Total y Galp obtienen una calificación A- en cambio climático, mientras que Exxon, Chevron o Marathon Oil desaprueban
CRISTINA CÁNDIDO
Con la recuperación de los precios del crudo el sector ha visto mejorar sus perspectivas de beneficio, pero también se ha convertido en objeto del activismo para forzar a estas compañías a reducir sus emisiones, mejorar su gobernanza y acompasar su negocio a la transición ecológica
La aceleración de la transición energética por la pandemia, con objetivos climáticos más ambiciosos y cortoplacistas, ha puesto a las petroleras bajo la lupa de la inversión sostenible. En un informe a comienzos del año, Fitch Ratings situaba al sector "entre los más vulnerables a los riesgos ESG [basados en criterios medioambientales, sociales y de gobernanza] a largo plazo", y apuntaba a las firmas de servicios de yacimientos petrolíferos, refinación y transporte como las más afectadas frente a los productores de gas y las empresas petroquímicas.
La industria se encuentra en una encrucijada, a medio camino entre el crudo, que acumula cinco semanas consecutivas alza y seguirá siendo su principal negocio unos años más, y las renovables, el destino prioritario de las nuevas inversiones. O lo que es lo mismo, rentabilidad versus sostenibilidad.
Fitch situaba a comienzos de año al sector entre los más vulnerables a los riesgos ESG a largo plazo
En lo que se refiere a los beneficios, los analistas han recuperado la confianza en el sector a medida que la materia prima se ha ido sobreponiendo a la crisis. En este semestre, las ganancias estimadas para las mayores petroleras se ha disparado un 78%, según el consenso.
"La demanda está aumentando muy rápidamente porque todo el mundo está conduciendo, y tenemos la reapertura de Europa, que realmente está empezando", sostiene Francisco Blanch, estratega global de materias primas y derivados de Bank of America.
Sin embargo, en el campo de la sostenibilidad, aún queda camino por recorrer, tal y como ha puesto de manifiesto el activismo empresarial (definido como el diálogo entre accionistas y directivos de una empresa y cuyo fin es obtener un mejor desempeño financiero, de gobernanza, social y medioambiental) , que han protagonizado recientemente varias acciones con las estadounidenses ExxonMobile, Chevron y la británica Royal Dutch Shell como protagonistas.
En el primer caso, el hedge fund (fondo de cobertura) Engine Nº 1, con una participación del 0,02% en la petrolera, y el apoyo de BlackRock y otros inversores presionaron al CEO de la firma por su falta de compromiso en la transición energética y presentaron propuestas para sustituir a cuatro directivos.
El 61% de los accionistas de Chevron votó en la junta a favor de una resolución para reducir sus emisiones
En el segundo, el 61% de los accionistas de la junta de Chevron votó a favor de una resolución en la que se pedía a la empresa que redujera sustancialmente sus emisiones de alcance 3, las procedentes de sus productos.
Y en el tercero, no fueron los activistas sino una demanda de la ONG Amigos de la Tierra la que ha obligado a Shell a reducir sus emisiones de carbono en un 45% para 2030 respecto a los niveles de 2019, según la sentencia de un tribunal holandés.
"Todos los años, los activistas del cambio climático se centran en la temporada de juntas generales, de abril a junio, y utilizan estos foros para impulsar el cambio, aunque a veces sólo sea para dar a conocer los fallos", explica Andrew Oxlade, responsable de contenidos de Schroders. El experto recuerda que estas acciones activistas han coincidido con "una mayor concienciación del coste que supone para los accionistas que las empresas no realicen una transición lo suficientemente rápida".
Mayor conciencia ambiental en Europa
Si bien las grandes petroleras, especialmente las europeas, ya contemplan el paso de las energías sucias a las limpias en sus planes estratégicos, no es de extrañar que la energía sea el sector que menos peso tiene en los grandes índices sostenibles y que no sean muy numerosas las firmas que reciben una buena calificación ESG, especialmente en el aspecto de cambio climático.
En este campo sobresalen las europeas: Total, Galp, Lundin Energy, Nel, Neste, PKN Orlen y Repsol, que con datos a cierre de 2020 obtuvieron una calificación A-, según CDP (Carbon Disclosure Project), el proveedor que evalúa el compromiso de las empresas en relación con el cambio climático con una nota de la A a la F, siendo A la máxima y F la más baja.
Por el contrario, pesos pesados como las estadounidenses Exxon Mobil, Chevron o Marathon Oil, por citar algunos ejemplos, reciben una F. O lo que es lo mismo, no divulgan información o la que proporcionan es insuficiente. La petrolera saudí Aramco ni siquiera ha sido evaluada.