CARLOS MOYANO WALKER *
Como es públicamente conocido, desde hace tiempo la economía argentina tiene fallas estructurales que desalientan la inversión e impiden su crecimiento. Además del requisito fundamental de preservar la seguridad jurídica, hay coincidencia en que es necesario que haya cambios en la legislación laboral y en el sistema impositivo. Pero fundamentalmente resulta imperioso reducir la magnitud del gasto público y la presión tributaria y la eliminación del déficit fiscal, que han provocado a lo largo de las últimas décadas una de las mayores inflaciones del mundo y el deterioro de la moneda nacional.
Más allá de estos obstáculos, la economía argentina ha sufrido una escasez crónica de divisas necesarias para un desarrollo sostenido. Del total de lo que importó la Argentina en 2019, el 37.9% son bienes de capital, sus piezas y accesorios, el 34.9% son bienes intermedios y el 9.1% son combustibles y lubricantes. Es decir que el 81.9% corresponde a importaciones que utilizan las actividades económicas. El resto son bienes de consumo (12.9%) y vehículos automotores de pasajeros (4.8%). No se toman en cuenta los datos de 2020, por ser un año afectado por la pandemia del Covid-19.
Esta dependencia de las importaciones se agrava si se tiene en cuenta que históricamente las estadísticas muestran que para que el PBI crezca 1%, las importaciones deben aumentar por lo menos 3%. El problema es que también históricamente, salvo algunos períodos, las exportaciones argentinas no han podido cubrir esta necesidad de importar, provocando el conocido “estrangulamiento del sector externo”. Esta escasez crónica de divisas hace que el Banco Central tenga que restringir su venta a los importadores, afectando el normal desarrollo de la actividad económica.
En 1937, la Argentina exportaba el 3.23% de las exportaciones mundiales y Corea el 0.84%. En 2018, las exportaciones nacionales cayeron al 0.32% y las de Corea subieron al 3.11%. Si se hubiera mantenido esa proporción original, la Argentina debería estar exportando USD 628 mil millones y no los USD 61 mil millones que exportó en 2018.
La razón por la cual no han crecido las exportaciones hay que buscarla en su composición. En 2019, el 63.8% correspondió a productos primarios y manufacturas de origen agropecuario y solo el 36.2% fueron manufacturas de origen industrial. La industria no exporta lo suficiente para cubrir las necesidades de importación.
Las restricciones estructurales mencionadas más arriba, aun cuando se encaren seriamente, requerirán un largo período de tiempo para ser corregidas. Pero la superación del “estrangulamiento externo” puede ser alcanzada en un plazo más corto si se toman las medidas necesarias para aumentar las ventas al exterior.
Un breve análisis de la potencialidad de las exportaciones permite señalar hacia a donde deberían dirigirse los esfuerzos y las inversiones en el corto plazo para aumentar su crecimiento.
El sector agropecuario, que representa solo el 7% del PBI, exporta el 64% del total del país. Es el sector más productivo porque sus precios los determina la competencia. Su actividad consiste en producir grandes volúmenes, con precios bajos y alto riesgo empresario (climático, político y tecnológico). Lo mismo ocurre con los servicios transables y la minería.
Los bajos costos del sector agropecuario le permiten competir con precios fluctuantes determinados internacionalmente. El sector no necesita estímulos para aumentar su producción, solo que lo dejen competir en igualdad de condiciones con otros productores internacionales.
Los servicios transables, al igual que la minería, si no son competitivos internacionalmente se funden.
La industria, por su parte, que representa el 15% del PBI, es decir más del doble del PBI del agro pero solo algo más de la mitad de las exportaciones del agro, está protegida por altos niveles arancelarios y otras barreras no arancelarias a la importación, lo que le permite fijar precios con elevados márgenes de ganancia con perjuicio para los consumidores. El mercado interno argentino es reducido debido a su escasa población. Apuntando principalmente a este mercado, la industria protegida nunca podrá alcanzar la escala necesaria para generar crecimiento de manera sostenible. Esta condición estructural hace que para expandirse y crecer el país, y la industria, necesite de los mercados internacionales.
Las perspectivas de corto plazo para el futuro de las exportaciones se centran en cuatro sectores: agro, petróleo y gas, minería (principalmente litio) y servicios.
El sector que más rápido podría reaccionar a una disminución de las retenciones a la exportación es el agro. Tomando como ejemplo el aumento de la producción de maíz que se produjo entre las campañas 2014/2015 y 2018/2019, de 23 millones de toneladas (+93%), cuando se redujeron las retenciones en ese período de 20% a 6.7%, teóricamente las exportaciones primarias y agroindustriales podría alcanzar al 50% en dos años, o sea el equivalente a USD 20.760 millones, y el doble en cuatro años si las retenciones se redujeran a cero.
Por otro lado, el agro necesita menos dólares para producir que los que requiere la industria. Según cifras del Indec, los productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario solo requieren importaciones equivalentes al 1.7% del valor de su producción. Por otro lado, las manufacturas de origen industrial necesitan importar por un 40.2% del valor de su producción.
El sector petrolero es el que se han volcado muchas expectativas por el desarrollo del yacimiento de Vaca Muerta. Sin embargo, si las exportaciones de petróleo no convencional aumentaran 100%, se obtendrían solo USD 1370 millones extra y por las de gas no convencional USD 1720 millones. En este último caso, a los precios actuales del millón de BTU, el sector productivo debería bajar sensiblemente sus costos para poder exportar sin subsidios. En el caso del petróleo el aumento de la producción podría ser más rápida, pero igual los valores exportados estarían lejos de los que puede aportar el agro.
Otro sector en el que se ha puesto énfasis es el litio. Si bien hay varios proyectos en desarrollo, actualmente las exportaciones de carbonato de litio y cloruro de litio solo sumaron USD 23 millones en 2019. Es cierto que en 2017 alcanzaron a USD 225 millones y que si esa cifra se duplicara en el corto plazo sería un aporte importante para el país, pero aún muy lejos de lo que podría aportar el agro.
El otro gran potencial para el crecimiento de las exportaciones es el de los servicios. Este sector se presenta como la alternativa más sustentable en el tiempo. Las exportaciones de servicios reales –no financieros- han tenido en los últimos años un fuerte crecimiento y tienen un mejor futuro porque se basan en recursos humanos y no requieren volúmenes importantes de importaciones ni de capital fijo para su producción. Entre 2006 y 2019, las exportaciones de servicios crecieron 79%, alcanzando en este último año a USD 14.183 millones.
Del total de exportaciones de servicios, las que más rápido crecieron fueron las correspondientes a “Servicios de telecomunicaciones, informática y servicios de información”, que entre 2006 y 2019 aumentaron 246%. Además de ser el de más rápido crecimiento, este rubro presenta todos los años saldos positivos en su balance comercial. El potencial de crecimiento del país se aprecia comparando las exportaciones argentinas de servicios con las de dos países con similares estructuras productivas agropecuarias: Canadá (USD 91.654 millones) y Australia (USD 68.317 millones). Por otra parte la exportación de servicios comerciales a nivel mundial ha ido ganando importancia en los últimos años y en 2018 representaba el 22.9% del total exportado.
Para el mediano y largo plazo, más allá de los sectores mencionados, es necesario que la industria contribuya con su aporte a un aumento de las exportaciones. En este sentido, se presenta una gran oportunidad con el acuerdo firmado entre el Mercosur y la Unión Europea, firmado en 2019, luego de 20 años de negociaciones, lo que implicará para la mayor parte de las exportaciones el acceso en un plazo máximo de 10 años a un mercado de más de 400 millones de habitantes. Como este acceso también será recíproco, es necesario que la industria argentina vaya orientando sus inversiones para ser más competitiva.
Las mayores economías de escala que se producirán cuando el acuerdo entre en vigencia favorecerán la reducción de costos, pero también será necesario que se invierta en tecnología y calidad de los productos para poder competir en ese mercado. Los plazos son suficientemente largos como para permitir el aggiornamiento de la industria, sobre todo teniendo en cuenta que para que el acuerdo se ponga en marcha debe ser aprobado por el Parlamento Europeo y por los Congresos de los cuatro países miembros del Mercosur.
* Licenciado en Economía, Senior Advisor en ICBC Foundation