RICARDO ALONSO*
A fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, se hizo muy conocido el oficio de “Naturalista Viajero”. La República Argentina necesitaba conocer cuáles eran sus recursos naturales a lo largo y ancho del territorio. Especialmente aquellos relacionados con las floras, faunas, climas, hidrología, geología, recursos minerales y demás aspectos de la riqueza del suelo y del subsuelo.
Las observaciones sobre ciencias naturales en el país se remontaban a viajeros como el checo Tadeo Haenke y el alemán Anton Z. Helms, en el siglo XVIII; el francés Alcides D’Orbigny en la década de 1820; el inglés Charles Darwin en la década de 1830; los franceses Victor Martín de Moussy, Augusto Bravard y Alfred Marbais Du Graty en las décadas de 1850 y 1860; los alemanes de la Academia de Ciencias de Córdoba a partir de la década de 1870, tales como Lorentz, Hyeronimus, Stelzner, Siewert, Brackebusch, Doering, entre muchos otros.
Lo mismo vale para las misiones científicas que acompañaron las expediciones militares a la Patagonia o el Chaco. Muchos de ellos tenían títulos académicos en algún campo de la ciencia. Otros eran estudiosos autodidactas que se habían preparado como coleccionistas de flora, fauna, minerales o fósiles y escribían y publicaban el resultado de sus observaciones. Entre esos autodidactas algunos escalaron a las posiciones más altas de la ciencia como es el caso de Florentino Ameghino y su menos conocido hermano Carlos Ameghino quien estaba a cargo de la búsqueda de los fósiles y la descripción de las capas geológicas en que se encontraban. Y lo mismo vale para los hermanos Lorenzo y Rodolfo Parodi Bustos, Lucas Kraglievich, Carlos Rusconi, Enrique De Carles, Alfredo Castellanos, etcétera. Una lista de “viajeros naturalistas” o “naturalistas viajeros”, con o sin títulos universitarios, resultaría interminable.
Lo cierto es que la figura de “Naturalista Viajero” se daba oficialmente en algunas reparticiones del estado o bien museos a quienes acreditaran conocimientos que les permitieran recorrer distintas regiones del territorio argentino realizando observaciones de la naturaleza, así como de la vida y costumbres de sus habitantes. Uno de ellos fue Eduardo Alejandro Holmberg (1875-1923), quien fungía como “Naturalista Viajero” de la Dirección de Agricultura y Ganadería del Ministerio de Agricultura de la República Argentina. Holmberg era hijo del famoso naturalista argentino, Eduardo Ladislao Holmberg y bisnieto del artillero barón de Holmberg que acompañó a Belgrano en las batallas del noroeste argentino. Sobre sus ilustres padre y bisabuelo hay muchas biografías escritas. Pero muy poco o nada se sabía de Eduardo A. Holmberg (h), una figura muy importante para salteños y jujeños por la obra realizada en el norte de Argentina.
Esta primera biografía se basa en información inédita aportada por uno de sus descendientes, Alejandro Parker Holmberg. Eduardo A. Holmberg (h), fue el hijo primogénito de “El último enciclopedista”, el barón Eduardo Ladislao Holmberg (1852-1937). Eduardo Alejandro nació en Buenos Aires el 9 de junio de 1875 y fue el mayor de siete hermanos; tres varones (Eduardo, Ricardo, Luis) y cuatro mujeres (María Magdalena, María Helena, María Laura, María Abelina). Una de sus hermanas, María Helena Holmberg (1878-1971), estaba casada con el célebre arqueólogo y antropólogo Juan Bautista Ambrosetti, considerado el padre de la etnografía argentina. En el hogar de los Holmberg se respiraba ciencia y era frecuentado por algunas de las personalidades relevantes del mundo científico decimonónico.
Eduardo A., se interesó por los estudios de las ciencias naturales además de la arqueología y los estudios agronómicos. Pronto descubrió que tenía un talento natural para el dibujo. En 1894 realizó los dibujos de reconstrucción de escenas de la vida y costumbres de los indios Cainguá en el Alto Paraná para el texto de su amigo y futuro cuñado Juan B. Ambrosetti, obra que publicó el Boletín del Instituto Geográfico Argentino. En 1895 acompañó a Ambrosetti a Salta donde exploraron la arqueología de la zona de Pampa Grande, las grutas de Cara-Huasi, del Churcal y de los Tigres, las cuevas pintadas de Guachipas, Cafayate, San Carlos, Molinos, La Poma y Quebrada del Toro.
Este viaje debió deslumbrar al joven Eduardo por la belleza paisajística y los tesoros arqueológicos exhumados. En 1899 el laudo arbitral de Buchanan, con la participación del salteño José Evaristo Uriburu, ex presidente de la nación, otorga a la Argentina la región de la Puna. El presidente Roca crea el Territorio Nacional de los Andes, con capital en San Antonio de los Cobres, el 9 de enero de 1900 mediante la ley 3.906 del Congreso de la Nación. Nombra al general Daniel Cerri como primer gobernador. Asimismo designa una comisión científica encabezada por Oscar Doering de la Academia Nacional de Ciencias y Eduardo A. Holmberg (h) del Ministerio de Agricultura de la Nación. Dicha comisión recorrió durante tres meses el sector de la Puna salteña entre los salares de Pastos Grandes y Hombre Muerto.
Holmberg regresó a Buenos Aires y ese mismo año publicó una obra clave titulada “Viaje por la Gobernación de los Andes (Puna de Atacama)”, Ministerio de Agricultura de la República Argentina (Imprenta de “La Nación”, 78 p., 1 mapa, 1900, Buenos Aires). En 1902 publica un artículo en los Anales de la Sociedad Científica Argentina titulado “Museos provinciales y museos regionales” (Anales, SCA, 53: 271-274), donde se queja de la cantidad de museos que se fundaban en aquellos años con el solo objetivo de que los gobernantes pudieran mostrar alguna obra de su paso por la gestión.
En 1903 y 1904 explora la provincia de Jujuy enviado por el Ministerio de Agricultura con el objetivo de estudiar el suelo, las aguas, el clima, el riego, el sistema de explotación y el valor de la tierra, los medios de transporte y las vías de comunicación, el bosque y sus maderas, así como a sus habitantes y los cultivos que se efectuaban en ese entonces en la provincia. Fruto de ese viaje es su libro “Investigación Agrícola en la Provincia de Jujuy”, Anales del Ministerio de Agricultura, Tomo 2, Nº 6, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, 1904, Buenos Aires.
Tanto ese libro, como el anterior de la Gobernación de los Andes, estaban completamente agotados y fueron reeditados por la Universidad Nacional de Jujuy en la década de 1980. En 1906 en su calidad de naturalista viajero realiza un viaje de exploración a Tierra del Fuego, que sale publicado como “Viaje al Interior de Tierra del Fuego”, Anales del Ministerio de Agricultura, Sección de Inmigración, Propaganda y Geografía (Tomo I, Nº 1, 1906, Buenos Aires). En 1910 ilustra con numerosos dibujos y singular maestría el larguísimo poema de su padre titulado “Lin-Calel”, por cuyos endecasílabos desfilan los mitos americanos.
Este libro fue publicado por la Masonería Argentina en ocasión del centenario de la Revolución de Mayo. El bisabuelo Holmberg, su padre, él y su hermano Ricardo fueron iniciados en la masonería, donde alcanzaron altos grados. El primer Holmberg perteneció a las logias austríacas, tenía título de nobleza y junto con San Martín, Alvear y otros fundaron la Logia Lautaro. Eduardo A., fue iniciado Masón en 1909 y su ilustre padre asistió a la ceremonia. En 1912 edita un libro de cuentos al que titula “Flor de las Nieves”. Se trata de un folleto de 128 páginas publicado por la editorial Tipo-Lito “La Buenos Aires”. Presenta allí en forma novelada las vivencias profundas del hombre de la Puna en su dura realidad geográfica y climática, con todos los aspectos mágicos y sus creencias.
Entre los capítulos se destacan: La quena mágica, Duermen los dioses, La pizarra montañesa, Las primeras nieves, Las illas de plata, Los incas perdidos, Ni el guanaco, En el país de las cañas. La lectura es muy rica en información de cómo se vivía, creía y pensaba en la Puna en 1900 y merece un estudio más exhaustivo. Eduardo A. Holmberg (h) fue un hombre de ciencia consagrado a los estudios de las ciencias naturales, arqueología americana y agronomía; pero cultivó además las letras y las artes, destacándose como periodista, literato, historiador, ilustrador, dibujante, publicista, investigador, en su rol de Naturalista Viajero. Eduardo A. Holmberg (h) falleció en Buenos Aires el 10 de mayo de 1923 a los 47 años de edad.
*Doctor en Ciencias Geológicas