Estará listo al quinto año de producción para albergar, en principio, a 1.000 trabajadores escalando al doble de ser necesario
FLAVIA SEVA
Una imagen de esas películas futuristas que muestran cómo el hombre supo crear un entorno confortable adaptándose a las consecuencias del cambio climático y con la misión de ralentizar sus impactos, es lo que muchos pueden imaginar viendo las fotos del campamento minero que tiene el sello del arquitecto Jason McLennan, ni más ni menos que el fundador del estudio McLennan Design, líder mundial en desarrollo regenerativo y construcción ecológica, autor del Manifiesto de la Regeneración que asemeja los mandamientos que rigen una construcción desde el inicio al fin.
Demasiada imaginación o un excesivo consumo de cinematografía de ficción. Puede ser. Un campamento minero ubicado a más de 3.000 msnm, en plena Cordillera de los Andes, que será un pueblo de mil a dos mil habitantes que vivirán en una estructura diseñada como terrazas escalonadas orientadas hacia el sol con un gran supertecho semi circular que se usará para generar energía, captar agua y proporcionar acceso solar a la red verde interna.
Un tranvía eléctrico para transportar a los trabajadores hasta la mina y un invernadero lleno de plantas que cultivan alimentos creando una biósfera -citando el borrador del proyecto-que nutrirá un exuberante ecosistema tropical.
En las montañas calingastinas, quién lo diría. A esta postal, hay que sumarle algo clave: esto transcurrirá en una mina que producirá cátodos de cobre al menos por un cuarto de siglo. Será inédito, a nadie le cabe duda porque no hay antecedente en el mundo de algo como esto en la industria minera.
Y es inevitable verle ese lado fantástico, porque lo asociado a un campamento minero, hoy por hoy en Argentina, son construcciones metálicas que parecen cajas en forma rectangular o como cubos que soportan las condiciones climáticas extremas.
Los profesionales de McLennan Design la tienen clara y saben que lo primero que hay que hacer es entender el lugar (calidad del aire, características del paisaje, vegetación) y qué efecto tiene el clima (oscilaciones diurnas de la temperatura, humedad, lluvias, nevadas, dirección del viento).
“Crear la mina más ecológica del mundo requerirá la colaboración y cooperación entre una amplia gama de expertos en múltiples campos, desde ingeniería, operaciones mineras, geología, logística y más. Lograr algo que nunca se ha hecho exigirá, más que nada, una forma diferente de pensar de todos los expertos reunidos”, postula el concepto de este proyecto de campamento que todavía no ha plasmado la ingeniería.
Este estudio de arquitectura con chapa internacional que es contratado por celebrities como Leonardo Di Caprio, pero es ajeno al mundillo minero, recibió un encargo -y por qué no “el” desafío- de la empresa minera McEwen Copper para desarrollar el primer “Living Mining Camp” que, dicho en criollo, es el campamento ecológicamente restaurador en sus operaciones.
Acá nadie está ignorando el impacto que una mina de esta magnitud puede ocasionar en el medio ambiente. Este diseño sí está resaltando que es crucial pensar en cada paso del proceso minero para comprender los impactos y buscar soluciones regenerativas para cada uno de ellos.
“Este no es un enfoque utópico de no tener impacto, porque esta mina tendrá enormes impactos. Se trata más bien de la naturaleza del impacto a través del tiempo y los resultados ambientales netos. Para Los Azules, el objetivo debería ser centrarse en una estrategia de descarbonización para que todos los equipos funcionen con electricidad y que la generación in situ, o fuera de las instalaciones, se produzca mediante un uso combinado de energía solar, eólica y pilas de combustible que funcionen con hidrógeno. El desafío será el almacenamiento necesario para superar la variabilidad de la generación de energía con energías renovables”, detalla el proyecto regenerativo.
La automatización supone menos trabajadores, menos exposición de éstos a peligros, y si hay menos gente en un campamento se reduce el consumo de energía, el de alimentos y la respectiva producción y transporte de éstos. Esta visión regenerativa aplicada por primera vez a una mina de cobre incluso propone producir alimentos en la mina reutilizando agua mediante un sistema de circuito cerrado que integre tanto la agricultura acuapónica e hidropónica.
Suena redondo, siempre dentro del precepto de diseño regenerativo o “verdaderamente sostenible” -como también describe su plan McLennan-, más aún cuando es vendido cono típicamente la opción más económica.
McEwen Copper quiere pasar a la historia por haber desarrollado la primera mina cuprífera del mundo bajo estos principios, pero incluso seducidos con la idea los ejecutivos afinaron el lápiz y sacaron la cuenta: producir cátodos de cobre en el año 2029 requiere un Capex, a valores de hoy, de unos US$ 2.500 millones y para el campamento permanente “Regeneración Diseño Verde” se destinará el 7,7% de ese monto.
¿Es poco o es mucho? El precio de montar un campamento estándar en la Cordillera ronda los US$ 78 millones -según cálculos de la compañía minera-, mientras que levantar uno regenerativo desde cero cuesta un 147% más caro, es decir US$ 193 millones. Los números indican la respuesta.
Pero atenti, es que de ese capex la empresa ya habrá gastado los US$ 78 millones para el campamento inicial que podrá ocuparse después, si fuese necesario, para actividades de construcción en curso. La suma arroja US$ 271 millones, el equivalente al 10,8% del presupuesto total de inversión.
Hasta el quinto año de producción, los mineros se hospedarán mientras en el campamento de construcción. Dejar terminado el nuevo y más sustentable llevará un año aproximadamente, estará ubicado casi pegado al que se usó para poner en marcha Los Azules y se irá ampliando de manera modular hasta alcanzar la capacidad de 2000 personas e incluso 2500.
PINTA COMO UN RESORT
Jason McLennan fue tentado para construir el campamento únicamente porque Los Azules proporcionará cobre y este metal es uno de los materiales valiosos para un mundo alimentado a partir de fuentes renovables.
A tal punto llega su entusiasmo que pone la firma a que dicho campamento será el primero en el mundo que certificará los protocolos de construcción ecológica más estrictos que él mismo creó al momento de fundar el Instituto Internacional del Futuro Vivo (ILFI), y que la mina se convertirá en una atracción del turismo internacional.
El diseño del campamento tendrá controles operables que permitirán sentir el calor del sol cuando se quiera y lo rechazará cuando sea necesario.
Cada habitante del campamento minero tendrá vista al espacio verde, es decir al invernadero, y acceso al aire fresco, al sol y la luz.
Además, podrá controlar las ventanas y sombras de su habitación para ajustarse a su óptimo confort térmico, acústico y visual. La idea de que cada residente tenga su propia habitación acústicamente privada es para que las perturbaciones del sueño asociadas con las interrupciones del ruido se reduzcan en gran medida. Al plantar vegetación densa en todo el campamento, los niveles de oxígeno en interiores aumentarán. Si bien el efecto será mínimo, la elevación del campamento estará por encima de la densidad óptima del aire, por lo que cada aumento de oxígeno mejorará la función cerebral y afectará positivamente el sueño.
EN EL OLVIDO
Así quedará el campamento modular clásico, el conocido hasta ahora en la minería argentina. En fin, claramente acá surge un gran interrogante y es ¿qué material usarán para construir este campamento regenerativo’ siendo que los módulos metálicos desaparecen de la escena. El modelo inicial que propuso McLennan tiene, al menos, dos opciones para considerar.
Una es hacerlo con paja y la otra armando conjuntos Gavion. La primera es un método que utiliza subproductos agrícolas como aislamiento térmico y soporte estructural. Por ejemplo, un marco de madera puede ser integrado en la construcción de paja si se desecha.
Una vez en su lugar, explica la propuesta, se aplica un yeso de barro a ambos lados para garantizar la conservación duradera y la resistencia al fuego de las pajillas. Al final de la vida útil del campamento, la paja se puede descomponer y compostar e integrar en el suelo para mejorar su salud.
La segunda alternativa es usar un material prácticamente ilimitado en Los Azules: las piedras. La construcción de gaviones tomará rocas de tamaño mediano del lugar y las convertirá en paredes enjauladas de fácil construcción llamadas muros de gaviones.
“Al usar rocas que se encuentran en el sitio, podemos reducir drásticamente el potencial de calentamiento global al eliminar gran cantidad de concreto que tendría que ser extraído, fabricado y transportado. Cuando el campamento cierre, las jaulas de metal serán retiradas y reutilizadas o recicladas, dejando las rocas justo donde las encontramos”, detalla el proyecto.