DAVID SANGER
En una época de nuevos temores de ataques nucleares, Rafael Grossi de pronto se encuentra en el centro de los dos enfrentamientos geopolíticos más importantes del mundo.
Hace algunas semanas, Rafael Grossi viajó a Moscú para reunirse discretamente con el hombre con quien la mayoría de los occidentales nunca interactúan en estos días: el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Grossi es director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, OIEA, el organismo de vigilancia nuclear de las Naciones Unidas, y su propósito era advertirle a Putin sobre los riesgos de avanzar demasiado rápido en la reactivación de la planta nuclear de Zaporiyia, la cual ha sido ocupada por soldados rusos casi desde el principio de la invasión a Ucrania en 2022.
Pero mientras estos hombres hablaban, la conversación se desvió a las declaraciones de Putin de que estaba abierto a un acuerdo negociado para la guerra en Ucrania, pero solo si el presidente Volodímir Zelenski estaba dispuesto a ceder casi el 20 por ciento de su país.
Unas semanas después, Grossi, un argentino con gusto por los trajes italianos, estaba en Teherán, Irán, esta vez para hablar con el ministro de Asuntos Exteriores del país y director de su programa nuclear civil. En un momento en que los altos funcionarios de Irán están dando a entender que nuevas confrontaciones con Israel podrían orillarlos a fabricar una bomba, los iraníes también insinuaron que estaban abiertos a una negociación, con la sospecha, al igual que Putin, de que Grossi pronto informaría a la Casa Blanca los detalles de su conversación.
En una época de nuevos temores de ataques nucleares, Grossi de pronto se encuentra en el centro de los dos enfrentamientos geopolíticos más importantes del mundo. En Ucrania, uno de los seis reactores nucleares en la línea de fuego en el río Dniéper podría ser atacado por la artillería y diseminar radiación en consecuencia. Además, Irán está a punto de convertirse en un Estado poseedor de armas nucleares.
“Yo soy inspector, no mediador”, señaló Grossi en una entrevista esta semana. “Pero, de alguna manera, tal vez pueda ayudar”.
No es la función que Grossi esperaba tener cuando, después de una trayectoria de 40 años en la diplomacia concentrada en los aspectos básicos de la no proliferación, fue electo director general del organismo por estricta mayoría tras la muerte repentina de su predecesor, Yukiya Amano. Eso fue “antes de que nadie imaginara que la planta nuclear más grande de Europa estaría en la línea de fuego de una guerra”, señaló en una conversación, de varias, en las oficinas generales del organismo en Viena, ni que Israel e Irán intercambiaran ataques directos de misiles por primera vez en 45 años desde la Revolución iraní.