La producción global alcanzó las 130.000 toneladas en 2022, solo tres países explican el 90% del mineral: Australia, Chile y China.
América del Sur tiene amplias reservas de litio, conocido como el nuevo "oro blanco", un recurso clave para impulsar la adopción de vehículos eléctricos (EV). Hoy más que nunca, la minería de litio puede mejorar la economía de la región.
Teniendo en cuenta la importancia de los minerales y su potencial, es relevante trazar la situación actual del litio en la región sudamericana, los planes y proyectos que sus principales exponentes tienen (Argentina, Brasil, Bolivia y Chile), y las perspectivas para los próximos años.
En el documento LITHIUM: An opportunity for regional development and growth, elaborado por KPMG en América del Sur, observa el crecimiento de la oferta y la demanda de litio que, junto con la multiplicación de sus usos se reflejan en la evolución de los precios del mineral, que parece no encontrar un equilibrio.
De hecho, la creciente demanda de litio para la producción de baterías que alimenten vehículos eléctricos y permiten el almacenamiento de energía derivada de fuentes renovables (que ocupan cada vez más espacio en el conjunto de matrices energéticas) ha hecho que la demanda del mineral -y por tanto su precio- se dispare.
Por ello, el conjunto de oportunidades para los países productores es enorme, especialmente en Sudamérica, que tiene a Chile como principal referente de esta industria en la región, seguido de Argentina y Brasil, y con gran potencial de desarrollo en Bolivia.
Debido a su potencial electroquímico, más del 70% de la producción actual de litio a nivel mundial se destina a la fabricación de baterías recargables de alta densidad, que se utilizan en EV y explican la mayor parte del aumento exponencial observado en la producción de este mineral en los últimos años.
En las últimas tres décadas, la producción mundial de litio ha pasado de solo 9.500 toneladas (1995) a más de 100.000 toneladas (2021), con un cambio radical en la evolución de los precios.
Este proceso ha beneficiado particularmente a algunos países del hemisferio sur, como Australia, Argentina, Chile y Brasil, que hoy en día suministran el 84% de la producción total y mantienen alrededor del 80% de las reservas mundiales.
Además, el informe señala la importancia de evaluar la madurez de los organismos reguladores enfocados en la exploración de este mineral y los impactos que el litio podría tener en el desarrollo económico regional, impulsando las exportaciones, generando empleos y atrayendo divisas.
RESERVAS
En sus inicios, el mercado, que estaba orientado básicamente a la producción del mineral para su posterior aplicación en segmentos diferentes al actual, el de las baterías; el principal actor eran los EE. UU., que para 1995 producía alrededor del 37% del total global (3.500 toneladas), seguido de cerca por Australia (2.200 tn.) y Chile (2.000 tn.).
En los últimos casi 30 años, la creciente relevancia por combatir el cambio climático y fomentar la transición energética, ha hecho de este mineral, que hoy resulta elemental en la producción de baterías de alta duración (tanto para su uso en VE como para almacenar energía solar), uno de los principales a escala global, generando rotundos cambios en la estructura del mercado.
En la actualidad, con una producción global que es nueve veces mayor a la registrada a inicios del nuevo siglo, y que alcanzó por primera vez las 130.000 toneladas en 2022, solo tres países explican el 90% del mineral: Australia, Chile y China. Estos países son en la actualidad los principales productores. Mientras Australia produce más del 45% del mineral (61.000 tn. en 2022), Chile explica otro 30% (39.000 tn. en 2022) y es, a la vez, el productor más importante en América Latina. A estos dos países, le siguen en orden de importancia China (19.000 tn.), Argentina (6.200 tn.) y Brasil (2.200 tn.).
En paralelo, el crecimiento en la oferta y demanda de litio y la multiplicación de sus usos también ha quedado reflejado en la evolución de los precios del mineral, que parece no encontrar un equilibrio. La creciente necesidad del litio para la producción de baterías que alimenten VE y permitan el almacenamiento de la energía derivada de fuentes renovables (las que gradualmente están ocupando cada vez más espacio en la mezcla de fuentes dentro de las matrices energéticas en todos los países del mundo), ha superado la oferta del mineral en la mayor parte de la última década haciendo que los precios se disparen.
Los precios han mostrado una tendencia alcista en los últimos 20 años, sobre todo luego del 2015, año a partir del cual el precio del litio inició un primer tramo de crecimiento exponencial y que concluyó en 2018 con un pico histórico de US$/ Tn. 17.000, ritmo que solo se vio interrumpido entre 2019 y 2021 con la pandemia de COVID-19. A partir de allí, el precio de litio inició una segunda fase de crecimiento y dio su mayor salto haciendo que, en términos de tan solo un año, y a raíz del paso acelerado de la electromovilidad en combinación con una oferta deficitaria, el precio llegara a los US$/Tn. 80.000 en 2022, lo que significó un 370% de crecimiento respecto a 2021.
Lógicamente, el conjunto de oportunidades para los países productores de este mineral es enorme, sobre todo para América del Sur, que tiene a Chile como principal referente de esta industria en la región, seguido por Argentina y Brasil, y con gran potencial de desarrollo en Bolivia. De estas economías, tal vez la más promisoria siga siendo Chile, que es considerada un modelo a seguir en América Latina en términos de crecimiento económico y transparencia política y financiera, lo que le ha permitido atraer inversiones y explotar de manera eficiente sus depósitos de litio (entre otros minerales de mayor importancia, como el cobre), especialmente en el Salar de Atacama, que es uno de los más ricos del mundo.
En la actualidad, la estimación de reservas del país trasandino –si no se tienen en cuenta las proyectadas para Bolivia, que superarían las 20 millones de toneladas según han confirmado fuentes especializadas4 – se encuentra entre las más importantes a nivel global y en el orden de las 9,2 millones de toneladas. Asimismo, y si bien resulta importante señalar que tanto Argentina como Brasil cuentan con una base de reservas que, en mayor o menor medida, pueden contribuir a posicionar a la región como la más importante en esta industria a futuro (2,7 millones y 95.000 toneladas respectivamente), Argentina es el que, a priori, muestra mejores perspectivas para el logro de ese objetivo, aun cuando Brasil presente mayor estabilidad económica y un mejor ambiente de negocios, elementos que son más propicios en la actualidad para atraer inversiones.
Si bien es cierto que Argentina tiene problemas de base en materia económica que, en general, pueden desalentar inversiones (la inflación y las restricciones cambiarias, por ejemplo); ha demostrado ser una economía resiliente cuyas ricas reservas de minerales y recursos naturales resultan siempre una mezcla de gran atractivo para los capitales locales y foráneos. Y las cifras lo demuestran, desde que Chile y Argentina (junto con Bolivia) conforman el denominado “triángulo del litio”, un espacio geográfico donde se localizaría la mayor porción de las reservas totales de litio a nivel mundial, y desde donde se está abasteciendo a la mayoría de los productores activos de baterías y vehículos eléctricos, como China, Japón y Corea del Sur.
En Argentina, el Salar del Hombre Muerto, en Catamarca, y el de Olaroz, en Jujuy, representan en la actualidad las áreas geográficas en donde capitales públicos y privados están produciendo el mineral. Asimismo, el gobierno de ese país tiene en carpeta una gran cantidad de proyectos en diferentes estadios (construcción, exploración y prospección) que, a futuro, podrían rendir de manera sustancial a su economía, y mantenerlo entre los principales productores y exportadores del mineral en el mercado internacional.
De hecho, según han indicado fuentes oficiales, si se activaran todos los proyectos de litio existentes, el potencial productivo en carbonato de litio equivalente (LCE) de la Argentina llegaría a las 305.000 toneladas anuales (o el equivalente a 57.000 toneladas de litio al año6. Finalmente, es importante hacer mención del caso de Bolivia. Según el Servicio Geológico de los EE.UU. (US Geological Survey), el Salar de Uyuni en Bolivia sería el área geográfica con los depósitos de litio certificados más cuantiosos de todo el mundo, con una estimación de 21 millones de toneladas del mineral.
No obstante, y a pesar de ostentar esta calificación, en la última década el país no ha podido dar el salto para hacer despegar la producción de este recurso y transformarse en el mayor proveedor del mineral. Entre otras razones, la falta de infraestructura, tecnología y personal capacitado han jugado un rol central en este escenario, pero la mayoría de los especialistas aseguran que el factor principal, que ha decantado en los determinantes mencionados, ha sido la nacionalización del litio y la falta de inversión pública para su explotación.
Luego de más de una década desde la estatización del mineral, Bolivia comienza a abrir el juego del litio a la cooperación internacional y a concretar alianzas estratégicas con empresas extranjeras para iniciar la explotación del recurso y posicionarse en el mercado del mineral. Esto es lo que ha sucedido con algunas empresas chinas, como CATL BRUNP & CMOC (CBC), que en enero de 2023 firmaron un contrato con el gobierno boliviano para iniciar sus tareas de producción tanto en el Salar de Uyuni, como en el de Coipasa. No obstante, es un proceso que acaba de iniciarse, y cuyos resultados seguramente tardarán en materializarse.