MARCELO BONELLI
El diagnóstico de las principales entidades empresarias es que todas las variables están en agudo desequilibrio, con una recesión inédita. Existen encuentros para proponerle un plan de crisis a la Casa Rosada.
Susan Segal, la chairman del Council of the Americas, fue la encargada de seleccionar las inquietantes preguntas para el ministro. Martín Guzmán había hablado ya media hora sobre la deuda, cuando la influyente lobista de las “multis” empezó el interrogatorio. La jefa del Council preguntó a quemarropa: “¿Cómo enfrentará Argentina los fuertes desequilibrios macroeconómicos?”. Guzmán se sinceró: “Ahora, la única prioridad es mantener la mayor cantidad de empresas vivas”. Y remató: “Existe una gran incertidumbre sobre cuánto dura la pandemia y sólo haremos planes de emergencia”.
Entre los empresarios del poderoso Council of the Americas existe un diagnóstico severo del inmediato futuro. Un paper que circula entre los jerarcas de Manhattan habla de una caída del PBI –mayor a la estimada por el FMI- del 14%.
También proyectan una ola de convocatorias y quiebras. Así como un fuerte efecto social: desocupación y pobreza y clima social caliente hasta diciembre. Un integrante de ese encuentro concluyó en mesa de colegas: “Una situación caótica. El año próximo rebota”.
En Buenos Aires, existe temor en todas las entidades empresarias de que Argentina avance hacia una “tormenta perfecta” en la economía. Es un tema que se habla sólo en estricto privado: ningún hombre de negocios quiere admitir en público -y menos fogonear- que todas las variables de la economía están en desequilibrio.
El sábado a la noche, Alberto Fernández convocó a Guzmán para tratar la cuestión. A solas, ambos hablaron poco de la negociación de la deuda y mucho de la desbordada situación macroeconómica.
Alberto dio otro mensaje de apoyo al ministro: le pidió que prepare un plan post-pandemia. Así respondió a una insistente versión del “círculo rojo”: que Guzmán dejaría su cargo una vez que cierre –o no– la renegociación de la deuda.
La crisis sanitaria dejó al desnudo la inutilidad de la mayoría de los ministerios creados por el propio Presidente para conformar al Frente de Todos. Alberto controla su gobierno sólo con un puñado de ministros y asesores de confianza. Entre ellos, Santiago Cafiero, Gustavo Béliz, el propio Guzmán, Ginés García, Daniel Arroyo, Matías Kulfas, Wado de Pedro y Julio Vitobello.
La mayoría del resto del Gabinete calienta sillas y gasta fortunas en una obesa e innecesaria burocracia. La opinión en la UIA, los banqueros de ADEBA y la influyente Asociación Empresaria es coincidente: el diagnóstico económico es aterrador.
Argentina entró en una recesión inédita, continúa en default, el déficit fiscal es infinito, existe una brecha cambiaria enorme y la emisión monetaria es lo único que se reactivó en la economía.
La maquinita funciona a todo trapo. La Casa de la Moneda trabaja 24 horas en tres turnos para no aflojar la emisión. La necesidad de billetes es tan abrumadora que esta semana hubo alarma: preocupación en el BCRA por un obligatorio freno a las máquinas de hacer moneda. El alerta ocurrió porque el Covid contagió a operarios y eso obligó a frenar la impresión de billetes en la planta de la ex Ciccone.
Miguel Acevedo, el jefe de los industriales, insiste: “No tenemos que romper el diálogo con la Casa Rosada, porque lo que viene es dificil”. Clarín confirmó que existen innumerables encuentros para intentar proponer un plan de crisis a la Casa Rosada. Luis Barrionuevo lo opera desde la CGT y del diálogo participan jerarcas de la UIA e importantes hombres de negocios. También son figuras de consulta Roberto Lavagna y Martín Redrado.
La intención de este grupo sería elaborar un programa económico y lograr un consenso para su aplicación. En sus diálogos secretos existe una opinión: “La tormenta perfecta” abre una oportunidad para aplicar un plan de crecimiento. Lavagna tiene un diálogo fluido con el Presidente. Volvieron a hablar después del al muerzo en Olivos. Fernández lo fomenta y expone, para frenar el avance de la ideas anticuadas del kirchnerismo duro que lidera Cristina.
El acercamiento de Alberto a la actual vicepresidente –por el intento de expropiar Vicentin– le generó un costo altísimo al Presidente.
El ministro Martín Guzmán, en una videoconferencia. Foto Télam
Primero, deshilachó las alianzas políticas con los gobernadores. También sembró infinidad de dudas en el movimiento empresario: reavivó las dudas sobre quién gobierna y también sobre el rumbo de su política.
La cuestión estuvo presente en una selecta reunión de fuertes inversores internacionales. Fue una presentación de Marcos Galperin, el empresario más rico de la Argentina. La convocatoria la hizo el titular del JP Morgan, Facundo Gómez Minujin.
Las preguntas de los 600 inversores se concentraron en dos ideas: ¿Argentina va hacia una económica estatista? ¿Existe plan económico? Lavagna le transmitió a Alberto una idea central: que debe terminar de cerrar el acuerdo de la deuda.
Miguel Pesce comunicó que el empantanamiento en las negociaciones reavivó la avidez por el dólar y que los exportadores de CIARA frenaron el pautado ingreso de billetes.
Lavagna también comentó en la Quinta de Olivos las versiones que existen en Manhattan sobre decisiones que habrían favorecido al fondo Pimco. Alberto trató la cuestión con el propio ministro. Guzmán le confió: “Es un rumor infundado”.
El Presidente sostiene que son operaciones que hacen circular los “lobos” de Wall Street con la intención de erosionar al ministro en el crucial tramo final de la negociación. Se refiere al multimillonario programa de “normalización de la deuda en pesos”, donde hay muchos acreedores y Pimco tenía fuertes colocaciones desde la época de la bicicleta financiera de Federico Sturzenegger. Dan Ivascym es el “lobo” de Pimco que se adjudica la negociación con Argentina. Por eso, Jennifer O´Neill, la negociadora de BlackRock, acusa al Palacio de Hacienda de otorgar un trato preferencial a Pimco y así darle una salida a sus colocaciones de la época de Mauricio Macri.
La cuestión enrareció la negociación externa y fulminó una especulación de los mercados: que ya había un acuerdo y que el anuncio era inminente. En verdad, está muy avanzado un acuerdo con dos de los grupos acreedores: los liderados por el mexicano David Martinez (Fintech) y Hans Humes (GreyRock).
Pero no alcanza: Larry Fink, el mandamás de BlackRock, arrastra a posiciones duras a poderosos como Ashmore, Fidelity y Templenton. Ahora, este grupo reclama un paquete de cláusulas legales “indigeribles” para Argentina y menos para el relato kirchnerista.
La exigencia tiene 22 puntos y está redactada en un breve “memo”. Existen solo tres copias: una la tiene Alberto, otra Guzmán y la tercera, Cristina.
Primero reclaman condiciones contractuales otorgadas por Néstor Kirchner. Pero no sólo eso: una serie de reaseguros y penalidades por si Argentina vuelve –en el futuro- a un default. Una es obligar a que Argentina acepte el monitoreo anual y permanente del FMI.
La otra es aún más dura: habilitar a que los bonistas puedan iniciar embargos sobre el Banco Nación, Aerolíneas Argentinas y el Fondo de Garantía de la ANSeS.
Se trata de exigencias inesperadas. Lo complican a Guzmán y algo peor: reflejan que no existe ninguna confianza en la capacidad y voluntad de pago de la Argentina.