MARCELO BONELLI
El ministro de Hacienda redactó este jueves a la noche la resolución que extenderá las tratativas con Wall Street por la deuda. Quiénes lo apuntalan.
Fuertes cruces verbales. Emisarios secretos. Cónclaves a la madrugada y reproches entre funcionarios. Todo formó parte de la negociación secreta a contrarreloj para que Argentina evite entrar en default.
Martín Guzmán redactó el jueves a la noche la resolución que extenderá la negociación con los “lobos” de Wall Street. La enviará este viernes a la SEC de los Estados Unidos: abre un nuevo plazo de 10 días. Pero un artilugio legal -una “enmienda” futura- lo extendería hasta el 13 de junio.
La resolución del ministro es un atajo: Argentina no calificó para activar la cláusula “stand still”. La cláusula –que usó Ecuador– evitaría el mal trago de entrar este viernes en default. La Casa Rosada este viernes no paga y hará un default técnico. Pero el acuerdo con los acreedores permitirá ponerle un bálsamo al incumplimiento y edulcorar las consecuencias. Para eso, Wall Street bajó sus pretensiones y Argentina mejoró su fórmula de pago.
Ahora, los bonistas reclaman cobrar un 52 % del valor de la deuda. Argentina estiró hasta el 45 %. Las diferencias persisten: se trata de la friolera de unos 5.000 millones de dólares.
Guzmán insiste en que tiene limitaciones para acordar y trata de mantenerse fiel a sus teorías y dogmas que adquirió en los claustros de Columbia. Para eso, utiliza un argumento ultra-ortodoxo: que no puede ceder más, por las limitaciones técnicas que le impuso el FMI.
Se refiere al informe sobre “sostenibilidad de la deuda” que elaboraron funcionarios de cuarto nivel en Washington. Suena a excusa. Ese “paper” lo hicieron los burócratas del FMI Julia Kozak y Luis Cubeddu. Nunca fue vinculante, pero Guzmán se escuda en sus recomendaciones para mantenerse inflexible.
Sus conclusiones –que nunca tuvieron el aval del board del FMI- están en línea con las tesis, creencias y el discurso que el ministro utilizó y –hasta ahora- no funcionó en la negociación con Wall Street.
Un “memo” interno del equipo económico explica así la actual situación: “Todavía hay un camino por recorrer. Aún falta para un acuerdo”. Ese “paper” confirma el rumor que existía el jueves a la noche en Manhattan: que a pesar de las directivas políticas, Guzmán no cambiará su actitud beligerante.
Kristalina Georgieva se siente cómoda con el ambiguo discurso del FMI. Insiste con un relato a favor de Argentina, pero no adopta ninguna medida concreta que beneficie a Argentina. Ahora no aclara qué alcance real tiene ese “paper” técnico del FMI.
Dicen que los acreedores reclaman un pago en efectivo para cerrar el acuerdo. El pedido sería de 3.000 millones de dólares. Se trataría de tres cuotas anuales de 1.000 millones. Hubo sondeos de la Casa Rosada en el FMI y las respuestas solo fueron evasivas. Clarín pudo confirmar que el Fondo no dará ninguna ayuda y que tampoco existe la promocionada mediación del Tesoro de Estados Unidos.
Ocurre después de un fuerte debate al máximo nivel del gobierno. Los funcionarios políticos no quieren que los dogmas de Guzmán interfieran en una solución.
La escapada del dólar y el miedo a una eventual hiperinflación preocupó en el Frente de Todos. Ambos fenómenos financieros son dinamita pura contra la economía: el freno de la cuarentena, puso en terapia intensiva a la actividad. Un informe secreto que circula en la Jefatura de Gabinete lo dice: este año la economía tendría una caída del 10% del PBI.
En este marco, sería fatal un default: comprometería la gobernabilidad. Por eso, el Presidente dio la orden a Guzmán: “Tenemos que cerrar un acuerdo”.
Alberto Fernández visitó este jueves una planta de procesamiento de alfalfa en Santiago del Estero.
Cristina Kirchner recurrió a una misión secreta de Miguel Galuccio. El ex titular de YPF negoció con Larry Fink, titular de Blackrock, y habló con Hans Hume, de Greylock y líder de un comité de acreedores.
Sergio Massa sondeó a sus habituales contactos en Wall Street y envió un mensaje idéntico del Presidente: Argentina no quiere un default.
El banquero Jorge Brito -por pedido de la Casa Rosada- buscó consensos con David Martínez, el titular del Fondo Fintech.
El cambio de estrategia sucedió después del traspié del 8 de mayo. Ese día, la mayoría de los acreedores externos rechazó la estrategia inicial de Guzmán: sólo tuvo una adhesión total del 17,28 %. Fue un fracaso.
En la Quinta de Olivos hubo reproches porque el Palacio de Hacienda siempre tuvo una visión excesivamente optimista. También muchos funcionarios pasaron factura al ministro por el tiempo que desaprovechó: la propuesta de pago estuvo lista en abril, cuatro largos meses después de la asunción del gobierno.
El debate interno provocó confusiones entre los bonistas. Los “lobos” de Wall Street aprovecharon y lanzaron una ofensiva contra el propio Guzmán.
El fin de semana circularon infundadas versiones sobre la continuidad del ministro y todo terminó con una fuerte ratificación del Presidente. La ofensiva de Manhattan se inició porque vieron complicado al ministro. Los fondos no tienen buen diálogo con Guzmán y pretendían desplazarlo y buscar otro interlocutor con Argentina. Alberto frenó a todos en seco: “El único interlocutor con los acreedores es y será Martín”, reiteró.
El Presidente tiene una debilidad por el ministro y pondera sus cualidades técnicas. Incluso pensó en dotarlo de mayor poder sobre el resto de los ministros del área económica.
Así, el Presidente le habló a la propia tropa: una cuestión son los reproches internos, y otra ser funcional a los “lobos” de Manhattan.
También, el equipo económico tuvo agarradas en conversaciones informales con Massa y Maximo Kirchner. Massa les dijo: “Ustedes hacen experimentos, pero nosotros somos los que damos la cara”.
Fue en este marco que la vicepresidenta le pidió la gestión secreta al ex presidente de YPF. A pesar de su relato contra el FMI y los bonistas, Cristina siempre tuvo como prioridad pagarles –y muchas veces en forma suculenta- a los acreedores. Galuccio tuvo –por lo menos– dos charlas con el dueño del poderoso Blackrock.
En la primera le transmitió a Fink el deseo de pagar de Argentina y fortaleció la posición negociadora de Guzmán: pidió que Gerardo Rodríguez –ejecutivo de Blackrock- dejara de bombardearlo. En la segunda se discutió la propuesta que exige Blackrock. Fink aceptó moderar sus pretensiones. Se logró bajando la “tasa de salida” al 10 %.
En la Casa Rosada admiten que la vicepresidenta es quien fogonea las críticas a Horacio Rodríguez Larreta. En verdad el “albertismo puro” cree que atrás del embate al jefe porteño existe otro objetivo: marcarle la cancha y complicar al Presidente.
Cristina -y Mauricio Macri- vuelven a coincidir: ambos están inquietos porque Alberto y Larreta alcanzaron fuertes niveles de aceptación popular. La ofensiva de los sectores duros del kirchnerismo contra los empresarios buscaría similar objetivo: complicarle la búsqueda de apoyos anti-grieta al Presidente.
Primero comenzó Máximo Kirchner con el impuesto a los ricos. Las dudas iniciales activaron la salida de depósitos en dólares. Ahora sigue el hostigamiento a los grandes empresarios con el proyecto de cambiar ayuda estatal por acciones. Así, los “duros” del Frente de Todos se parecen a la orquesta del Titanic: siguen enamorados de sus románticos y arcaicos relatos mientras que la economía –y también los obreros- se hunden en el mar de la recesión.