Una semblanza de Keiko Fujimori, cuando perdió las elecciones de con PPK, en 2016.
Recuerdos del Siglo XX. Sí, se puede, sí se puede, vivaban los seguidores de Cambio 90 a su líder triunfante, en aquella noche húmeda de Plaza San Martín. Es curioso, un cuarto de siglo después ese mantra elemental que contribuyó a los triunfos de Fernando Collor de Melo y Abdala Bucharam ya es un hit latinoamericano y ha sido adoptado por Mauricio Macri, por consejo del gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba.
Al otro día de aquel balotaje peruano, después del arrollador sprint final del “Chinito” que mandó al alivio y al exilio al escritor liberal Mario Vargas Llosa, compartí la resaca del festejo. Alberto, Susana y los pequeños Kenji y Keiko recibieron a un puñado de periodistas extranjeros en el penhouse de un tradicional hotel del centro de Lima. La señora ofreció té y la rueda de prensa transcurrió en un clima casi oriental. El flamante electo, en voz baja casi inaudible, agradecía el voto de sus compatriotas y los jóvenes vástagos, impecablemente trajeados, terminaban de componer la foto del after day.
-¿Qué es ese olor que hay en la ciudad?, preguntó un periodista español.
-Es de harineras de pescado de El Callao - explicó Fujimori - pero todo lo que usted ve hoy va a cambiar y pronto, la próxima vez que usted venga al Perú todo estará más ordenado y limpio.
La capital del país, asolada por los apagones y los coches bombas de Sendero Luminoso, quebrada por la hiperinflación del primer mandato de Alan García y superpoblada de vendedores ambulantes que alguien llegó a cifrar en un millón, era el retrato oscuro de una época que el ingeniero audaz, y hasta ayer ignoto, prometía cancelar.
El fujimorismo cumplió sus promesas de cambio de aquellas horas. Tanto que al dejar el poder la economía peruana mostraba un rostro absolutamente diferente. Una transformación operada a un costo que todavía divide a los ciudadanos votantes. Tal como lo pudo apreciar la hoy madura Keiko, quien hizo lo posible por desfujimorizarse y aventar los fantasmas del pasado.
Dicen los diarios del mundo que esa mujer, que hoy quedó a las puertas del poder, fue gestada, criada y pulida para gobernar su nación. Pero suele pasar que en el pecado esté la penitencia. Como no le pasó a Humala, Toledo o PPK, Keiko ha debido sobrellevar la pesada mochila de un apellido que la llevó al cenit. Y que facilitó como ningún otro dato el mensaje del miedo de Pedro Pablo y su Peruanos por el Kambio, en la interminable campaña.
Todo llega. Perú ya sabe quién será su presidente 2016-2021. Y también ha dejado atrás lo que le trajo este comicio: un plebiscito tardío y cuasi empatado sobre aquella trajinada década de los ’90, cuando muchos de los que votaron esta vez no habían nacido o eran niños, pero otros muchos otros tienen nítidos recuerdos.
Lo que no te mata te fortalece, dice un refrán de los médicos. Y en política, lo sabe hoy Fuerza Nueva, lo que no te fortalece te mata. Tal vez parezca exagerado el comentario para un partido más poderoso del presente, que tendrá 73 de las 130 bancas del Congreso Nacional.
Pero el premio mayor quedó, aunque por poco, en manos del oponente. Que deberá conjugar, del mejor modo posible, el verbo pactar.
* Periodista (Enviado especial del Grupo Z, de España, a las elecciones de 1990).