El petróleo podría faltar en 40 años. Cómo el calentamiento global y la guerra Rusia-Ucrania aceleraron la necesidad de energía renovable. ¿Y en la Argentina cómo andamos?
PILAR ASSEFH
El petróleo tiene los días contados por varias razones. Hoy sus reservas suelen estimarse en más o menos 1 billón de barriles (alrededor de 150.000 millones de toneladas), lo cual equivale a unos cuarenta años más de hidrocarburo al ritmo de explotación que llevamos.
Por otro lado, la crisis climática cambió la forma en que consideramos a las energías fósiles: el rol que juega la quema de gas natural, carbón y petróleo en el calentamiento del planeta hizo a las energías renovables (utilización del sol, el viento, el agua o la biomasa vegetal o animal) aún más atractivas. El cambio de una energía por otra es urgente.
Pero no por eso el petróleo deja de ser usado en cantidades significativas por casi todos los países del mundo. Nos sigue costando pensar que pueda tener un horizonte finito en el tiempo.
Tampoco ayuda el hecho de que, al momento en que se escribe esta nota, el barril cotiza en el orden de los 100 dólares a nivel internacional.
EL ORO NEGRO DE PUTIN
Como todo commodity, el valor del petróleo no puede escaparle al contexto. Y ciertamente no a una guerra en el Viejo Continente.
Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero, precipitando con sus tanques una crisis humanitaria de proporciones dramáticas y la desestabilización de la economía mundial.
En las tierras frías de Vladimir Putin, se produce el 14,8% del gas y el petróleo global. Es el segundo mayor productor, después de los Estados Unidos, que lidera con el 17,9%. En este marco, no sorprende que los precios hayan picado en punta.
En las tierras frías de Vladimir Putin, se produce el 14,8% del gas y el petróleo global. Es el segundo mayor productor, después de los Estados Unidos, que lidera con el 17,9%.
La Unión Europea es el caso emblemático en esta historia: el 45% del gas, el 30% del carbón y el 25% del petróleo que consume es ruso, lo que se traduce en transferencias diarias de cientos de millones de euros a Moscú.
Alemania fue el mayor importador, pagando unos 9.100 millones de euros. En conjunto, la Unión Europea fue responsable del 71% de los ingresos totales de Rusia por petróleo, gas y carbón, por un valor aproximado de 44.000 millones de euros.
Por eso, los líderes de la Unión Europea planean suprimir las importaciones de petróleo de Rusia “de forma ordenada” para finales de 2022, en palabras de Úrsula Von Der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
Pero, el proceso sigue siendo polémico, con Alemania, Austria y Hungría entre los que se oponen. El bloque ya adoptó un embargo al carbón ruso a partir de agosto y está debatiendo activamente otras medidas.
Y si bien más de un gobierno ve esta encrucijada con un brillo de oportunidad en los ojos y busca abrir nuevos yacimientos a la explotación, las decisiones a mediano y largo plazo que están tomando algunas de las principales economías del globo no parecerían alimentar esa esperanza.
NO DEPENDER MÁS DEL PETRÓLEO
Una gran crisis del petróleo se produjo en 1973. Entonces, la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo y miembros del Golfo Pérsico de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) embargaron los envíos a los países que habían apoyado a Israel en la guerra contra Siria y Egipto.
Por lo tanto, los precios se triplicaron y la economía mundial sufrió los coletazos. Por lo contrario, hoy el camino elegido por algunas de las naciones afectadas no es diversificar sus fuentes hidrocarburíferas, sino independizarse de ellas por completo.
Es el caso de la Unión Europea, que el 11 de marzo anunció que reducirá las importaciones rusas en dos tercios este 2022 y que, para compensarlas, potenciará su despliegue renovable y de eficiencia energética, con miras a dejar de depender del Kremlin en menos de cinco años.
Estas son medidas que, para Jan Rosenow, director de Programas Europeos del Regulatory Assistance Project (RAP), van a permitir “aislar” al bloque de la dependencia de los combustibles fósiles en su conjunto. Soberanía y seguridad, de eso se trata.
Así lo dice el eurodiputado Markus Pieper: “La invasión rusa a Ucrania exige una remodelación de nuestra política energética. Necesitamos, ahora, una expansión acelerada de las fuentes renovables para lograr la autonomía y la seguridad energética en Europa”.
Definitivamente, la guerra Rusia-Ucrania no hizo más que adelantar la necesidad de reemplazar una fuente energética que, en cuatro décadas más o menos (no hay precisión absoluta), se habrá agotado.
LA HORA DE LAS RENOVABLES
¿Por qué elegir las energías renovables? Es “la forma más económica de hacerlo”, explica Raphaël Hanoteaux, del grupo de expertos E3G.
“La Comisión Europea está reconociendo esto y el potencial del Green Deal (un pacto verde global) para resolver varios de estos problemas”, agrega, y advierte: “Sólo estamos al principio de las implicaciones políticas de lo que está pasando”.
Abrir las canillas de la producción petrolera no es tarea sencilla. Se requiere de mucha inversión, infraestructura y tiempo. ¿Quieren un ejemplo cercano?
El de las tres áreas en el Mar Argentino, a 300 kilómetros de las costas de Mar del Plata, cuya concesión el gobierno argentino dio a la noruega Equinor y que tanta resistencia viene generando. Para poder sacar petróleo de ahí, primero hay que constatar que haya (y en cantidades que den sentido económico a la ecuación).
Sólo para esta etapa de exploración, se calculan alrededor de ocho años. Si lo que encuentran los incentiva, recién ahí empezaría la extracción, para lo que hay que armar una infraestructura que no está en su lugar. Son inversiones que se proyectan en horizontes de décadas.
Los mercados son extremadamente volátiles. Hoy, el contexto llevó el precio del barril a las nubes, pero hace no mucho la situación era diametralmente opuesta.
No olvidemos que, durante la primera ola de la pandemia del Covid-19, estos llegaron a ser negativos. Es decir, le pagaban a los compradores para que se llevasen el producto, porque no había dónde ponerlo.
EL CAMBIO CLIMÁTICO NOS APURA
El consumo de hidrocarburos no sólo explica la dependencia de la Unión Europea de Rusia y su tibieza para tomar decisiones frente a la invasión a Ucrania, sino también cómo Putin está financiando la guerra: el 40% del presupuesto federal ruso procede del gas y el petróleo, los cuales representan el 60% de las exportaciones del país (la Unión Europea, el Reino Unido y los Estados Unidos le siguen comprando más de US$600 millones cada día). Por eso, soberanía y seguridad.
Es el camino elegido en el Viejo Continente; es una lección para todas las economías que dependen de los hidrocarburos. Sobre todo, en tiempos de aceleración del cambio climático.
¿Cómo Putin está financiando la guerra? El 40% del presupuesto federal ruso procede del gas y el petróleo, los cuales representan el 60% de las exportaciones del país
Hoy, producto de las acciones humanas, el planeta está 1,2°C más caliente que en la era preindustrial. En menos de dos décadas, llegaremos a 1,5°C, y el siglo podría cerrar con un alza promedio de 3°C o 4°C, una temperatura que la superficie de la Tierra no experimenta desde hace más de 3 millones de años, nos dice el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, en inglés).
La única forma de evitarlo es que se hagan reducciones profundas en las emisiones de gases de efecto invernadero (causantes del cambio climático) hasta llegar a la carbono neutralidad en 2050.
En 2015, al adoptar el Acuerdo de París, los países del mundo se comprometieron a frenar el calentamiento global en 2°C y a hacer esfuerzos para que no supere 1,5°C.
Ahora bien, los compromisos asumidos por los gobiernos hasta la fecha, aun si se cumplen en su totalidad, no alcanzan para que las emisiones globales vinculadas a la energía sean nulas para mitad de siglo.
Esto lo advierte la Agencia Internacional de Energía (IEA, en inglés), un organismo históricamente asociado a los intereses de la industria petrolera. Y dice más: de ahora en adelante, no puede haber nuevos desarrollos de gas, carbón y petróleo.
En cambio, se requiere de un despliegue inmediato y masivo de todas las tecnologías limpias y eficientes, combinado con un fuerte impulso para acelerar la innovación.
Es la misma conclusión a la que llega el último informe de Tyndall Centre. “No hay excepciones: todos –todos– los países deben iniciar una rápida y justa eliminación de la producción existente”, apunta. “No hay capacidad en el presupuesto de carbono para abrir nuevas instalaciones de producción de ningún tipo, ya sean minas de carbón, pozos de petróleo o terminales de gas.”
La investigación, publicada el 22 de marzo, se completó antes de que estallara el conflicto Rusia-Ucrania. Pero, para Kevin Anderson, profesor de la Universidad de Manchester y uno de sus autores, el nuevo contexto no hace sino reforzar sus argumentos.
“Si hubiéramos pasado los últimos 20 años estableciendo un uso eficiente y sensato de la energía, junto con un despliegue masivo de fuentes renovables, no estaríamos ahora buscando suministros alternativos de petróleo y gas, y enfrentándonos a los impactos de la volatilidad de los precios. Ahora es exactamente el momento de planificar un siglo XXI renovable en lugar de revivir el siglo XX basado en el petróleo”, enfatiza.
¿QUÉ PASARÁ CON LA ECONOMÍA?
“A medida que las tecnologías alternativas se abaratan y las políticas para hacer frente al cambio climático y aplicar el Acuerdo de París se afianzan, se espera que la demanda de petróleo se reduzca”, se lee en Implicaciones de los objetivos climáticos en la producción de petróleo y los ingresos fiscales en América latina y el Caribe, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
“Se espera que la generación de electricidad pase cada vez más a las fuentes renovables en todo el mundo y que el transporte por carretera pase a los vehículos eléctricos. Estos cambios ya se están produciendo.” Es un escenario que presenta tanto riesgos como oportunidades.
Un ejemplo de los primeros se produce en economías cuyos ingresos fiscales dependen del petróleo.
Sucede en América latina y el Caribe, que cuenta con un quinto de las reservas probadas a nivel mundial, según datos de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE).
La proporción mayoritaria se ubica en Venezuela (90% de las reservas de la región). Atrás siguen Brasil (3,7%), Guyana (2,7%), México (2,3%) y la Argentina (0,7%).
La proporción mayoritaria de reservas de petróleo latinoamericanas se ubica en Venezuela (90% de las reservas de la región). Atrás siguen Brasil (3,7%), Guyana (2,7%), México (2,3%) y la Argentina (0,7%).
“América latina y el Caribe compite en función de los precios mundiales del petróleo y de los regímenes fiscales nacionales”, explica el BID. “Entre el 66 y el 81% de las reservas de petróleo 3P en la región permanecerán sin utilizar en 2035. La adopción de medidas climáticas estrictas a nivel mundial podría reducir sus ingresos fiscales a US$1,3-2,6 billones, frente a los US$2,7-6,8 billones que obtendría si se explotaran fuertemente las reservas”, analiza.
Y concluye: “La demanda mundial y las cuotas de la OPEP impulsan la producción y los ingresos fiscales en América latina y el Caribe; la gestión fiscal interna tiene un potencial limitado para aumentar los ingresos. Por lo tanto, los gobiernos pueden necesitar diversificar sus ingresos fiscales fuera de la producción de petróleo”.
EL FUTURO ES ELECTRIFICAR
En 2021, el 10% de la electricidad mundial fue eólica y solar, según el Global Electricity Review, del grupo Ember. Un nuevo récord, con valores que se duplicaron desde 2015.
Hoy, especifica el informe, ya son cincuenta los países que generan más de una décima parte de su electricidad a partir del sol y del viento.
Esto incluye a las cinco mayores economías del globo y, por primera vez, también a la Argentina, que pasó de una producción del 7,8% en 2020 al 10,4% en 2021. “La generación eólica del país aumentó un 38% y la solar, un 63%”, comunica Ember.
EN LA ARGENTINA, LA GENERACIÓN EÓLICA DEL PAÍS AUMENTÓ UN 38% Y LA SOLAR, UN 63%
Y aquí un ejemplo de las oportunidades que se abren en el camino a la “carbono neutralidad”, objetivo al que la Argentina se comprometió llegando a 2050, antes incluso del agotamiento del recurso fósil.
Para lograrlo, debemos transformar el modo en que producimos y consumimos energía, sí, pero también cómo nos movemos, cocinamos y nos calentamos, entre otros.
Pero, es posible, afirman los investigadores Gabriel Blanco y Daniela Keesler, de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN).
Hacia mitad de siglo, el país puede llevar a cero sus emisiones energéticas –que, hoy, le representan el 53% del total, impulsadas por una generación que depende en más de un 80% de los combustibles fósiles–, y beneficiarse social y económicamente mientras lo hace.
¿QUÉ HAY QUE HACER?
Electrificar la demanda de energía, aumentando de forma exponencial la capacidad renovable. De los 5 gigavatios (GW) que el país hoy produce con fuentes limpias, se debe pasar a valores cercanos a los 240 GW.
El futuro son el sol y el viento. Recursos para lograrlo, sobran. Es más, según la Cámara Argentina de Energías Renovables, la Argentina tiene “el potencial necesario para ser un actor relevante en la transición global hacia una matriz energética limpia y diversificada”.
POR UN LADO, EL VIENTO
El 70% de su territorio cuenta con vientos de velocidades mayores a 6 metros por segundo (m/s, el rango debe superar 3-4 m/s y no ser mayores a 20 m/s para poder producir energía), con una dirección y consistencia tal que permiten obtener factores de capacidad de hasta 60% (entre 24 y 30% ya puede considerarse “bueno”).
Los vientos de la Patagonia están entre los mejores del mundo para generar energía, con velocidades medias mayores a los 12 m/s.
Los vientos de la Patagonia están entre los mejores del mundo para generar energía, con velocidades medias mayores a los 12 m/s.
POR EL OTRO LADO, EL SOL
El potencial solar no es desdeñable. Más de la mitad del país recibe una irradiación solar media anual superior a los 3,5 kilowatts hora por metro cuadrado (kwh/m2), lo que lo hace viable para el aprovechamiento energético a gran escala.
Sumado a eso, algunas zonas, como la Puna, presentan promedios superiores a los 6 kwh/m2.
Desplegando estos recursos, la Argentina podría llegar a 2050 con una matriz eléctrica renovable en un 93%, supliendo el resto con hidro (6%) y nuclear (1%), de acuerdo al análisis de los investigadores Blanco y Keesler, para quienes costear esta transición no requiere de fondos adicionales, sino que alcanzaría (y sobraría) con redireccionar los que el Estado hoy usa para subsidiar a los combustibles fósiles.
En números: lo que se debe invertir en la transición es un 21% más barato que seguir subsidiando los combustibles fósiles.
AHORRAR, EN TODO SENTIDO
“El mayor ahorro se produce al dejar de consumir combustibles fósiles tanto en la demanda final como para la generación eléctrica. En contrapartida, los mayores costos ocurren en rubros como infraestructura, debido a la necesidad de nuevas líneas de transmisión eléctrica o la instalación de cargadores de vehículos eléctricos. También genera mayores costos la gran incorporación de generación eléctrica a partir de fuentes renovables. Pero, en el resultado final a 2050, el escenario alternativo es el de menor costo”, plantean Blanco y Keesler, en un análisis que publicaron en 2021.
En este escenario de profunda reconversión, hay que tener en cuenta el beneficio social que conlleva, ya que implicaría la creación de unos 120.000 nuevos puestos de trabajo.
Si los pronósticos se cumplen, y en medio siglo ya no contaremos con el mismo petróleo que en el siglo XX, es necesario empezar a tomar medidas ya mismo a favor de energías alternativas. Ya mismo.