DANIEL FERNÁNDEZ CANEDO
En los días previos al 2 de agosto, cuando asumió Sergio Massa como ministro de Economía, el dólar blue había alcanzado el pico de $ 338. En la última semana del año trepó hasta $ 356.
Así, entre esas puntas, el blue subió 4,4%, menos de lo que rinde un depósito a plazo fijo en pesos en un mes.
Lo que se conoce como el "carry trade" (pasarse a opciones en pesos mientras el dólar se presuma tranquilo) le dejó un resultado muy bueno a quienes, haciendo un plazo fijo al 6,3% mensual, lograron ganarle al dólar en la última parte del año.
Pero algo comenzó a cambiar en las últimas semanas: los fondos comunes de inversión (FCI), que son jugadores grandes del mercado, se desprendieron en diciembre de bonos atados a la inflación (CER) por $ 59.000 millones, dejando en claro que sus preferencias ahora son otras.
Los bonos CER (dan como renta el aumento del costo de vida) ganaron en las elecciones de los inversores al calor de la trepada inflación que se desató con la renuncia de Martín Guzmán al ministerio de Economía a mediados de año.
El régimen inflacionario escaló del 3/4% mensual de comienzos de año al 6/7% que ahora apunta a ceder a algo más de 5% en diciembre, pero con el objetivo de Massa de que "comience con 3" en abril.
El cambio de foco de los expertos de los FCI, que ahora apuestan a los depósitos o bonos a tasa fija, respondería a que creen que Massa cumplirá con la meta de reducir el déficit fiscal primario a 2,5% del PBI comprometido con el FMI y que el Banco Central, como lo dijo en uno de sus últimos informes continuará con su política: "las tasas de interés reales positivas actúan incentivando el ahorro en pesos".
Esa premisa se cumplió en la segunda parte de 2022, pero en un contexto que no deja mucho margen para el festejo al contribuir a constituir un laberinto financiero con salida incierta.
Desde el Banco Central, Miguel Pesce viene actuando en dos frentes: por un lado, compra bonos para ponerle un piso a los precios del mercado y, por otro, absorbe una gran cantidad de pesos colocando Letras de Liquidez (Leliqs) y haciendo operaciones de pases en los bancos.
Los bancos, a su vez, enfrentan un dilema difícil. El Banco Central le toma los pesos que reciben por los depósitos a plazo fijo de los individuos y de empresas y fondos comunes de inversión y establece la tasa de interés de referencia de 75% para las colocaciones de hasta $ 10 millones por parte de los particulares.
Un ahorrista hace un plazo fijo por el que recibe 75% de tasa anual, esos pesos van a comprar Leliqs por el que el banco recibe 75% y el Banco Central va absorbiendo esos pesos en el intento de que no vayan ni a la compra de dólares ni a lubricar la suba del costo de vida.
Esos pasivos del Central (Leliqs, pases, etc) ya superan los $ 10 billones y son uno de los puntos de atención permanentes de quienes consideran que esa "montaña de pesos" constituye una deuda que, tarde o temprano, habrá que reducir para otorgarle viabilidad.
Desde el comienzo del gobierno de Alberto Fernández, el Banco Central viene insistiendo en la necesidad de fomentar un mercado de capitales, pero la inflación y la desconfianza y pérdida de valor de referencia del peso le juegan una mala pasada.
Una de las evidencias que alimenta el riesgoso laberinto financiero actual es la imposibilidad del Tesoro de conseguir financiamiento en pesos para 2024. El "paredón" financiero que implican las elecciones presidenciales de fines de 2023 se viene consolidando desde hace meses.
Pero en la última licitación de deuda del Tesoro el gobierno logró fondos por encima de sus necesidades de la mano de los organismos públicos y del fortalecimiento de una especie de cepo para los pesos.
El sistema financiero enfrenta una caída fuerte de la demanda de crédito privado. Las empresas vienen reduciendo su demanda de préstamos, en parte porque recaudan pesos con los que no saben qué hacer y, en parte, porque tasas de 100 o 130% resultarían impagables. En eso concuerdan bancos y clientes.
Los bancos, con muchos pesos, se enfrentan así al dilema de prestarle los pesos al Banco Central o al Tesoro atando sus carteras activas a la suerte de los activos de un Estado flojo de papeles o de tener que rechazar depósitos de la gente y las empresas para no llenarse de pesos para los que no encuentran remuneración.
El "cepo de los pesos" puede avanzar y crecer mientras el "cepo a los dólares" mantenga su vigencia. Por ahora, con una administración férrea de los dólares a precio oficial para poder importar, la nave va.
Con el tipo de cambio real con un atraso calculado en 25% el año deja resultados favorables para los depositantes a plazo fijo.
También, como lo destaca un informe de Dario Epstein-Research for Traders, fue un año de alegrías en la Argentina para las acciones energéticas (subas en dólares: Vista +167%; TGS +125%; YPF+ 119%; Central Puerto +80%; Pampa +38%; Edenor +35%).
Las tasas altas para los pesos y el alto precio de la energía a nivel global generaron buenas ganancias para algunos ahorristas e inversores en el año de la estampida inflacionaria.