JUAN PABLO RUIS SOTO *
La guerra Rusia-Ucrania, por razones económicas y de autonomía energética, acelera la transición energética en Europa, pero en el corto plazo, dada la poca elasticidad de la demanda por hidrocarburos, está aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero, al echar mano de todos los hidrocarburos disponibles para suplir la contracción de la oferta por la salida de los rusos del mercado. Estados Unidos está aumentando el uso de fracking para extraer petróleo y gas, lo cual incrementa las emisiones de metano.
Según el artículo “La amenaza de Occidente de prohibir el petróleo ruso sacude los mercados”, publicado en marzo por The Economist, las restricciones para el mercadeo del petróleo ruso y sus derivados mantendrían alto el precio del petróleo por un buen tiempo y la demanda superará la oferta durante este año. En el corto plazo, Estados Unidos incrementará, usando fracking, su oferta en más de un millón de barriles por día. Hoy el 65 % del total producido en Estados Unidos está asociado al fracking. Paradójicamente, mientras aumenta la producción con este método, el presidente Biden dijo, al anunciar que no se comprarán hidrocarburos a Rusia, que “esta crisis es un claro recordatorio de que, para proteger nuestra economía a largo plazo, debemos volvernos independientes de la energía”, y añadió que “debería motivarnos a acelerar la transición hacia la energía limpia” (09/03/2022).
Cada país tiene un punto de equilibrio distinto en el balance entre la transición energética y la seguridad energética. En Estados Unidos la confrontación está caliente y es difícil saber cuál será el resultado. Los republicanos presionan para favorecer de nuevo a las petroleras y los demócratas lo hacen para acelerar la transición energética.
En el mediano plazo, varios factores acelerarán la investigación, hay presión política y económica para avanzar más rápidamente en la transición. Entre otros, están los altos precios de los hidrocarburos, los desarrollos tecnológicos para la producción y el uso de energía proveniente de fuentes alternativas, la decisión de algunos países europeos de no invertir para extraer en sus territorios hidrocarburos, la determinación de algunos de ellos de enfrentar el cambio climático y, finalmente, la disminución de la vida útil de las concesiones para fracking en Estados Unidos al acelerar su extracción ante el alto precio.
A mediano plazo, los precios de los hidrocarburos bajarán y los controles internacionales sobre emisiones de metano asociadas a las extracciones con fracking aumentarán. La crisis climática volverá a ocupar la atención de los gobernantes y se tomarán medidas en el comercio internacional para limitar el acceso a los mercados de productos que generen altas emisiones.
¿Qué implicaciones tiene para Colombia? En el corto plazo, ante los altos precios del petróleo, se incrementan las utilidades de Ecopetrol y los ingresos para el presupuesto nacional. Esto, dado el agudo déficit fiscal en que estamos, es muy positivo; lo negativo es que el Gobierno está obligado a aumentar el subsidio —con costos enormes para el presupuesto— al precio interno de la gasolina, si no quiere enfrentar una crisis política. Hoy el precio de la gasolina en Estados Unidos es más del doble que en Colombia. El dilema no es fácil de resolver.
Colombia debe prepararse para la transición energética, buscando alternativas para sustituir la demanda interna de petróleo y gas, y para la generación de divisas e ingresos para el presupuesto nacional. Solo después de tener esto claro y ejecutado, debe disminuir la exploración y extracción de gas y petróleo.
P. D. En las guerras, una herramienta para vencer al enemigo es destruir su entorno; el medio ambiente se agrede y degrada. Al definir la estrategia de guerra, los tomadores de decisiones dejan al margen la ética y los compromisos ambientales, pues su protecció no les importa; al contrario, muchas veces degradar el ambiente en que vive y se mueve el enemigo es parte del objetivo. No de manera fortuita los ambientalistas somos pacifistas.
* Economista