MARCELO BONELLI
Un grupo de máximos empresarios transmitió su temor por la situación económica a la cúpula de poder político en la Argentina. Ocurrió esta semana en una lujosa residencia en Olivos, cerca de la Quinta presidencial. Alberto Fernández estaba al tanto del encuentro. Los empresarios buscan soluciones. Fue hermética, y de ella participaron los principales referentes del mundo de los negocios: la banca, la industria, el petróleo y la construcción.
Los emisarios del poder fueron Máximo Kirchner, Wado de Pedro y Sergio Massa. El trío quiso escuchar de boca de los hombres de negocios la preocupación que existe sobre la ausencia de plan para revertir la crisis. El diagnóstico de los CEO fue coincidente: histórica caída de la actividad, desequilibrio fiscal por las nubes, brecha cambiaria enorme y emisión monetaria récord.
Tambien se coincidió en otra cosa: la inflación complicará el cuadro social a fin de año. Al encuentro reservado concurrieron cinco líderes empresarios: Miguel Acevedo, Jorge Brito, Marcos Bulgheroni, Hugo Dragonetti y Marcelo Mindlin.
El quinteto se mostró pragmático con sus interlocutores. Se evitaron viejos rencores y se habló en forma sincera.
La reunión comenzó con una exhortación del banquero Brito: la necesidad de encarar ya los graves desequilibrios económicos y dejar atrás las mutuas acusaciones e imputaciones del pasado.
La idea fue compartida por el conjunto de los hombres de negocios. Miguel Acevedo insistió: “La solución requiere consensos y basta de grieta”. Para los empresarios, la economía argentina se encamina hacia una “tormenta perfecta”.
Insisten en que la “grieta” complica cualquier solución y piden ampliar los consensos para encarar soluciones drásticas.
Máximo Kirchner conoció a varios de sus interlocutores. El encuentro reflejó la inquietud política: la crisis tiene una inusitada gravedad y dejará un tendal productivo.
La UIA ya le envió a la Casa Rosada un programa completo de reactivación. El documento tiene 20 carillas y 6 capítulos llenos de medidas. Se llama “propuestas para la reactivación productiva”. Incluye un diagnóstico político clave: “Hay que construir consensos y acuerdos para el desarrollo”.
Los hombres de negocios consideran que tanto Cristina como Mauricio Macri quieren sostener la “perversa grieta” por una cuestión de supervivencia política. Macri, en su intimidad, sostiene que las acciones judiciales son forzadas para neutralizar su influencia política. El ex presidente dice que le temen en la Casa Rosada.
Ocurrió algo inusual: los últimos allanamientos y detenciones -por el presunto espionaje- lo encontraron definiendo su campeonato de bridge internacional. Su equipo salió tercero en un repechaje. En reuniones de amigos –los mismos que iban a Olivos– Macri les dijo: “Me van a venir a buscar para solucionar este desmadre económico”.
La Justicia comenzó a actuar después de los reclamos de Cristina a Alberto Fernández. Los jueces, de todos modos, cometen desprolijidades y errores técnicos imperdonables: a Nicolás Dujovne lo convocaron a indagatoria por un contrato ajeno a la competencia que tenía el Palacio de Hacienda.
Eduardo Duhalde estuvo a solas el miércoles con Alberto Fernández y habló de la cuestión. El ex presidente embistió contra la influencia de la vicepresidenta. Duhalde dijo: “Te la tenés que sacar de encima”. El bonaerense le insistió en lanzar una movida productiva. También cuestionó al Gabinete nacional.
Existen noticias sobre un cambio de ministros después de la cuarentena. Volvió la versión de la incorporación de Carlos Melconian y la cuarentena demostró que Alberto necesita para gobernar sólo 8 funcionarios clave y que el resto parece “cartón pintado”.
La reunión entre Alberto y Duhalde ocurrió minutos después del encontronazo que el Presidente tuvo con el secretario de Seguridad bonaerense. Alberto exclamó: “No me banco más a Berni”.
En las últimas 72 horas, el Presidente tuvo varios encuentros a solas con Martín Guzmán. Clarín confirmó que este jueves el Presidente tomó una decisión clave al mediodía y fue después de un encuentro con el ministro. Así lo dijo: “Ya se acabó, la decisión esta tomada. Habrá una nueva propuesta”.
El lunes –a más tardar el martes– Argentina hará oficial un nuevo plan de pago de la deuda externa. La presentación será frente a la SEC de los Estados Unidos y a partir de ese momento se abre un período dramático para evitar el default definitivo. Guzmán ofrecerá un pago equivalente a un valor presente del 53,1%. Incluye un anticipo en las fechas de cobro y un tratamiento para intereses.
Esta propuesta implica lo siguiente: Argentina mejoró su oferta original en 9.300 millones de dólares. Pasó del 39 al 53,1%. En el texto que se enviará a la SEC se rechazan todas las exigencias legales y cláusulas anti-default pedidas por BlackRock. Aceptarlas –a juicio de Guzmán– sería incurrir en el delito de incumplimiento en los deberes del funcionario público. Se trata de la iniciativa que el último sábado la Unión de Bancos Suizos sondeó informalmente entre los acreedores. La jugada fue ideada por los banqueros Enrique Vitot y Federico Isenberg, de UBS.
Primero generó entusiasmo: se usó un método informal y de consulta como siempre exigían los acreedores. Rob Koenigsberger, jefe de Gramercy, envió una carta privada al titular del Palacio de Hacienda. En su texto afirma: “Quería hacerle saber que Gramercy, Fintech, Greylock y Oaktree respaldan su oferta”.
Pero a poco de andar volvieron los problemas. La propia misiva los advierte.
El “lobo” de Gramercy así lo reconoce: “Hemos tenido dificultades para que aparezca formalmente el apoyo de todos los miembros del Comité de Acreedores”. Varios miembros del ACC apostaron por otra solución: volver a pedir más dinero y que Argentina aumente -otra vez- la oferta. Entre los tiburones de Manhattan existe una clara especulación: que Alberto está urgido de obtener un éxito y, por lo tanto, dispuesto a abonar un adicional.
Jennifer O’Neill, de Blackrock, le anticipó esta semana a Guzmán que el influyente Comité ad-hoc no va a acompañar la propuesta oficial. El fondo Ashmore –por si hubiera dudas– salió con una “bomba”: reclamó a último momento un pago en efectivo de 2.500 millones de dólares.
El martes -a instancias de O’Neill– ese grupo emitió un comunicado para desactivar los avances que tuvo Argentina. En Washington circula la versión de que el duro texto tuvo un aval del Tesoro de los Estados Unidos. En otras palabras: que fue una réplica, por la decisión del Presidente de no apoyar el candidato de Donald Trump al BID.
El comunicado desconoció la gestiones informales de los banqueros del UBS y trató de empantanar las conversaciones.
El Presidente contragolpeó y, en Olivos, definió: “Argentina ya cumplió con su parte para acordar. Ahora les toca a ellos”.
Pero los “lobos” tiran munición pesada contra Guzmán. Lo acusan de irritar con preconceptos catedráticos y de dilatar las soluciones. La ofensiva alentó también críticas internas en la Casa Rosada. Están inquietos por la falta de resultados y con temor por profundizar el default. Pero -hasta ahora los ataques tuvieron el efecto contrario: Alberto no para de avalar a su ministro de Economía.