THOMAS HELBLING, SHANAKA J. PEIRIS Y KRISHNA SRINIVASAN
La situación en Asia y el Pacífico es relativamente buena, dentro del contexto más sombrío de la accidentada recuperación de la economía mundial.
Como se muestra en el siguiente gráfico, la contribución de la región al crecimiento mundial de este año será de 70%, un porcentaje mucho mayor al de los últimos años.
Las últimas perspectivas económicas regionales se describen la resiliencia de la región más dinámica del mundo y los importantes desafíos que enfrentan sus autoridades. Se pronostica que el crecimiento en Asia y el Pacífico se acelere a 4,6% este año, desde 3,8% el pasado año.
El principal fenómeno ha sido la reapertura de China, donde el aumento del consumo está impulsando el crecimiento en la región, pese al debilitamiento de la demanda en el resto del mundo.
Entre los riesgos para las perspectivas figuran los efectos indirectos de un endurecimiento de la política monetaria mayor de lo previsto en Estados Unidos y las perturbaciones en las cadenas de suministro asociadas con la fragmentación geoeconómica.
Pero la región también enfrenta importantes desafíos. A corto plazo, deberá mantenerse el endurecimiento de las políticas monetarias y fiscales para reducir la inflación de forma duradera hasta las metas de los bancos centrales y estabilizar la deuda pública. Para gestionar los shocks mundiales, se necesitará una respuesta de política económica integrada que utilice todas las herramientas disponibles.
Si bien los sistemas financieros de Asia no han experimentado impactos importantes tras la reciente turbulencia bancaria en Estados Unidos y Europa, se deben seguir vigilando con atención, dado el elevado apalancamiento de los hogares y las empresas.
A más largo plazo, se prevé que la economía china, que ha sido el principal motor de crecimiento regional y mundial durante décadas, se ralentice considerablemente ante los factores demográficos desfavorables y la desaceleración de la productividad.
La región debe dar prioridad a las reformas estructurales que impulsen el crecimiento a largo plazo, como por ejemplo mediante la innovación y la digitalización, además de acelerar la transición a la energía verde.