LUCIANA PAZ
Hay dos números para observar y ninguno es alentador. Casi la mitad de Argentina es pobre y el "casi" se achica si se quitaran los distintos planes de asistencia social. La gestión del desdibujado Alberto Fernández dejó al país con un 44,7% de pobres, el peor registro desde 2005.
Según los datos difundidos por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) el 44,7% de los argentinos son pobres, según el Indec en el primer semetre un 41,1% del país lo era. La indigencia en 2023, escaló del 8,1% al 9,6% de la población, mientras el Indec la posicionaba en un 9,8% en el primer semestre.
Un tercio de los trabajadores no recibe ingresos suficientes para cubrir la canasta básica total; uno de cada cinco habitantes del país vive en situación de inseguridad alimentaria y seis de cada 10 menores de 17 años viven bajo la línea de pobreza.
¿Y Alberto? Este ya no será su problema aunque sí la consecuencia de las decisiones bajo su gestión. En plena salida el, hasta el 10 diciembre, actual presidente del país cruzó a los resultados del informe del observatorio que dirige Agustín Salvia y afirmó que “sí hubiera 40%, la Argentina estaría estallada”
En la presentación del informe, Salvia, explicó que “estamos viendo un fin de ciclo socioeconómico que arrancó en los ´90 con la convertibilidad” y que tras la crisis de 2001, “hubo expansión del consumo mientras subió la inflación, en contrapartida no hubo generación de empleo ni inversiones”.
¿Asistencialismo o ayuda social? La pandemia quedó atrás y las malas cifras del país superaron a uno de los peores momentos del mundo. Según las estimaciones del estudio,un 35,9% de los hogares argentinos reciben algún tipo de asistencia por parte del Estado, mientras que en 2010 era del 24,4%, si no se considera la AUH, otros programas de asistencia ni las pensiones no contributivas, la pobreza llegaría al 49,1% de la población y la indigencia estaría en el 9,6%.
“En las últimas dos décadas la Argentina perdió los superávits gemelos, apostó por sostener el consumo antes que el desarrollo productivo a través de la inversión, y en esa lógica aumentó la inflación, pero no la capacidad de crear empleo. Se generó la necesidad de dar más asistencia social a la población para cubrir lo que el mercado de trabajo no lograba proporcionar”, dijo Salvia.
Con estas cifras y si las proyecciones no cambian habrá niños en Argentina que nacieron y morirán pobres, acostumbrados al asistencialismo estatal y a la imposibilidad de progreso, sí, aunque suene duro.
Los "nuevos pobres" crecen año a año, la clase media baja con pérdida del poder adquisitivo por malas políticas económicas de un país que no sabe aprovechar su capacidad productiva. Adultos mayores que dedicaron su vida a construir su futuro y dependen de una retribución jubilatoria mínima y paupérrima, otra vez, el resultado de malas gestiones.
Impulsar el progreso, la capacitación, educación de calidad, el empleo y recuperar económicamente al país son políticas que nunca tuvieron que salir de agenda. En un país organizado y con proyección de crecimiento la tasa de pobres debería de bajar al mismo ritmo que desciende la asistencia social. Hoy queda esperar.