiola empezamos a caer. Yo lo veía todos los días porque lo primero que hacía cuando me levantaba era mirar las encuestas. Esa encuestadora había cerrado ese domingo 0,7 arriba provincia de Buenos Aires. No la quise creer. Estábamos en empate técnico”.
Navarro dijo muchas cosas en este párrafo y otras más en el mismo reportaje radial, en el que parecía hablar, no ante un micrófono sino café de por medio con su interlocutora.
Mencionó las “conjeturas de visitas de mujeres a Olivos”, un rumor que hasta que él lo mencionó no había llegado a la opinión pública. Es difícil que el presidente Alberto Fernández le haya agradecido el servicio. Y luego abrió la ventana a otra intimidad de la Casa Rosada que es el manejo de las encuestas, algo de ningún modo exclusivo de esta Administración.
Contó que una consultora ajena a las operaciones políticas –de la oposición, se infiere- le aseguró al Gobierno el domingo de las Primarias que ganaba en la provincia que maneja Axel Kicillof por menos de un punto, cuando la amplia mayoría de las encuestadores le daban entre tres y ocho puntos de ventaja, salvo alguna excepción, incluso las que operaban a favor de los opositores. Navarro pareció justificarse ante Cristina Kirchner, quien en su fatídica carta al primer mandatario le recriminó que le venía asegurando que ganaban cuando las “políticas de ajuste” del gasto de su ministro de Economía, Martín Guzmán, a ella le hacían presagiar la catástrofe electoral que se avecinaba.
La revelación de Navarro deja en claro que la derrota fue una sorpresa para el oficialismo, aunque ya todos saben que las encuestadoras tienen un margen de error bastante mayor al que admiten por el universo poblacional al que no acceden, más allá del grado de fiabilidad de quienes responden los sondeos telefónicos. De los ocho puntos a favor de las encuestadoras más optimistas a los casi cinco en contra de la realidad en las PASO, hay 13 puntos porcentuales de distancia. Una enormidad.
Lo que ya todos admiten en el oficialismo es que no funcionó el “tester” histórico del peronismo en todas las elecciones, que no son los sondeos sino el contacto con los punteros y sus bases en el Conurbano bonaerense. Y esto ocurrió porque la mayoría de la ingente ayuda destinada por el Ejecutivo a los movimientos sociales –propios y ajenos- no llegó a sus beneficiaros, lo que motivó que el 13 de septiembre se desatara una verdadera “caza de brujas” dentro del FdT para castigar a los “traidores” que boicotearon la performance del oficialismo en el territorio. Un experimentado político como el senador (MC) Jorge Yoma apuntaba esta semana en televisión que el presupuesto social se divide en tres grandes segmentos: un tercio que llega realmente a los destinatarios, otro tercio que figura como llegando efectivamente pero que queda en manos de intermediarios y el restante, que ni siquiera se sabe adónde va.
(De paso, Yoma se preguntó –no está claro si con insidia o no- qué le pasó a CFK como para reaccionar del modo intempestivo que lo hizo por una derrota en una PASO previa a una legislativa, cuando todavía restan dos años de mandato).
De inmediato, con el fin de recuperar el terreno perdido, el Presidente le ordenó a varios de sus funcionarios (Fernanda Raverta de la ANSES, el ministro de Hábitat Jorge Ferraresi y el de Desarrollo Social Juan Zabaleta, entre otros), que se lanzaran a ajustar los circuitos de distribución de los subsidios existentes mientras lanzaba un rosario de anuncios de nuevos pagos, créditos y ayudas de toda índole para “poner plata en el bolsillo de la gente”, según el obsceno concepto que manejan en el oficialismo.
El último tramo de la presidencia de Mauricio Macri, los dos años de pandemia y los notorios errores de gestión del Gobierno nacional terminaron por dinamitar gran parte del capital político del kirchnerismo en el distrito bonaerense: se verá si solo por esta elección o de aquí en más, lo que puede atacar la base de sustentación del legado político de CFK (la violencia de su enojo en buena medida se debe a esto, aunque muestra una notable falta de templanza).
Por otra parte, con criterio, la diputada massista Cecilia Moreau, que tomó distancia de las “irrespetuosas” opiniones de su colega “cristinista” Fernanda Vallejos sobre el jefe de Estado, advirtió en modo "vintage" que si el oficialismo y sus aliados siguen haciendo política pensando en revertir el resultado electoral el 14 de noviembre, están "fritos”. Pragmática, la legisladora puso el ojo en el 15 de noviembre y en el 2023, aunque para muchos no había 2023 sin 2021.
Así las cosas, la disputa pública entre CFK y AF dinamitó en la semana de catarsis posterior a la derrota buena parte de las posibilidades –si existían- de revertirla. Y todo lo encarado desde entonces es “control de daños”, según admitieron cerca del Presidente quienes todavía conservan algo de calma.
* Director de Gaceta Mercantil