DANIEL BOSQUE*
(Para Walter, Julio, Silvio, Doris, Carlos y Julierth, trabajadores de diversos países, complicados por la cuarentena)
Cien días después de la cuarentena, Alberto, Axel y Horacio han quedado atrapados en lo peor de sus tormentas: colapso sanitario + crisis socioeconómica + cansancio ciudadano. Con el virus en la nuca, las autoridades marchan a enclaustrar a una población ya harta de estar harta, lo que no se debería confundirse con inconciencia colectiva frente a la pandemia.
Volvemos a la Fase 1, como en aquel virginal 20/3, aunque un buen porcentaje de los amados vecinos a cuidar hoy no quieren saber nada. No porque no le teman al maldito Covid-19, más bien no confían en presentadores y teloneros que les fueron dando largas. No convenceréis, ni los políticos votados para salir de la crisis monumental ni los epidemiólogos de la mass-media, figuritas repetidas que contaron por enésimas cómo el virus es un mañoso infernal que te cocina en un santiamén y al que estamos aprendiendo a conocer juntos. Algo así como el matrimonio, pero más mortal.
El ranking mundial de víctimas de la pandemia china está encabezado por los negacionistas de marzo-abril (EE.UU, UK o Rusia). Argentina aplanó la curva famosa hasta donde pudo y es ejemplo para prensa y ciencia mundial. Porque nos encerramos de entrada y a los empujones, desenchufando esencialidades luego reconectadas como bancos, petróleo-gas y minas, no somos Uruguay ni Paraguay, las moscas blancas de la región, pero tampoco sumamos muertos en pala como Chile, Brasil, México o Perú, la comparación que reparte a cada hora Alberto Fernández. Confinarse a veces no basta, fijarse en los peruanos que lo hicieron antes y hoy octuplican nuestras cifras de muertos.
Los latinoamericanos somos derechos, humanos y pobres. Y ahora mucho más. Los mercados populares de Santiago, Lima, el ex DF o cualquier otra ciudad del hemisferio se repletan de gentes, desafiando a las autoridades. Aunque las TVs machaquen con que ahí, entre hortalizas y pescados, se enferma más fácil, como en Wuhan, lo mismo que en guaguas, micros, bondis o metros. Donde hay grana hay maña, proverbio azteca.
Toca hablar aquí de la desigualdad, con licencia de los presentes. “No creo en el racismo, porque donde entra un negro rico, el blanco pobre queda afuera”, decía Pelé. En este encuentro del globo y la historia, pobres y morenos americanos suman más muertos que los horrorosos geriátricos de Europa. Vuelvo a la tele argentina que reclama a más de 3.000 recuperados que donen plasma, un recurso efectivo pero escaso del que disfrutan altos signatarios que se sanan al tiro como Boris Johnson. No es sólo ADN, pertenecer tiene sus privilegios.
- “¿Crees eso del virus, vos que sos periodista?” me pregunta Andrés, el encargado de mi edificio.
-“Claro – le digo - y lo que más me aterra, como a todos, es la denigración. Que de un momento a otro la pandemia te mete en su fría maquinaria médica, te aislaron, con suerte conservás tu celu, cero autonomía de voluntad, desconocidos irán por las camas diciendo vos sí y vos no te salvas, y si todo va mal terminás en una triple bolsa negra…”
- “No nos va a pasar nada y volveremos a la Bombonera”, se despide. Tal vez se me fue la mano.
Maldita pesadilla la de no confiar en tu mesías. No poder entregarte mansamente a la salud institucional. Esta no es la gripe española en que se metían ajos en la alforja, cebollas bajo la cama o alcanfores en el cuello, vamos a puras redes con las biblias oscuras de la OMS y certámenes intercontinentales de muertos. Viral en whatsapp, el viejo y polémico médico Vernon Coleman dice que en la platea de la pandemia hay tres grandes públicos: los aterrorizados, los anti vacuna - antisistema y la gran franja que ve hacer y deshacer sus vidas y haciendas “guardando un sumiso silencio”.
Buenos Aires, la Reina del Plata, se preparaba para un 2020 de 12.000.000 de turistas extranjeros que dejarían no menos de US$ 6.000 millones en la calle, más del doble de lo que exporta la minería argentina, casi un tercio de su pool trigo-maíz-soja. Pero hoy la ciudad sensual y ruidosa como pocas es un páramo, con el 70% de sus empresas en llamas. El ministro Matías Kulfas se pone el barbijo como parche en el ojo y dice que el 80% del país ha vuelto a andar, y omite el dato del AMBA, nuestra Lombardía, en la que están buena parte de los 100.000 comercios a punto de desaparecer con la remake criolla de “Un día sin mejicanos”, el film que hizo desaparecer a los trabajadores latinos de USA. Tomá agua y tragá.
El 95% de los contagiados en el país. En Buenos Aires y sus satélites chocaron dos trenes, dos sistemas, el político y el sanitario. El peronismo bonaerense ha quedado envuelto en una crisis distributiva insoluble, no puede superar el duro cuadro que dejó la era Macri, ni dar solución a lo que disparó la pandemia/cuarentena. En las villas y asentamientos crecen como pueden buena parte de ese 56% de niños pobres que ha cifrado la Universidad Católica Argentina (UCA), carne de cañón del menudeo narco. Por radio, Juan Paulenko, periodista de La Matanza cuenta que no se puede entrar a las villas porque los narcos tienen A-47 y bazookas, que eso complica la lucha contra el virus.
El Covid 19 repite la ruta del futbol hace un siglo. Lo trajeron los chetos, dice La Cámpora, y se hizo fuerte en los fangosos arrabales. Siempre queda la duda, reiterada aquí sobre la caracterización y tratamiento de esta enfermedad. “Si te agarran los síntomas, antes que nada enchufate ibuprofeno y un antigripal, tenés que bajar la carga viral, para contagiar menos y acelerar la cura. Este es un virus más sofisticado y reforzado que la Gripe A y tenés que tirarle con todo desde el primer momento”, me dice Javier, un médico que estuvo en la línea de fuego del H1 N1 en 2009, que prefiere no polemizar con los textos sagrados que prescriben la oscuridad y la pasividad ante los primeros indicios. Nueve de cada diez conocidos me reconocen que no saben qué hacer si se sienten mal, que vieron en la prensa y en las redes que hay que tomar paracetamol, tés y mucha agua y ver cómo resiste el cuerpo. Vuelvo a la tele, los gurús del virus reiteran el número de emergencias. Rocío, del tercer cordón del GBA, me cuenta que llamó por su marido ayer y el médico tardó 10 horas en llegar.
No logro despegarme de la pantalla. Acabo de ver a Santiago Cafiero, galán que mata con pedazo de billetera, tranquiliza con que el gobierno pagó 9.000.000 de subsidios IFE, pero ayer Canal 26 revelaba que sólo la mitad cobró los 10.000 pesos (130 dólares oficiales, cifra similar a la de Chile y Perú) abril. Alguien no dice la verdad, pero el gobierno lanza más planes de créditos a tasa 0 y promete seguir pagando mitad de salarios de más de 2.500.000 trabajadores. No alcanza, dice la UIA, que apostó fuerte al capitalismo nacional gelbardiano y ahora está en la lona.
Vuelvo a mi teléfono, lleno de info, parece que va a estallar. “Es raro, este es el país psicoanalizado por excelencia y poco se habla de los daños espirituales del sostenido encierro y aislamiento”, me dice Claudia, en cuyo pueblo a 70 km del Congreso Nacional ahora brotaron 40 casos, por el trasiego de gentes desde el conurbano infectado. Claro, hay poco espacio para lo espiritual para el discurso político y sanitario. "Queremos salvarte y que te cuides, ayudanos, dice Alberto ya habrá tiempo para ocuparse de las emociones y de la economía, repite el corifeo cero holístico frente a la pauperización, la falta de trabajo y proyectos, la tristeza y la soledad. No inventamos nada, en el mundo el reverso de tanta angustia e impotencia es la bronca. La era de la ira, me dice Roberto, desde Italia. En Europa y EE.UU después del encierro hay muchachadas que rompen cosas y tumban estatuas. Notable fenómeno 4.0: una edad de piedras sucede a otra de bronces.
La post pandemia será terrible en la Argentina, dicen los economistas, a pesar de que el FMI le hizo una rebajita a su pronóstico, gracias Kristalina Georgieva. Antes de fin de mes, podría aflojarse el nudo de nuestra deuda externa. Bienvenidos quitas y plazos de gracia pero entre 2018 y 2020 el PBI habrá retrocedido el 20%. Un tuit del Frente de Todos, after Vicentin, tranquiliza: dice que cuando pase el virus el Estado será el motor de la recuperación. Sí, tomá otro poco de agua.
Son las 4. AM, me despierto con la boca seca ¿Qué hago, me habrá pillado el bicho? Intento dormir, pero prendo la radio y escucho a Moris y su ’’Ayer nomás’’. Agarro otra vez el sueño y viajo: estoy en una isla, un paraíso, cuando de pronto el cielo se pone negro y caen miles de refucilos. Vuelvo a la conciencia, al mundo de este virus cabrón imposible de sujetar. El gobierno me reitera su #QuedateEnCasa y prohibe a runners y walkers. Google me tira a Angela Merkel, diciendo en marzo pasado que el 70% del planeta acogerá el virus, haga lo que haga, piense lo que piense. Y me acuerdo, no sé por qué, de Miguel Hernández: ¿Quién ha puesto al huracán jamás ni yugos ni trabas, ni quién al rayo detuvo prisionero en una jaula?.
* Director de Mining Press y EnerNews