Autoridades chavistas se adjudicaron el 72% de los votos pese a que el boletín oficial le otorga el 68,43% de los sufragios, con el 98,6% del escrutinio completado
Las últimas elecciones parlamentarias, que no fueron reconocidas por la comunidad internacional, evidencian cómo el número de votos logrados por el chavismo se fue derrumbando
Tras las elecciones legislativas del último domingo en Venezuela, entre analistas y medios especializados comenzaron a circular distintas cifras que hablan de una serie de cambios profundos que se vienen operando en el país desde el año 2012, antes de la llegada de Nicolás Maduro al poder y con Hugo Chávez todavía vivo, a esta parte.
La oposición venezolana informó que la abstención en los comicios del pasado domingo había sido superior al 80%. “El rechazo del pueblo venezolano ha sido evidente”, manifestó durante su discurso del domingo por la noche el opositor Juan Guaidó, considerado por más de medio centenar de países como el presidente interino y legítimo de Venezuela.
No obstante, como era de esperarse, las autoridades electorales chavistas reportaron otros números, e incluso proclamaron un triunfo mayor al adjudicado oficialmente en las elecciones, al asegurar que obtuvieron el 72% de los votos pese a que el boletín oficial le otorga el 68,43% de los sufragios, con el 98,6% del escrutinio completado.
Sin embargo, más allá de los porcentajes, los números absolutos de las últimas cinco elecciones de Venezuela reflejan una realidad abrumadora: desde que Nicolás Maduro ha ocupado el lugar de Hugo Chávez, el número de votos logrados por el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) demuestra un derrumbe constante. Esto, incluso, con los datos aportados por el propio Consejo Nacional Electoral (CNE), afín a la dictadura chavista.
A continuación, un repaso por los últimos procesos electorales -todos viciados de irregularidades-, y cómo fue mermando de manera estrepitosa el apoyo popular hacia el régimen.
En medio de los rumores sobre su salud y con una creciente presión internacional por las irregularidades democráticas en Venezuela, el caudillo bolivariano Hugo Chávez se impuso en los comicios con el 55.07% (8.191.132 votos), contra el 44.31% (6,591,304 votos) de Henrique Capriles, de la Mesa de Unidad Democrática (MUD).
De acuerdo con datos de entonces publicados por el Consejo Nacional Electoral, los comicios tuvieron una participación histórica, con más de un 80% del padrón. Chávez se mostró triunfador en 20 de los 24 estados venezolanos, .
Las elecciones buscaban definir el presidente para el periodo 2013-2019, y todo indicaba que Chávez podría cumplir su cuarto mandato electoral sin problema alguno, tras haber realizado una reforma constitucional que eliminaba las restricciones a la reelección indefinida.
Los comicios, que no estaban previstos, fueron convocados por el Consejo Nacional Electoral cuatro días después de la muerte de Chávez, el 5 de marzo de 2013, para definir a su sucesor o abrir camino a la oposición de ese país. Finalmente, las elecciones se realizaron el domingo 14 de abril de 2013.
La elección se disputó entre el Gran Polo Patriótico (GPP), que respaldaba la candidatura de Nicolás Maduro, del Partido Socialista Unido de Venezuela, quien había sido designado como su sucesor por el propio Comandante, y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), representada, una vez más, por Henrique Capriles Radonski, del partido Primero Justicia (PJ).
Maduro, quien había sido canciller de Chávez, se proclamó vencedor de unos cuestionados comicios con el 50,61%, lo que representaba 7.587.579 votos absolutos. Es decir, 603.553 votos menos en relación a la elección de apenas un año antes.
Por su parte, Capriles, de la MUD, obtuvo un 49,12% (7.363.980 votos): unos 772.676 sufragios más que la elección anterior.
Fue la segunda elección presidencial más ajustada en la historia de Venezuela, y estuvo marcada por denuncias de fraude e irregularidades por parte de la oposición.
Miembros de la Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela junto a una pancarta con el logo del Consejo Electoral de Venezuela en un colegio electoral durante las elecciones parlamentarias en Caracas, Venezuela, December 6, 2020. REUTERS/Manaure Quintero
Las elecciones parlamentarias de 2015 -antecedente inmediato de las del pasado domingo- se celebraron el 6 de diciembre de ese año, y tuvieron el objetivo de renovar la totalidad de los escaños de la Asamblea Nacional (AN), máximo órgano legislativo de ese país.
Casi 48 horas después del cierre de los comicios, en el que fue su tercer reporte, el Consejo Nacional Electoral indicó que de un total de 167 bancas, 112 correspondieron a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y 55 para el derrotado Partido Socialista Unido (PSUV), que había mantenido el control del Parlamento durante 16 años. Se trató de un cambio crucial en las relaciones de fuerza de ese país y, por tanto, también impulsó al oficialismo a maniobras fraudulentas mucho más obscenas en los comicios venideros.
En efecto, con un respaldo del 45,3% (con 7.728.025 de votos -364.045 más que la elección anterior, en 2013-), la oposición derrotó por primera vez al chavismo, que por su parte sufrió un derrumbe al 40,92% y 5.625.248 votos (casi dos millones de votos menos, en relación a la de dos años atrás).
Los comicios presidenciales para el período 2019 a 2025 se llevaron a cabo el domingo 20 de mayo de 2018, y durante lo que duró el proceso y en los resultados mostraron la impotencia creciente del chavismo ante el derrumbe de los votos desde el 2012 a esa parte.
Quizás fue ese fenómeno el que impulsó a Nicolás Maduro y sus colaboradores a ensuciar el proceso desde el comienzo, postergándolos desde el 22 de abril hasta el 20 de mayo, con el objetivo de que coincidan con la elección de los consejos legislativos estatales y de los consejos municipales, aunque la de estos últimos finalmente fue aplazada.
La comunidad internacional señaló las irregularidades desde entonces, asegurando que carecían de transparencia y de garantías electorales. Por esas irregularidades, la elección experimentó la abstención más alta en la historia de los comicios presidenciales desde la llegada de la democracia en 1958. De acuerdo con el Consejo Nacional Electoral, participó de los comicios apenas el 46% del padrón. La cifra responde a que los principales candidatos y partidos de la oposición decidieron no formar parte del proceso electoral; sobre todo después de que el chavismo bloqueara algunas candidaturas como la de Henrique Capriles. Además, decenas de otros líderes se encontraban arbitrariamente en prisión, como Leopoldo López y Antonio Ledezma.
En cuanto a los resultados, Maduro obtuvo, siempre segundo datos aportados por el CNE chavista, el 67,84% de los votos escrutados, pero que representaban -ante la alta abstención- apenas 6.245.862, un millón trescientos mil votos menos que los obtenido en la última elección presidencial del 2013.
Esa desesperada maniobra del dictador por perpetuarse en el poder fue el comienzo de un masivo repudio internacional hacia el chavismo. Ante las irregulares condiciones con que se desarrollaron los comicios, gran parte de la comunidad internacional, con Estados Unidos a la cabeza, desconoció los resultados. Por ese motivo, en enero de 2019, cuando el ganador de las elecciones de 2018 debía asumir el mando, los países del mundo libre desconocieron las legitimidad de Maduro como presidente de Venezuela, y manifestaron su respaldo a Juan Guaidó, líder de la Asamblea Nacional, como presidente encargado del país.
Pese al contexto de desconocimiento y la creciente presión internacional, Maduro siguió adelante con su intención de realizar elecciones parlamentarias para, de una vez por todas, terminar con el poder de la oposición en el Parlamento. Cabe recordar que en 2017, para contrarrestar ese poder, el dictador instaló arbitrariamente y por fuera de la ley una Asamblea Nacional Constituyente, conformada únicamente por chavistas. Ante este escenario, y pese al reclamo del gobierno interino y de la comunidad internacional por comicios presidenciales libres y transparentes, las legislativas se llevaron a cabo el pasado domingo 6 de diciembre con el objetivo de renovar todos los escaños de la Asamblea Nacional, por su mandato de 5 años.
La elección se transformó para el chavismo en una oportunidad para socavar la legitimidad del presidente de la Asamblea Nacional y presidente interino del país, Juan Guaidó, quien desde enero de 2019 recibió el apoyo y reconocimiento de la comunidad internacional, contra el entonces ya deslegitimado Nicolás Maduro.
Por ese motivo, los partidos opositores reunidos en la Mesa de la Unidad Democrática acordaron unánimemente no participar en las elecciones, argumentando además denuncias de irregularidades en la planificación de los comicios y falta de transparencia. Guaidó convocó a un pacto unitario junto a los dirigentes de 37 partidos políticos instando a “no participar en el fraude del régimen y convocar una consulta popular”.
Una vez más, el proceso se caracterizó por un importante ausentismo electoral a nivel nacional, en contraste con la alta participación de las últimas legislativas del año 2015. Según el boletín oficial emitido por el Poder Electoral, de un total de 5.264.104 votos emitidos, el PSUV y otros partidos oficialistas recibieron apenas 3.558.320 votos, alrededor del 67%. Se trata de una pérdida de 4.632.812 votos desde la elección del año 2012.
Las autoridades electorales indicaron que la participación fue apenas superior al 30%. Sin embargo, el Observatorio contra el Fraude, de la Asamblea Nacional, indicó que se registró una histórica abstención de más del 80%.
En definitiva, todos estos procesos electorales estuvieron marcados por irregularidades, persecuciones contra la oposición, amenazas, insultos, y números maquillados por un régimen que se sabe sin poder popular. Un apoyo que mermó de manera dramática en los últimos años y que se encuentra en una situación de no retorno. Es cierto, Maduro sigue instalado en Miraflores, o usurpando Miraflores, como diría la oposición. Pero el domingo pasado, a través del silencio, la población venezolana, sumida en una dramática crisis humanitaria, le expresó su más profundo rechazo al dictador y su cúpula.