En los últimos años, se hizo más notoria la necesidad de buscar espacios más amplios para su disposición, contextualizó Maribel Guzmán, docente del programa Cantera de Talentos para la Minería, que desarrolla el Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP).
A medida que las empresas mineras incrementan la producción, también generan mayores cantidades de desechos o relaves, los cuales deben asentarse en lugares con confines resistentes para su correcto almacenamiento.
En la clase de actualización profesional sobre «Aspectos ambientales», Guzmán expresó que esta situación obligó al sector minero a realizar estudios de mayor avance en geomecánica, sismicidad, climatología, entre otros aspectos, para encontrar espacios adecuados más allá de sus límites iniciales, aunque sin éxito; por lo cual algunas compañías apostaron por reconducir sus esfuerzos en darle una nueva consistencia a sus relaves, a fin de reducir su volumen, ganar mayor sitio y albergar más de estas sustancias en la misma presa.
Para ilustrar lo descrito, utilizó el caso de la unidad minera Cerro Lindo, de Nexa Resources, sobre la cual mencionó que se sirve de una planta de filtrado para extraer la humedad y obtener un relave compacto.
El agua viaja hacia una planta de tratamiento para su posterior recirculación, mientras que el desecho se acumula en el depósito de relaves en seco.
“Todo esto hace posible la optimización del espacio de la presa de relaves y la recuperación del agua para la operación”, acotó la especialista en Química por la PUCP.
Ejemplos como el anterior, agregó, demuestran que las compañías mineras en el Perú trabajan con estándares exigentes de protección ambiental, mediante los cuales deben controlar la emisión de residuos diversos, tales como los materiales particulados, efluentes gaseosos, efluentes líquidos y residuos sólidos; además de mitigar la generación de polvo que se origina en diversas etapas de la operación a través del riego con agua.
LEGISLACIÓN AMBIENTAL FUERTE
De este modo, Maribel Guzmán explicó que las fuentes de mayor expulsión de polvo son la voladura, carguío y transporte, el chancado, los botaderos y los procesos metalúrgicos. Y para controlar su presencia, recomendó rociar agua con reactivos químicos, como el cloruro de sodio, para permitir una sedimentación inmediata del material particulado, con lo cual también se reducirá el uso de agua dulce y evitará problemas con las comunidades por el recurso hídrico.
“La minería ha ido aumentando progresivamente su responsabilidad ambiental en cuanto a la disminución de los daños y la prevención de otros; y esto fue posible porque contamos hoy una legislación mucho más fuerte, que hasta han intentado emular o adaptar en otros países, como Ecuador. Claramente, hay una tendencia en la reducción de los riesgos ambientales y eso lo podemos observar a partir de la década de 1990, cuando la producción se vuelve más limpia, y también en el 2000, con la ecoeficiencia y el desarrollo sostenible”, remarcó.
MINERÍA UTILIZA EL 2% DEL AGUA
Asimismo, Guzmán acentuó que, actualmente, la industria minera moderna utiliza el 2% del agua disponible en el Perú, junto a otros recursos, como el aire, la energía y demás insumos, para transformar la materia prima en metales o concentrados, y con protocolos estrictos para minimizar el impacto del vertimiento de líquidos, las emisiones gaseosas y los residuos sólidos, gracias al marco normativo ambiental en vigencia.
“Las empresas mineras utilizan el recurso hídrico con suma responsabilidad porque quieren evitar un evento innecesario y abaratar costos operativos”, explayó.
Y si bien esto representa una modificación del medio natural, resulta ser beneficioso, pues se crean mejores alternativas para el correcto aprovechamiento del agua, causando un impacto positivo para la población, tan igual como la habilitación de una nueva carretera o la construcción de un centro de salud dentro del mismo ecosistema de convivencia.