Pablo Besmedrisnik, director de Invenómica, analiza el debate sobre si un alivio impositivo necesariamente implica una mejora en la tasa de inversió
FERNANDO GUTIÉRREZ
El debate sobre la tasa de inversión argentina se ha convertido en uno de los temas centrales a la hora de hablar sobre crecimiento sostenible. La comparación con los países de la región -y ni qué hablar cuando se compara con las naciones asiáticas que crecen a "tasas chinas"- deja en evidencia que la baja inversión es uno de los talones de Aquiles de la economía argentina.
iProfesional recurrió a la opinión de Pablo Besmedrisnik, director de la consultora Invenómica, que el año pasado causó impacto con un informe que revelaba que la inversión había caído a mínimos históricos, con un 9,5% del PBI en el peor momento de la cuarentena.
- Los funcionarios del área económica se muestran entusiasmados con la posibilidad de un rebote fuerte de la economía. ¿Debería esperarse que esto viniera acompañado de una suba en la tasa de inversión o se tratará solamente de un "efecto rebote"?
- Por supuesto que, en la comparación con el momento más recesivo, alguna mejora vamos a notar en la inversión, pero no hay que hacerse expectativas de cifras muy importantes. La realidad es que el crecimiento que se está viendo en estos días no se debe a que haya una mayor inversión sino que es consecuencia de otras situaciones.
Aunque todavía no tenemos una estimación final de cuál sería la tasa para este año, esperamos algo bastante mediocre, en torno de 12 puntos del PBI.
- Bueno, no deja de ser una mejora…
-Pero es que venimos de niveles muy bajos. Y no me refiero únicamente a la pandemia, sino que Argentina venía con un deterioro del nivel de inversión ya desde hacía mucho tiempo. Hay que pensar que aquellas tasas superiores a 20%, que permitían esperanzarse con un crecimiento sostenido, hace ya años que no se ven. De hecho, el mejor registro de los últimos tiempos fue el del año 2008, cuando tuvimos una tasa del 19%, que no es algo espectacular, y a partir de allí vinimos en declive.
- Pero ahora, con la perspectiva de que la pandemia quede atrás y el consumo se recupere, ¿no se abre un margen para una mejora?
- La baja tasa de inversión del año pasado tuvo a la pandemia como uno de sus componentes, pero no fue el único. A eso hay que agregarle factores que siguen estando presentes, como el control de cambio, la incertidumbre política, las regulaciones.
Lo que sí es cierto es que este es un momento, a nivel global, en el que todo el mundo está viendo una oportunidad interesante para los países que tienen un horizonte claro. Hay muchos dólares dando vuelta en busca de oportunidades y eso les da a las economías emergentes un contexto de recuperación.
- Uno escucha al Gobierno hablar sobre las cifras de crecimiento fuerte en algunos rubros de la actividad, como industria y construcción. ¿Eso no podría interpretarse como una señal de mayor confianza?
- No necesariamente. Porque la confianza se mide en inversiones en proyectos de largo plazo. Y eso requiere que los empresarios tengan un horizonte de visibilidad que vaya más allá de unos pocos meses.
La realidad es que las inversiones que estamos viendo en estos días es lo que llamamos "de tipo oportunista". Es decir, no están motivadas por la voluntad de hacer una apuesta a largo plazo sino porque se pronto se conjuga el hecho de que hay activos que quedaron muy devaluados y eso se combina con la abundancia de pesos en el mercado, que no puede ir a colocaciones en dólares.
Pero no hay que confundir ese tipo de inversión con los proyectos que hacen crecer la economía. Lo que se está viendo ahora no es algo que se pueda calificar como "inversión genuina". Y deja en evidencia cómo el contexto de incertidumbre condiciona ritmo cansino de la economía.
- Hablando en números, ¿ve viable la aspiración del Gobierno de que en comparación con 2020 la masa total de inversión suba un 12%?
- Sí, no es una meta imposible, porque venimos de una caída histórica , en la cual veníamos cayendo un 20% en términos interanuales, y ahora estamos viendo un semestre continuo de recuperación. Así que una mera cuestión estadística debería ser algo conseguible, si es que el segundo semestre del año consolida la recuperación.
- Durante el debate sobre el impuesto a las Ganancias y la mayor carga que deberán soportar algunas empresas, el Gobierno argumentó que es falso el argumento de que un alivio impositivo mejora la inversión, y que eso quedó a la vista con la reforma macrista del 2017. ¿Qué opina?
- Es un debate interesante, y aunque haya muchas críticas a ese punto de vista, quiero destacar que no se trata de un argumento que se esté discutiendo sólo en Argentina, sino que en muchos lugares está en discusión.
Por ejemplo, fue uno de los temas de la campaña en Estados Unidos. El premio Nobel Paul Krugman, en su último libro, es uno de los defensores de que hay que castigar con fuertes impuestos a la élite rica porque bajarles los impuestos no genera un beneficio a nivel social. Y por supuesto que hubo economistas que salieron a contradecirlo.
No me parece mal que ese debate se dé en Argentina. Personalmente no tengo dudas de que una presión impositiva alta como la que tenemos es un claro desincentivo a invertir.
Pero es un debate más complejo de lo que parece, porque aquí hay elementos que distorsionan el análisis y pueden llevar a conclusiones erróneas.
- ¿Por ejemplo?
- Para un empresario argentino, el nivel de presión impositiva es apenas uno de los elementos a tener en cuenta a la hora de tomar una decisión de inversión. Porque pesan mucho también la incertidumbre sobre qué va a pasar con la macroeconomía, con los precios, con el dólar, con la situación política.
Y eso lo lleva a uno a preguntarse si es realmente la presión fiscal el principal factor para decidir una inversión y que entonces cualquier alivio impositivo hará que se genere más empleo.
En estas condiciones de la Argentina de hoy, yo no me animo a afirmar que el tema impositivo sea el de mayor relevancia. Creo que a un empresario le importa más tener certidumbre de que no van a cambiar las reglas de juego.
En definitiva, a la hora de definir un proyecto, el empresario quiere saber que después de traer su capital puede recuperarlo, que si lo trajo del exterior le van a permitir llevarse los dólares sin restricciones, que va a poder acceder a divisas o que no va a tener trabas para importar insumos. En definitiva, que no le van a cambiar las regulaciones todas las semanas. Me parece que en este momento eso es más relevante.
- Vamos al caso concreto de las empresas que, por la reforma en el impuesto a las Ganancias, van a tener una mayor carga. Va a alcanzar incluso a pymes. ¿Cuál cree que será el impacto en esos casos?
- Es muy preocupante. Porque creo que la ecuación de negocio de los empresarios los va a forzar a tomar medidas más pragmáticas. Y posiblemente eso venga por el camino de la evasión. Y por supuesto que esos niveles de asfixia fiscal son un desánimo a la inversión.
Pero este debate habla también y refleja el impacto de la inflación en todas las variables. Es parte de la asfixia fiscal, la incapacidad de seguir el ritmo de las alícuotas con la inflación.