MARCELO BONELLI
Cristina y Alberto continúan a las pedradas en la cubierta del Titanic. La vice elaboró un “plan rendición” que debería ser aceptado por Alberto. Recién después de aplicarlo, Cristina estaría dispuesta a recomponer con el Presidente. El Instituto Patria quiere la capitulación del Presidente en dos cuestiones sensibles.
Primero, Cristina exige que Alberto eche al tridente económico compuesto por Martín Guzmán, Matías Kulfas y, también, Miguel Pesce. Segundo, reclama que en la próxima revisión –en mayo- con el FMI, Alberto replantee la negociación con Washington. Que reabra la discusión y vuelva a pedir exigencias que ya fueron rechazadas por el FMI.
El Presidente resiste y contraataca: ambos pedidos de Cristina son imposibles. E insiste: “Están fuera de la realidad”. La relación entre ambos está rota. Alberto ya ratificó al equipo económico. Como anticipó Clarín, fue hace dos viernes en Olivos.
Pero después lo hizo en público: concurrió con el trío a la reunión con la CGT y la UIA. Alberto, además, dio otra señal: decidió desplazar a Roberto Feletti en la “guerra” contra la inflación. Ahora empoderó a Kulfas, que convoca -en persona- a capitanes de la industria a una cumbre, la semana próxima, para hacer un acuerdo de precios.
El ministro teje con Daniel Funes de Rioja y Héctor Daer: el trío formó una comisión para redactar un documento que se haría firmar para bajar las expectativas inflacionarias. En la CGT y la UIA hay escepticismo. Kulfas habla sin eufemismos: critica duro a Feletti y promete: “Basta de confrontación”.
La pelea entre Alberto y Cristina deterioró a ambos, y el ruido de la disputa horada cualquier iniciativa de la Casa Rosada. La “guerra contra la inflación” nació muerta. Los misteriosos diagnósticos de Alberto sobre la remarcación lo confirman: no existe la menor idea de cómo combatir la inflación.
La última y secreta planilla del Indec dejó a todo el Gobierno helado: la inflación de marzo podría superar el 6 %. Es una proyección no definitiva: el informe de Marco Lavagna computa el comportamiento de las primeras tres semanas. Y concluye: el piso mínimo será del 5,5 %.
El dato confidencial explica la fatiga de Feletti: “Milagros uno no hace”. El sincericidio también indica la incapacidad para enfrentar el problema. Feletti –y Paula Español–, impulsados por Cristina y las viejas ideas de Axel Kicillof, aplican intervenciones desde octubre del 2020: la inflación no paró de subir.
Ahora –desesperados– volvieron a desempolvar otra vieja receta: cuestionar al Indec. La pelea de Feletti contra Lavagna se inició hace unas semanas. Feletti dice que el Indec “sobreestima” las remarcaciones. Y muestra sus propias planillas: el Indec dijo que los alimentos aumentaron el 7,5% en febrero, y a Comercio le dio el 4,9%.
Hasta ahora la ofensiva no escaló. Lavagna dice que se va si pretenden dibujar números. La Casa Rosada se maneja tan mal que ni siquiera explota el impacto internacional de la inflación. El kirchnerismo tiene un fenomenal aparato de difusión caro, obsecuente e ineficiente.
INQUIETUD ENTRE LOS EMPRESARIOS
Los hombres de negocios están inquietos por la pelea Cristina-Alberto. Algunos –importantes– proponen en Olivos a Alberto recomponer con Cristina y, para eso, sacrificar a Guzmán. Son los que fogonean al ascendente Emmanuel Alvarez Agis.
Otros, informalmente, sondearon –tres veces- estas semanas a Martín Redrado. Pide garantías. Alberto ratificó fuerte a Guzmán. Tiene decidido –por ahora– no entregar esa cabeza a Cristina. Sabe que quedaría políticamente hecho añicos. Guzmán tuvo una febril negociación para evitar una votación quebrada en Washington. Al final, logró torcer el brazo a los escépticos y que el acuerdo con el FMI se apruebe por unanimidad.
EE.UU. recién cambió su abstención el jueves a la noche, horas antes de la votación. Su posición iba a ser acompañada por otros cinco directores de países clave: Alemania, Canadá, Japón, Suiza y Austria. Era un papelón para Argentina. Guzmán tuvo que negociar de urgencia con el equipo de Janet Yellen. Fue desde París: evitó el fuerte desaire político a su negociación. Guzmán –también- tuvo que hablar con el delegado de Japón, Takuji Tanaka, y pidió la intervención del jefe del Club de París para torcer la intransigencia de las sillas de Suiza y Austria.
La Casa Rosada tuvo la ayuda secreta de algunos influyentes de las multis. Se sabe que Daniel Herrero (Toyota), Laura Barnator (Unilever) y Alejandro Simon (Sancor Seguros) enviaron mensajes a sus casas matrices y varios banqueros actuaron sobre Washington. Habrían estado activos Pablo Peralta y ejecutivos del JP Morgan.
El mensaje fue concreto: era importante avalar el acuerdo para no complicar más los difíciles negocios en Argentina. Uno explicó que la actual crisis “no tenía que ver con el 2001”. Elizabeth Shortino –directora de EE.UU.- le había anticipado su escepticismo a Kristalina Georgieva. EE.UU. pidió un compromiso formal de la Casa Rosada de que lo firmado se iba a cumplir, y resguardos especiales.
Los informes de inteligencia de Washington insisten en que la pelea Cristina- Alberto abre interrogantes. Eso motivó el imprevisto diálogo de la jefa del FMI con Alberto. El Presidente insistió en que el programa se va a aplicar y que Cristina no iba a torcer su rumbo.
Para convencer a los más escépticos, Kristalina negoció el insólito comunicado del viernes: el FMI aprobó el convenio, pero puso dudas y reparos sobre su cumplimiento y redujo a un bimestre la revisión de las metas.
Shortino comunicó a última hora del jueves que EE.UU. cambiaba la abstención por un voto positivo. El resto de los directores rebeldes siguieron la flecha de Washington. Austria fue el último en comunicar el apoyo.
Guzmán evitó un papelón. Un acuerdo con seis abstenciones hubiera nacido -aún más- muerto y provocado una crisis política en el Gabinete.
Daniel Scioli tuvo que convencer a un remiso Jair Bolsonaro para que Brasil vote el acuerdo.
EL COMBUSTIBLE, OTRO FRENTE
Ahora, la UIA dice que va a faltar combustible. Un informe hermético fabril sostiene que Argentina debe comprar entre 56 y 78 barcos. Hasta ahora hay solo 9 comprados y otros posibles 25: en total, 34 que se pagan a precios siderales. El costo de la improvisación.
La dirección camporista de YPF a cargo de Pablo González afirma que el abastecimiento está asegurado. Pero nadie le cree en el sector privado y menos en el campo.
Las grandes cerealeras están urgidas y pidieron a través de CIARA que las autoricen a vender como excepción biodiésel para no frenar el flujo de divisas de la cosecha. Máximo está en desacuerdo y frena esa autorización en la Secretaría de Energía: Darío Martínez está paralizado y sobrepasado por la crisis.
Martínez solo atina a repartir culpas. Máximo sigue los consejos del empresario Juan Carlos Bojanich. El CEO del Grupo Bahía controla el negocio del biocombustible en la Argentina y no quiere la inesperada competencia de las cerealeras.
Máximo ya tuvo un traspié en la Administración de Puertos. El ministro de Transporte, Alexis Guerrera, decidió transparentar todo el negocio de la Hidrovía y cumplir con fallos judiciales en el Puerto de Buenos Aires.
En la picota está el titular de AGP. Ahora, el juez Ercolini investiga a Jose Beni: hay una inquietante denuncia por tráfico de influencias en el negocio de la Hidrovía.