ADRIÁN GONZÁLEZ
Para conectar las energías renovables al sistema eléctrico se necesita una infraestructura de red, tanto a nivel de transmisión como de distribución, que incluya líneas aéreas, cables subterráneos y submarinos y subestaciones eléctricas.
A pesar de lo obvio, este hecho ha sido ampliamente pasado por alto en varias regiones. Es necesario tomar medidas urgentes para evitar el retraso de las infraestructuras de red, lo que retrasaría la transición energética.
El objetivo de triplicar la capacidad de energía renovable para 2030 hace que la planificación y la inversión en el desarrollo de la red sean aún más urgentes. A diferencia de la generación concentrada basada en combustibles fósiles o en grandes centrales hidroeléctricas, los generadores eólicos y solares están distribuidos en áreas extensas y en múltiples ubicaciones.
Esto requiere expandir la red para permitir que se conecten y suministren la energía en las cantidades necesarias, donde y cuando se necesita. El suministro de electricidad confiable y accesible para satisfacer las crecientes demandas de energía que requiere la electrificación del transporte, la calefacción y la refrigeración y la industria, junto con el aumento de las necesidades de electricidad de la tecnología de la información, se basará en la infraestructura de la red.
Sin embargo, la implementación de la infraestructura de la red eléctrica no se realiza de la noche a la mañana. Debido a su naturaleza, las líneas eléctricas deben tener en cuenta el impacto social y ambiental en grandes áreas, a lo largo de todas sus rutas, lo que implica largos procesos de planificación y obtención de permisos y la participación de múltiples partes interesadas, lo que consume mucho tiempo y puede retrasar la implementación.
Junto con la agilización de estos procesos, las inversiones anticipadas pueden compensar estas necesidades de tiempo y son esenciales para desbloquear la expansión de la red y evitar futuros cuellos de botella.
ENERGÍA SOLAR FOTOVOLTAICA (FV) Y ALMACENAMIENTO: MEJOR JUNTOS
En los últimos años se ha observado una enorme disminución de los costes de los paneles solares fotovoltaicos y de las baterías, con reducciones de precios de los equipos de alrededor del 90% entre 2010 y 2023. Es probable que esta tendencia continúe debido a los avances tecnológicos, las técnicas de fabricación y las crecientes economías de escala.
Para maximizar el uso de la energía solar disponible algunas horas del día, la producción eléctrica de los paneles debe superar las necesidades en ese período, de modo que el excedente pueda almacenarse y utilizarse más tarde, hasta que vuelva a brillar el sol. Esto es posible con los sistemas de almacenamiento de energía en baterías (BESS).
Los avances y la reducción de costes en BESS han hecho que esta tecnología sea competitiva y especialmente adecuada para el almacenamiento a corto plazo, lo que permite el uso de energía solar fotovoltaica limpia también durante las horas posteriores a la puesta del sol, cuando los patrones de demanda tienden a alcanzar su pico.
Si bien la convergencia de las tecnologías de energía solar fotovoltaica y de almacenamiento de energía es esencial, para aprovechar todo su potencial es necesario superar desafíos sistémicos, lo que implica políticas claras y favorables y abordar la aversión al riesgo empresarial.
Los gobiernos deben implementar estrategias energéticas que promuevan explícitamente la integración de la energía solar y el almacenamiento, alineándolas con objetivos más amplios de transición climática y energética.
En función de las características específicas de cada sistema eléctrico, los responsables de las políticas nacionales y regionales deberían evaluar, entre las medidas de apoyo, objetivos cuantificables de almacenamiento de energía, respaldando estas ambiciones con incentivos a largo plazo y marcos regulatorios sólidos.
Al mismo tiempo, los actores de la industria y las finanzas pueden convertirse en líderes complementando los esfuerzos de política con audacia a la hora de buscar y aprovechar las oportunidades de negocio que ofrece la transición energética.
Dependiendo de los contextos nacionales, podrían ser necesarias reformas regulatorias para garantizar que se permitan y reconozcan las capacidades de los sistemas de almacenamiento (como equilibrar la variabilidad de la red, permitir el cambio de horario en horas punta y aumentar la resiliencia del sistema). Evitar ineficiencias, como el cobro doble por el acceso a la red, es esencial para crear mercados justos y competitivos que atraigan a los inversores.
ALIANZAS E INNOVACIÓN PARA GENERAR BENEFICIOS SOCIOECONÓMICOS
A medida que madura el mercado de almacenamiento de energía, el fomento de las asociaciones público-privadas adquiere mayor relevancia en dos campos clave.
Por un lado, se necesitan colaboraciones para desarrollar marcos de infraestructura de calidad que favorezcan la seguridad universal y las normas y certificaciones operativas armonizadas. Por otro lado, se necesitan asociaciones para crear e implementar esquemas de financiación que puedan ampliar las cadenas de suministro y aprovechar la preparación tecnológica.
Como resultado, se mejora la rentabilidad en la fabricación, se mejora la confiabilidad de los equipos y se da prioridad a la implementación de soluciones de almacenamiento en lugares donde puedan agregar más valor a los sistemas de energía.
Además, la integración eficiente de las energías renovables en la red eléctrica requiere infraestructuras modernizadas. Las estrategias de electrificación inteligente incluyen herramientas innovadoras de gestión de la red que optimizan los flujos de energía, minimizan las restricciones y mejoran la resiliencia del sistema.
Estas herramientas, cuyo potencial se multiplica cuando se combinan con el almacenamiento, pueden estabilizar el suministro de energía renovable, lo que permite una menor dependencia de los combustibles fósiles para equilibrar el sistema eléctrico y, al mismo tiempo, reducir los precios de la electricidad.
La inversión en infraestructuras de red también aporta importantes y amplios beneficios socioeconómicos que son difíciles de cuantificar. Las redes mejoradas pueden electrificar comunidades remotas, potenciar las economías rurales y respaldar el acceso distribuido para industrias y usuarios emergentes, como el transporte eléctrico, la producción de hidrógeno verde y los centros de datos.
EL CAMINO A SEGUIR
El paso más crítico para definir objetivos efectivos y eficientes para el despliegue de almacenamiento y redes que satisfagan las necesidades específicas de un país es la evaluación integrada de la combinación nacional de generación de energía y las fuentes de flexibilidad.
Como se propone en el informe World Energy Transitions Outlook 2024 de la Agencia Internacional de Energías Renovables, de 1 a 2 megavatios (MW) de almacenamiento de energía por cada 10 MW de capacidad de energía renovable agregada puede actuar como referencia general, mientras que las características necesarias, como la duración y el tamaño específico, dependerán de la disponibilidad de las múltiples y diversas fuentes de flexibilidad.
De manera similar, si bien el fortalecimiento de las redes es una necesidad urgente para evitar cuellos de botella en los flujos de electricidad renovable, la expansión debe adaptarse a las necesidades nacionales.
Una evaluación temprana de esas necesidades y la inclusión de sus resultados en las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) y las estrategias energéticas nacionales pueden contribuir notablemente a la consecución oportuna de los objetivos de descarbonización.
En conclusión, el camino hacia triplicar la capacidad de energía renovable para 2030 y más allá requiere la expansión y modernización de las redes y el aumento de la capacidad de almacenamiento. Este camino no debe recorrerse de manera aislada.
Los gobiernos, el sector privado, las organizaciones internacionales y las instituciones financieras deben colaborar para abordar las brechas regulatorias relacionadas, establecer estándares claros y priorizar las inversiones en estos facilitadores críticos que crean un impacto socioeconómico positivo.