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ANÁLISIS
Oscar Martínez: Guzmán contra el tiempo. Bonelli: La historia secreta entre Alberto y Cristina
MINING PRESS/ENERNEWS
17/09/2021

OSCAR MARTÍNEZ 

Mientras el gobierno sigue armando el paquete de medidas económicas destinadas a "dar vuelta las elecciones" en medio de una crisis política mayor, el ministro Martín Guzmán intenta acomodar las urgencias políticas con la simple física del paso del tiempo.

El problema es simple: excepto que se decida hacer real la metáfora de una lluvia de pesos, las propuestas que baraja el gobierno no parecen disponer del tiempo necesario para implementarlas satisfactoriamente y que tengan efecto antes del 14 de noviembre.

Siempre y cuando, claro, se decida por algún ukase (nótese el sutil uso de la k) que sostenga que el responsable definitorio de la derrota oficial sea la economía, y no la propia política que dejó mucho que desear.

La pregunta que desvela a propios a extraños sería: ¿cuándo habría que ponerle plata en el bolsillo a la gente, en octubre o en noviembre? Y, además, ¿cuándo se puede hacer? Plata hay. Se puede recurrir a enjuagues contables e incluso el BCRA podría remitirle unos 700.000 millones dentro de la legalidad normativa. Y la emisión siempre es un recurso cuyos efectos se notarán recién el año próximo.

Por ejemplo: aumento por decreto para empleados públicos y privados. Si no se decide esta semana (y habrá que evaluar la respuesta del sector privado a una medida que quiere dar "anticipos a cuenta de paritarias") no habría tiempo material como para modificar nóminas con el objetivo de otorgar dinero adicional en octubre.

Es verdad que se podría aplicar a mediados de mes, en forma de bono y que el gobierno podría ofrecer créditos oficiales a las empresas para que otorguen el aumento. Pero, ¿sería obligatorio? Más aún, ¿por qué un particular debería endeudarse para hacerle ganar votos al oficialismo? Como diría un famoso principe dinamarqués, "that is the question". Los tiempos, definitivamente, le juegan en contra a a estrategia oficial.

El gobierno, eso sí, podría aumentar por decreto los salarios públicos, las jubilaciones y pensiones y las diferentes variantes de planes sociales, sobre todo las AUH. La pregunta se reitera, ¿cuándo y cómo? Un jubilado que vio sus haberes esfumarse desde principios de 2020 con la reforma previsional de Alberto Fernández, cambiaría su forma de pensar (recordemos que los jubilados son unos de los grupos etarios que menos participan de las votaciones). ¿Sería suficiente para que los ausentes en las votaciones, supuestos simpatizantes del oficialismo, vayan a votar?

Pero más allá de los mecanismos y los tiempos, el sistema ese de "poner plata en el bolsillo de la gente", supone una definición, peyorativa y muy incómoda, para el oficialismo: la gente elige por el bolsillo. Es como cuando se dice que los medios influyen en la conciencia colectiva. Sabemos que la gente no es simple ni influenciable, aunque la pase mal por las propias políticas oficiales.

Con todo, este es uno de los menores problemas que debe afrontar Guzmán, sometido al intenso fuego de los compañeros de ruta. El punto de quiebre es el acuerdo con el Fondo Monetario. El ministro quiere superar "la gran Cavallo" o la "mega Sturzenegger" y retirarse de la función pública con un éxito, no como sus colegas, para retomar su carrera académica.

Y discute, por decirlo de alguna manera, con el "fuego amigo" en la necesidad de llegar cuanto antes a un acuerdo con el organismo financiero. Se acaban los dólares y ese mecanismo de pisar las importaciones para no liberar reservas tiene vuelo corto.

Y, en este punto, Guzmán se complica con otro tema: ¿es posible un Presupuesto 2022 -a punto de ingresar en el Congreso- sin acuerdo con el FMI? Más allá de los prolijos dibujos de cada "Ley de Leyes", habría que consensuar temas como déficit, emisión, tipo de cambio, subsidios, por citar algunas cuestiones con el mayor acreedor de la Argentina. El presidente asegura que el Presupuesto por sentado un acuerdo con el FMI. ¿Qué dirá Kristalina Georgieva?

Es verdad que un ajuste firmado ante las cámaras no vende en política, pero también es cierto que el severo ajuste de Martín Guzmán en los primeros seis meses del año apenas si fue útil para prolijar las cuentas públicas y ofrecerlo como sacrificio propiciatorio al board del FMI. Paradójicamente, los planes oficiales -de llevarse adelante- significarían devolverles a la gente parte de la plata que el Ministro, el gobierno en verdad, le sacó en el año.

Sin embargo, todo esto parece un tema menor frente a las renuncias de un grupo de funcionarios que llegaron a la función pública de la mano de Cristina Kirchner. Pero como suele suceder en la mayoria de las crisis, el verdadero problema es siempre político. El "fuego amigo" pasó de pequeñas cebitas a una ofensiva mayor. Y noviembre está a la vuelta de la esquina.

 


Bonelli: La historia secreta entre Alberto y Cristina

Clarín

MARCELO BONELLI

Marcelo Bonelli

La relación entre ambos está totalmente rota y la irresponsable pelea altera la economía. Las acciones se desplomaron y el dólar tocó otro récord.

Insultos, gritos, peleas y traiciones. Así se desarrollaron las últimas horas del vínculo entre las máximas figuras políticas: la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner está totalmente rota. La vicepresidenta acusa a Alberto de “hacer continuamente cagadas”. Y lo culpa de la derrota electoral: “Fue por la desastrosa gestión de su gobierno. No trabajan, son vagos”. La carta de este jueves hace públicos estos cuestionamientos y recrudece la pelea al máximo nivel del poder.

En su texto le lanzó un ultimátum a Alberto Fernández. El Presidente acusa a Cristina de “desleal” y de intentar quedarse con el Gobierno. Y contragolpea: “Acá perdimos todos. También Cristina, Kicillof y La Cámpora”.

Alberto está molesto: “Yo no me voy a dejar patotear por La Cámpora”. En la intimidad, ambos parecen “Los Pimpinela”. La noche del miércoles fue traumática. Alberto repetía: “No hablo con traidores y desleales”. Cristina replicaba: “Ni me lo nombres a Alberto”.

Testigos de esas hirientes frases –con insultos irreproducibles– fueron los mediadores entre ambos. Sergio Massa buscó un acuerdo y hasta Aníbal Fernández se metió en el medio. También algunos gobernadores quisieron terciar sin éxito.

Las conversaciones duraron varias horas después de la medianoche del miércoles. Este jueves se retomaron bien temprano en Olivos y todavía continúan.

Hubo una propuesta concreta de encontrar una salida a la crisis. El plan es producir un cambio de Gabinete que involucre a seis ministros. Tres por cada facción. Se trata de que se vayan tres ministros de Alberto y tres funcionarios que respondan a La Cámpora y Cristina. El Instituto Patria pedía la cabeza de Sabina Frederic, Matías Kulfas y Santiago Cafiero. El trío de camporistas apuntados sería Wado de Pedro, Luana Volnovich y Fernanda Raverta, las cajas de Maximo.

Hasta ahora la cuestión no avanzó. El Presidente respondió a esa propuesta con una versión fuerte: que había eyectado a Wado de Pedro del Gobierno. Cristina y Máximo se sorprendieron por la inflexibilidad de Alberto. No la esperaban, pero el Presidente está intransigente porque siente que se lo quieren llevar puesto.

Cristina Kirchner se va del Congreso, el jueves a la noche.
Cristina Kirchner se va del Congreso, el jueves a la noche.
 

Alberto intenta volver a sus fuentes y sus viejas promesas incumplidas: desplazar a La Cámpora del Gobierno y fortalecer su vínculo con los gobernadores e intendentes. Sobre eso habló ayer en Olivos con Sergio Uñac. También recibió a Juan Manzur y al jefe de La Matanza, Fernando Espinoza. Al trío lo sondeó sobre un futuro ministro del Interior con apoyo de los caciques territoriales.

Se está jugando fuerte y la irresponsable pelea política altera la economía: las acciones –otra vez- se desplomaron y el dólar tocó otro récord. Un mayor torniquete al cepo evitó que el BCRA pierda más reservas durante estas jornadas.

Los hombres de negocios no pueden creer cómo Cristina y Alberto autoprofundizaron la crisis. En la UIA, AEA y los bancos temen -y lo dicen- que los problemas recién empiecen.

Este jueves hubo reuniones de inversores en Wall Street. Goldman Sachs , JP Morgan y UBS emitieron documento con teorías inquietantes sobre Argentina.

Son versiones que circulan localmente. Muchos sostienen que la ofensiva de Cristina y La Cámpora busca un objetivo final: salir del Gobierno, para mantener el relato contra el FMI y evitar tener que avalar los ajustes que se avecinan para intentar encarrilar la economía. También otros poderosos insisten en que el sector duro del “cristinismo” busca empujar a Alberto, para colocar en la Casa Rosada a quien realmente tiene el poder político en el espacio: la propia Cristina.

El proyecto delirante entusiasma a los duros de La Cámpora, pero tiene un límite: dicen que la vicepresidenta no está dispuesta a correrlo a Alberto y ser acusada de “golpista”.

Por las dudas, Alberto quiere que Sergio Massa se quede en Diputados: para no entregar a La Cámpora la línea de sucesión presidencial. Estas versiones circularon el miércoles en los ambientes de poder, después de la kamikaze jugada de Wado de Pedro y los funcionarios renunciantes. Esa maquiavélica –y peligrosa- movida se le ocurrió al propio Wado.

El ministro del Interior jugó desleal e hizo pública su dimisión para precipitar la crisis política y obligar a Alberto a sacar a Santiago Cafiero y Martín Guzmán. Juanchi Zabaleta lo acusó: “Sos un traidor”. La cuestión blanqueó las furibundas peleas de los últimos meses, que tapaban solo con hipocresía Alberto y Cristina.

El Presidente no soporta más que la vice lo haga quedar como un “títere” marcándole en público la cancha. Tampoco –dice– está dispuesto al chantaje permanente de La Cámpora. La cuestión explotó ya el domingo en el búnker de la derrota. Tras bambalinas cada uno tuvo un lugar y evitaron cruzarse durante la trágica noche.

Alberto y sus colaboradores en un salón. Sergio Massa en otro y Cristina y los suyos aislados en una habitación. Sólo tuvieron contacto para decidir que hablaba Alberto.

A Cristina la rodeaban su hijo Máximo, De Pedro, Teresa García y Axel Kicillof. El kirchnerismo estuvo falto de reflejos, sin timing y ajeno a la realidad: media hora antes de los primeros y categóricos datos oficiales, insistían que habían ganado la Provincia.

El mazazo electoral los demudó y Cristina empezó a buscar culpables por todos lados. La furia se adueñó de todos y Máximo empezó a acusar a Martín Guzmán por la derrota. Así lo decía: “La gente no tiene plata. La gestión de Guzmán es un fracaso”.

Cristina arremetió con frenesí contra Cafiero. El jefe de Gabinete estaba en el cuarto vecino: esa noche Cafiero le ofreció su cargo al Presidente. Así lo dijo: “Alberto, mi lugar y el de todos los funcionarios están a disposición”.

El Presidente se acostó tarde el domingo y amaneció temprano el lunes. Esa mañana, el Instituto Patria le exigió que rueden cabezas, pero Alberto rechazó la imposición de Máximo y Cristina.

Alberto Fernández enfrenta la fractura de su Gobierno. Foto Emmanuel Fernández
Alberto Fernández enfrenta la fractura de su Gobierno. Foto Emmanuel Fernández


El Presidente sospecha que madre e hijo quieren terminar de licuar su poder y coparle el gobierno: dijo que las salidas de Cafiero y Guzmán lo dejaban en una situación de debilidad extrema y eso era inaceptable.

Después Alberto contragolpeó: le enumeró a Cristina que perdió en Santa Cruz, en Buenos Aires y la mayoría en el Senado. También repartió bandazos contra Máximo: lo acusó por el mal armado en Buenos Aires y por “despreciar ” a los Barones peronistas del Conurbano. La desgracia kirchnerista –en verdad- fue brutal . Axel perdió 18 puntos de sufragios.

Máximo fue el verdadero impulsor del ataque a Guzmán. Quiere su cabeza.

El martes le ofreció a Massa hacerse cargo del Palacio de Hacienda y el Ministerio de Producción. Un súperministerio.

Máximo le dijo que la propuesta tenía el aval total de Cristina. Para el cacique de La Cámpora ese plan lo dejaba “knockout” a Guzmán. Pero Massa no aceptó. Coincidió con Alberto: dijo que había que esperar a noviembre para pensar en esas decisiones.

Cristina tampoco estaría muy convencida : su insólita ratificación a Guzmán apuntaría a abortar las propuestas de su hijo. Guzmán volvió el miércoles al Palacio de Hacienda y confirmó a su equipo los detalles de la conversación con la vice.

Asi lo confió: “Cristina me dijo que no pidió mi renuncia. En breve nos vamos a reunir”. El ministro –después– se sinceró: acusó a Máximo de fogonear ese complot contra su gestión. Fue sincero: “No se confundan. Atrás de mi cabeza está Máximo, y no sabe que juega con fuego”.


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