Del total de trabajdores registradors (11,7 M): 9 M con relación de dependencia; Casi 1,5 millones monotributistas; 370.000 autónomos; 470.000 empleadas domésticas y 358.000 monotributistas sociales
DAMIÁN KANTOR
En su última aparición pública, Roberto Lavagna propuso una fórmula para generar empleo privado: desdoblar el marco laboral vigente. El ex ministro de Economía sostuvo que “no basta que el sistema actual proteja al 49,5%, los incluidos. Hace falta también uno nuevo, que incluya a los que hoy sufren la exclusión absoluta”. Aludió sin decirlo expresamente al surgimiento de nuevas actividades y servicios, como el delivery y el transporte de personas y mercaderías, todas basadas en el cuentapropismo.
Expertos y economistas coinciden en que la problemática laboral en el ámbito privado es de máxima prioridad. Y que debería encabezar la agenda de la pospandemia, en paralelo con la reactivación de la economía, “una condición necesaria pero insuficiente para crear puestos de trabajo de calidad”, opina Roxana Maurizio, investigadora del Conicet y docente de la UBA. Las cuarentenas, la recesión y los avances tecnológicos son desafíos a superar. “El empleo ya no será igual”, subraya Juan Bour, economista jefe de Fiel.
Las estadísticas del Ministerio de Trabajo reflejan el impacto de la cuarentena. De marzo a mayo se perdieron 302.200 empleos formales, de los cuales 187.000 son asalariados privados, es decir, trabajos en relación de dependencia. El resto son monotributistas, autónomos y empleados de casas particulares.
En el último año, el desempleo pasó del 10,4% al 15,5%. El cuadro es más grave ya que el ajuste laboral llegó por otras vías. Sólo en mayo, las empresas suspendieron 740.000 trabajadores, que representan el 12% del total, lo que implica una reducción salarial de hecho para el personal afectado. “Mirado en perspectiva, la pérdida de empleo no fue tan grande. En 2002, el desempleo llegó al 22% y en esta crisis no vamos a llegar a ese porcentaje”, aclara Ricardo Delgado, director de la consultora Analytica.
El decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella, Eduardo Levy Yeyati, coincide pero aclara que lo peor todavía no llegó. “Estamos con un derrumbe en el trabajo independiente e informal. Entre los asalariados privados aún no lo vemos por completo por la combinación de la prohibición de despidos, las suspensiones con recortes salariales y la asistencia del Estado (ATP)”, señaló al ser consultado por el Económico.
Delgado cree que en este contexto recesivo, “la mayoría de los gremios convalidaron pérdidas del salario real para tratar de proteger las fuentes de trabajo”. Menciona varios acuerdos paritarios recientes (Camioneros, Cetera y Bancarios, entre otros) que acordaron subas muy por debajo de la inflación proyectada. Y por estos motivos (medidas oficiales y regulaciones), el empleo privado en el país cayó apenas 2,5%, que contrasta con los índices de Canadá (19,2%), Estados Unidos (13,8%), Chile (12,2%) y Brasil (7,5%).
Tal como dice Yeyati, lo peor todavía no se vio. Las consultoras privadas proyectan que este año se perderán entre 800.000 (Analytica) y 1 millón de puestos de trabajo (Fiel). Precisamente, Bour remarca que esa es la dimensión del desafío para la pospandemia: reconstruir más de 1 millón de empleos perdidos durante la crisis, lo que requiere “flexibilizar los marcos laborales”, sentencia.
Sobre este punto, expone las propias estadísticas oficiales. Del total de la masa de trabajadores registrados (11,7 millones), 9 millones son empleados con relación de dependencia. El resto son monotributistas (casi 1,5 millones), autónomos (370.000), empleadas domésticas (470.000) y monotributistas sociales (358.000).
La cifras revelan parcialmente el mercado laboral, ya que, según Bour, “son alrededor de 20 millones las personas que trabajan en la actualidad”. “La mitad de la fuerza laboral es cuentapropista o informal, o las dos cosas”, completa Yeyati. Belén Rubio, economista de la consultora Abeceb, dice que los enfoques deben matizarse. “Por un lado, no todos los independientes son trabajadores precarios ni todos los empleos formales son de calidad”, dice la especialista.
El coronavirus produjo un impacto disruptivo en el futuro del empleo. Según Rubio, la foto actual muestra cambios transitorios (como la caída en la industria de la construcción) y otros permanentes (teletrabajo, delivery, transporte o servicios de reparaciones hogareñas), por ejemplo. Sobre este último aspecto, los expertos advierten sobre la falta de regulación de esas actividades, pero con precauciones para no asfixiarlas. “Hoy están en un limbo y tienen que tener un marco. No hay que ir al contrato clásico de la relación de dependencia, pero tampoco dejarlos al margen de la seguridad social”, dice.
Maurizio coincide y subraya que la cuarentena permitió visualizar nuevas formas de empleo y contrataciones, que requieren adecuar el marco normativo. De todos modos, aclara que la recuperación genuina del empleo surge cuando la economía crece en forma sostenida. La experta, además, sostiene que se deben aplicar políticas específicas para combatir la informalidad en micro y pequeñas empresas, como “rebajas patronales o impositivas, pero no generalizadas”, enumera.
Bour, en cambio, propone flexibilizar las regulaciones laborales vigentes para estimular el empleo privado. “Hay muchas cosas que repensar en la pospandemia -dice-, porque la tasa de contratación venía cayendo desde antes”. El experto explica que habría que avanzar con esos cambios por sectores y no por una ley general. “Hay muchos sindicatos que lo entienden”, añadió.
“La pandemia produjo una nueva normalidad en las relaciones laborales. Están los antecedentes como el acuerdo de Vaca Muerta”, interpreta Delgado. El economista suma otros ejemplos, como el sector de la economía del conocimiento, “que ocupa mucha mano de obra calificada”, o el de la construcción. En esa industria, el constructor debe depositar el 12% del salario del trabajador en un fondo de desempleo, que se activa al terminar la obra.
Yeyati plantea que la pandemia frenó la actividad pero también aceleró la digitalización. “Es probable que veamos una caída pronunciada en el empleo, incluso si la economía rebota”, dice. Sobre esto, aconseja adaptarse al nuevo contexto. “Si se necesitan nuevas habilidades y nuevos empleos, lo ideal es asignar los pocos recursos fiscales a la formación laboral y al subsidio de nuevos puestos de trabajo”. Y agregó que los futuros empleos “incluyen modalidades nuevas, que deben alentarse sin exponerlas a la precarización”.