La aparición de las tecnologías de la automatización, que amenazan con destruir un número sustancial de puestos de trabajo
América Latina y el Caribe se encuentra inmersa en su ‘cuarta revolución industrial’, que involucra un proceso de innovación tecnológica y que requiere mejorar la productividad del sector servicios, invertir en capital humano y reconfigurar la normativa laboral de la región ante la aparición de la automatización y sus consecuencias sobre el mercado laboral.
En un nuevo informe, el Banco Mundial concluye que la aparición de las tecnologías de la automatización, que amenazan con destruir un número sustancial de puestos de trabajo y provocar un desempleo masivo, plantea especial inquietud entre los responsables de la formulación de políticas y los trabajadores.
Aunque el análisis observa que el ‘desempleo tecnológico’ masivo es poco probable, el mercado laboral está experimentando una gran transformación y es necesaria una respuesta urgente por parte de los gobiernos para preparar a la fuerza laboral del futuro.
“Muchos puestos de trabajo en la región corren peligro debido a la menor demanda externa, un periodo prolongado de cuarentenas y aislamientos, problemas de solvencia empresarial y, en algunos casos, crisis financieras”, advierte el estudio.
Además, los precios de los productos primarios, que ayudaron a impulsar el crecimiento durante la llamada Década Dorada (2003-2013), es muy probable que se mantengan estables en el corto y medio plazo. Por lo tanto, la región necesita encontrar fuentes internas de crecimiento, lo que sugiere que se debería dar prioridad a un programa de reformas centrado en el crecimiento de la productividad.
El organismo con sede en Washington explica que la región está entrando en la fase de desindustrialización con una mayor anticipación y alcanzando picos más bajos de participación industrial con relación a los países desarrollados.
Así, las economías más desarrolladas como Argentina y Chile han estado desindustrializándose durante décadas; mientras que Brasil, Colombia y México muestran estancamiento o ligeros aumentos en su participación del empleo industrial. Por su parte, el país menos desarrollado de la muestra, Bolivia, todavía se encuentra en fase de desarrollo de la industrialización.
El presidente del Banco Mundial, David Malpass.
“En general, es probable que el sector industrial continúe contribuyendo positivamente al crecimiento de la productividad agregada y al valor agregado, pero no tanto a la creación de empleo, especialmente de mano de obra no cualificada”, destaca el informe.
De cara al futuro, el Banco Mundial aconseja para la región un programa de productividad centrado especialmente en el sector servicios. Se espera que este sector, que ya es el mayor empleador de la región con más del 60% de la fuerza laboral, crezca aún más y que desempeñe un papel cada vez más importante como proveedor de insumos para la economía en general.
“América Latina y el Caribe es la región del mundo más afectada por la pandemia de COVID-19, con un impacto económico y de salud tan fuerte como en los países avanzados, pero sin medios comparables para apoyar la actividad económica y el empleo”, sentencia el vicepresidente regional para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, Carlos Felipe Jaramillo.
Jaramillo indica que la pandemia y la crisis económica asociada a ella no solo han creado nuevos desafíos para la región, sino que además han expuesto y profundizado algunos desafíos ya existentes en términos económicos y laborales, sobre todo para los trabajadores del sector informal, que “deben enfrentar riesgos sanitarios para generar los ingresos necesarios para mantener a sus familias”.
En el continente, donde se han perdido hasta 149 millones de empleos por la crisis del coronavirus, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), urgen las reformas económicas que promuevan la creación de más y mejores puestos de trabajo.
“La región necesita invertir fuertemente en desarrollar el capital humano de su fuerza de trabajo. Los trabajos del futuro requerirán habilidades y capacidades distintas. Entonces, debemos preparar a nuestra juventud invirtiendo más y mejor en nuestras escuelas y universidades, pero también debemos invertir en programas de entrenamiento y reinserción laboral para los adultos que han perdido sus empleos”, apostilla Jaramillo.
El vicepresidente latinoamericano de la institución cree que uno de los mayores desafíos que enfrente Latinoamérica -quizá el mayor- es crear nuevas fuentes de trabajo en el entorno de los cambios sectoriales y de la evolución tecnológica que nos toca vivir.
“Los gigantescos costos económicos y sociales de la pandemia han acelerado la transformación del mercado laboral y vuelven este desafío más urgente. Pero ese camino de inclusión a través del empleo es ineludible si queremos sociedades más equitativas. Esa será la medida del éxito”, concluye.