Cobre, el aluminio, el níquel, el cobalto y el litio
Toda la cadena de valor de la energía, desde turbinas eólicas y paneles solares, infraestructura de transmisión y distribución hasta almacenamiento de energía y baterías, carga de vehículos eléctricos y otros, requieren varios metales para su construcción y desarrollo.
La demanda de algunos metales fundamentales con los que se construirán las plantas, infraestructura y tecnologías de cero carbono, seguramente aumentará.
Sin embargo, es importante tener en cuenta cuales son estos metales y cuanto se pudiese necesitar, en una situación que dependerá del ritmo al cual el mundo presione para reducir las emisiones de carbono.
Una vía de 2°C o menos requerirá más del doble de la capacidad del sector energético durante los próximos 20 años y esta condición será verdaderamente transformador para la demanda de los metales.
Los cinco principales metales que se utilizarán en la transición son el cobre, el aluminio, el níquel, el cobalto y el litio. El sector de mayor crecimiento serán los vehículos eléctricos: una vía de 2°C o menos hará que la demanda se eleve de 5 millones de vehículos en la actualidad a por lo menos 80 millones para 2030.
La carrocería de los vehículos eléctricos dependerá en gran medida del aluminio para minimizar el peso y del cobre para el cableado. Las baterías para vehículos eléctricos y el mercado emergente de almacenamiento de energía impulsarán la demanda de litio, níquel y cobalto.
En el caso base, que está alineado con la ruta menos ambiciosa de 3°C, el crecimiento de la demanda será sustancial. Wood Mackenzie pronostica que la demanda de cobre y aluminio aumentará en aproximadamente un tercio para 2040, el níquel en dos tercios y cobalto y litio en 200% y 600%, respectivamente. Una vía de 2°C o menos duplica esas tasas de crecimiento.
La referencia más cercana está relacionada con el auge de la economía China de principio del siglo XXI, lo cual implicó una explosión única en la demanda de metales y minería. En ese momento, la demanda estuvo focalizada en el mineral de hierro, disparándose a una nueva meseta cuando el gigante asiático comenzó su prolongada inversión en infraestructura.
La principal preocupación sería respecto al suministro de cobalto. El mundo dependerá cada vez más de la República Democrática del Congo, que controlará alrededor del 80% del suministro mundial.
Los fabricantes de baterías están invirtiendo fuertemente para reducir la proporción de cobalto en las baterías y en nuevas composiciones químicas de baterías para mitigar este riesgo.
De acuerdo con Wood Mackenzie, en un escenario conservador, se requiere un trillón de dólares durante los próximos 15 años para aumentar el suministro solo en estos cinco metales esenciales.
Se calcula que el cobre requerirá US$ 525 mil millones durante el período, el aluminio US$ 335 mil millones y el níquel US$ 150 mil millones, estas cifras representan el doble de la inversión en cada uno de los últimos 15 años.
Los de menos impacto son la inversión en nuevos suministros de litio, con US$ 50 mil millones, y cobalto con US$ 5 mil millones. Sin embargo, la ampliación industrial de estos metales para la economía del siglo XXI se refleja en el aumento de seis veces necesario en el suministro de cobalto y el aumento de 15 veces en el litio.
Los mercados de metales se encuentran actualmente en un punto bajo, con la demanda y el precio debilitados por las consecuencias económicas de la pandemia. Para WoodMac, estamos a dos o tres años de una recuperación económica sostenida y de precios más altos para incentivar la inversión en nueva oferta.
En estas circunstancias se trata de generar efectivo, existe alta aversión al riesgo o por invertir en el crecimiento futuro durante la recesión.
Aunque la transición energética es una oportunidad única para los mineros, pocos destinarán capital a un nuevo suministro cuando el momento del repunte de la demanda de los metales de transición es tan incierto.
Entre los otros riesgos está cómo los impuestos al carbono afectarán la economía de las operaciones de minería y procesamiento, que pueden ser extremadamente intensivas en carbono.
Encontrar el momento adecuado para realizar nuevas inversiones es un desafío dado todas estas incertidumbres. Esto presenta un problema: puede llevar de cinco a siete años poner en producción una nueva mina. Son necesarias decisiones anticipadas para lograr la aprobación de nuevos proyectos.
La industria de los metales no esperaría apoyos fiscales tan directos como se podría incentivar al sector energético a desarrollar nuevas tecnologías como el hidrógeno verde para sectores difíciles de descarbonizar.
Pero hay iniciativas que podrían despejar el camino para los mineros, entre ellas: una política estable sobre acuerdos verdes que ayuden a consolidar la demanda, una política transparente sobre el impuesto al carbono y la mitigación de los riesgos país, incluida las políticas ambientales, sociales y de gobernabilidad (ESG), que disuade a los principales mineros de invertir.