DANIEL BOSQUE*
Sipi sepeñorpo, dicho en jerigonza, el idioma lúdico de nuestra niñez perdida. Estamos como el recontra tujes como pocas veces en la historia nacional.
Podemos irnos por la tangente hablando de Macri, Menem, los K, Figueroa Alcorta, Sarmiento, Rosas, Braden o Peron. Argentina es una pesadilla de la que no podemos despertar. Nos cabe el duro privilegio de estar asistiendo a un desastre impensado.
Anoche vimos a quien nos iba a salvar del flagelo de la humanidad, con sobre peso y ojeroso, rodeado de políticos federales y variopintos que tampoco creían en lo que discurseaban. Cuarentena, pandemia, qué carajos importa, la respuesta a los tiempos del virus, en medio de la severa crisis que ya nos castigaba, se encamina a un fracaso monumental.
Para no pegarnos un tiro en la entrepierna mejor será adornar con eufemismos este cuadro. Por enésima vez: no se trata de ser de izquierda o de derecha. Los laburantes y contribuyentes, esos auténticos decadentes que son cada vez menos en un país diezmado, están cada vez más a disgusto. Pero a no quejarse porque hay millones, como los jubilados e informales desbarrancados, que están mucho, pero mucho peor.
En mayo y junio, el tufo del del aislamiento social ya atravesaba el mejor barbijo N -95, ya se advertía de que el sentido común había huido de la escena pública. Aún hoy, cuando la realidad nos ha abofeteado, todavía hay personajes que fanfarronean con su pene más largo. Mientras, una respetable proporción del gran pueblo argentino le ha puesto el pecho a esta pandemia / cuarentena, ha quedado hiper asistido, más pobre, con el ánimo por el piso, sin rumbo.
No jodamos más con las paráfrasis. Este naufragio inédito. el reseteo universal montado en la oscura pandemia tiene la imprescindible complicidad de nuestras conciencias dormidas. Por comodidad, miedo o buena fé, nos hemos entregado a la falta de sensatez. Porque nos aterrorizamos con que no hay nada peor que dar positivo y morirse. De tanto aferrarse desesperadamente a la vida, millones de ciudadanos hoy se preguntan hasta cuándo y a santo de qué tanto sacrificio. Mientras, ven en los telediarios como los poderosos mandatarios, desde el pionero en contagios Boris Johnson hasta el negador Donald Trump se enferman y se sanan en forma exprés, con remedios VIP que no son ni para tí ni para mí.
Gates, Soros, el PC chino, Wall Street o la gran masonería neomalthusiana. El whatsapp no te deja ver el bosque, porque el negocio del pánico, aquí y en todo el mundo ha tenido como participes necesarios el maquiavelismo político 5G, la soberbia pseudocientífica y el corona business.
Pero fundamentalmente, el maridaje ideal de nuestro miedo a terminar en un calvario solitario, entubado hasta los tuétanos o lo peor de todo, dentro una bolsa negra, como basura de consorcio.
Esto parece una proclama anarquista pero nada que ver. Este elefante no se puede esconder más en el armario. No pueden hacerlo ni los apóstoles populistas que vienen vendiéndonos todo tipo de igualdades e inclusiones compensatorias de la miseria evidente. Ni pueden hacerlo los predicadores neoliberales que se la han pasado lo que va del siglo negando la desigualdad, global y doméstica, neo medioeval e impudica.
La colateralidad de la pandemia tiene sus claves en cada país: los tips argentinos tienen bastante que ver con la pereza del pensamiento y en muchos casos, con la indolencia en la acción, con la decisión de poner a un país en el freezer y a buena parte del Estado en modo happy hollidays. Mientras los apesadumbrados hijos de la Patria regaban la ilusión de que quedándonos en casa saldríamos a flote sanos y salvos.
Parecía que todo era cuestión de arreglar con los bonistas y esperar a los chinos y otra buena cosecha en la Pampa generosa pero la mano viene durísima. Pero pronto volverán los vuelos, el futbol, van a abrir las escuelas no prioritarias y los shopping en los que se nos va la líbido. Advertencia: los médicos mediáticos y políticos pícaros te dirán que no eches todo a perder con tu conducta antihigiénica e irresponsable. Siempre tranquiliza hallar un culpable.
El leit motiv de esta primavera es "tenemos que convivir con el virus porque la vacuna tardará en llegar". Un nuevo desafío para el ingenio y la vocación de trabajo de burócratas y embusteros que dijeron que el encierro masivo sine die sería la panacea milagrosa. Los resultados están a la vista en nuestra querida Argentina, multi campeona mundial de errores no forzados.
* Director de Mining Press y EnerNews.