La salida de la recesión y las políticas reflacionistas respaldan la subida de las materias primas
CRISTINA CASILLAS
El mundo poscoronavirus se comienza a vislumbrar. La economía empieza a coger tracción, gracias a la vacunación. Y en este mundo de recuperación económica, la evolución del precio de la energía, de los metales preciosos y de las materias primas agrícolas tienen mucho qué decir.
Por ejemplo, el petróleo sube un 75% desde principios de noviembre, pero también el cobre usado en todo, desde automóviles hasta lavadoras y turbinas eólicas, cotiza a niveles vistos por última vez hace una década.
Los precios de los alimentos también se sitúan al alza desde mayo, lo que resulta una bendición para los exportadores.
Los exportadores de petróleo respiran con el alza del oro negro. El barril se encuentra en la zona de los 70 dólares, y podría alcanzar a medio plazo los 75 dólares. Esto beneficia a Arabia Saudita.
De hecho, Lyxor señala que las materias primas están inmersas en un superciclo por varios motivos. Por un lado, una fase temprana del ciclo, con la salida de la recesión inducida por la pandemia, y las políticas reflacionistas a escala mundial ofrecen un enorme respaldo.
También, explica Lyxor, que existe un repunte de la liquidez mundial, impulsada por los estímulos monetarios, que pasará el relevo a los ahorros de los hogares y las empresas cuando puedan ponerlos en circulación.
Finalmente, las materias primas también se benefician de vientos favorables en el plano fundamental, aunque de manera desigual.
Las materias primas afrontan un déficit de oferta/demanda. Este es el resultado de años de restricciones en la oferta desde la crisis financiera y, más recientemente, debido a la guerra comercial y a la pandemia, dadas las limitadas inversiones en capacidad y exploración.
Entretanto, la demanda está a punto de dispararse, gracias a los programas de vacunación. No cabe duda de que la situación varía de una materia prima a otra.
Por ejemplo, el futuro déficit de oferta/demanda del petróleo se verá contrarrestado en parte por la capacidad productiva ociosa.
El cobre se enfrenta a un problema de escasez, a diferencia del níquel y el hierro, mientras que las materias primas agrícolas no sufrirán ningún problema estructural de oferta.
Además, la saturación comercial a escala mundial ofrecerá probablemente a los productores un mayor poder de fijación de precios, al tiempo que los costes de transporte aumentarán. Las presiones comerciales se revelarán duraderas, como consecuencia del legado de la guerra comercial de Trump y las presiones sobre la tecnología y las cadenas de suministro durante el mandato de Biden.
En otro orden de cosas, el gobierno del Reino Unido dio marcha atrás en el aumento del impuesto a la gasolina, para no irritar a los conductores cansados del encierro.
En Estados Unidos el petróleo texano pueden ganar con la decisión de la OPEP de no incrementar la demanda.
Australia también puede beneficarse tras la recesión que sufrió, la primera en casi tres décadas. Esto será posible gracias a las ventas de hierro, su principal exportación, (alcanzó un récord en diciembre), mientras las del trigo se acercan al mismo nivel y el ganado también (prueba de ello es que los agricultores están luchando por mantenerse al día con la demanda de carne vacuna).
El dólar australiano se comporta como la mejor divisa desde finales de noviembre, fortaleciéndose un 5% frente al dólar estadounidense.
Chile, como principal exportador de cobre, también lo nota, al ser la única divisa de América Latina que se aprecia al dólar. El metal rojo sube a 4 dólares la libra.
Entre los productores de petróleo, Irak destaca entre los grandes perdedores. Su economía se contrajo un 11%, el mayor porcentaje de un país exportador. A medida que el petróleo sube, los ingresos también aumentan, pero lejos de poder equilibrar las cuentas.
Egipto también sufre mucho cada vez que los precios de las materias primas se recuperan. También es políticamente sensible porque millones de personas dependen del pan subvencionado.
Los precios más altos de los alimentos y los combustibles ya han provocado disturbios en Pakistán, con partidos de la oposición celebrando en todo el país mítines el año pasado para pedir al primer ministro Imran Khan que renuncie.