El aprovechamiento de los grandes recursos de litio excede las capacidades de extracción y plantean al país el desafío de desarrollar una cadena de valor
El secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación, Diego Hurtado, explicó que el litio es un recurso fundamental en el proceso de transición energética y en un proceso de industrialización local.
"Tenemos que resolver varias cuestiones sobre cómo se vino hasta acá explotando el litio que en principio sale de la Argentina con escasísimo valor agregado. Hoy está en manos de grandes empresas que se llevan el litio a procesar hacia otros lugares del planeta y la idea es empezar a construir una cadena de valor del litio que no tiene que ser solamente llegar a la batería", dijo Hurtado.
Ese proceso de agregado de valor puede significar lograr llevar el carbonato de litio a hidróxido de litio, pero también mejorar los procesos de extracción que hoy son intensivos en el uso de agua.
"Desde el propio proceso minero hasta la agregación de valor hay muchísimo para hacer aunque esos eslabones que hoy tenemos estén un poco dispersos, pero cuando empiezan a consolidarse, ahí entendemos el siguiente paso es empezar a pensar en completar estas cadenas", agregó.
El litio para la Argentina igual que para Chile y para Bolivia es un mineral fundamental en el sendero de transición como mineral de base para tecnologías de almacenamiento, lo que excede la posibilidad de producir o no baterías para automóviles eléctricos.
"No es excluyente que Argentina esté aprendiendo a desarrollar sus propias baterías de litio pero podemos apuntar a la especialización en otros segmentos como la micro movilidad o movilidad en buses urbanos interurbanos, el almacenamiento de energía o para el sector espacial", ejemplificó el funcionario de la cartera de Ciencia y Técnica.
Además, destacó que el camino de la electrificación "es otro componente fundamental, porque podríamos hablar de eficiencia energética y empezar a pensar en todo lo que puede tener que ver con la racionalización del uso de las energías, un capítulo tan importante como el de la transición".
"Ese capítulo gigantesco -ejemplificó- va desde lo cultural hasta la tecnológico fino y el uso de las Tics como redes inteligente hasta generar culturas del uso, de la optimización del uso de las energías en los hogares hasta sistemas tecnológicos muy sofisticados como las redes inteligente que involucraría todo lo que tiene que ver con la big data de las tecnologías digitales", completó Hurtado.
TRANSICIÓN ENERGÉTICA COMO SENDERO PARA LA INDUSTRIALIZACIÓN Y EL DESARROLLO
- ¿Esta transición energética cómo encuentra a la Argentina en cuanto a sus capacidades tecnológicas y científicas?
- El problema hay que contextualizarlo en lo que algunos autores llaman la triple crisis del capitalismo, financiera, climática y sanitaria, y a partir de la cual las grandes corporaciones, los organismos de gobernanza global, entienden que la transición energética le puede devolver el dinamismo perdido que necesita el capitalismo global. Sería una solución porque supone hacer transicional toda la matriz energética mundial hacia energías renovables, y en el que la energía nuclear vuelve a estar en el escenario de las posibilidades de transformación.
A los países en desarrollo se les dice que tienen que acompañar la transición energética porque esto supone tratar de que no se llegue a la catástrofe climática y la propuesta global es 'te damos crédito y vos compras tecnologías llave en mano'. Y esto se vio muy claro en el gobierno de Mauricio Macri y en lo que fue el programa Renovar. Pero desde diciembre de 2019 el paradigma es otro, porque la transición energética tiene que ser también una oportunidad para nuestro país y ser vector de industrialización y de incorporación de capacidades científico tecnológicas locales.
- ¿Esto implica hablar de una transición con características y velocidades propias de acuerdo a los intereses y posibilidades del país?
- Ahí hay que entender qué es lo que tenemos, en dónde podemos ser competitivos y en dónde no vamos a poder competir. El Plan Nacional de Ciencia Tecnología Innovación 2030 tiene un capítulo dedicado a la transición energética que es entender dónde la ciencia y la tecnología pueden apuntalar a la industria nacional, y acá surge lo que llamamos un sendero nacional, un sendero propio hacia la transición energética que sea un trípode: transición energética, industrialización y desarrollo dé capacidades autónomas científico tecnológicas como proceso de aprendizaje institucional colectivo. Un país aprende a hacer no con empresas o instituciones públicas únicas y aisladas, sino con redes de empresas. El problema fue que el Gobierno de Macri desarticuló esas redes y hoy es necesario recuperarlas y volver a articularlas. Ahí aparece el sendero de transición que estamos elaborando.
- ¿Cuáles son las fuentes energéticas que mejor pueden apalancar esa industrialización con aprendizaje científico tecnológico?
- Estamos viendo que las oportunidades tienen mucho que ver con que Argentina es un país gasífero, necesitamos el gas como transición, emite mucho menos gases de efecto invernadero y es una manera de iniciar una transición hacia la descarbonización. Pero el país no puede dejar de usar el gas entre otras cosas primero porque somos un país en desarrollo que es acreedor ambiental y no deudor ambiental y eso es un rasgo fundamental porque no se puede comprometer a evitar el cambio climático de la misma manera que se tiene que comprometer Gran Bretaña, Alemania, Francia o Estados Unidos, que son países que en algún sentido tienen una responsabilidad enormemente mayor que el nuestro.
Los otros dos componentes son la hidroeléctrica y la energía nuclear como primera línea de la transición, ahí sí acompañando la incorporación de energías renovables. Pensamos que la Argentina tiene enorme capacidades que hoy estamos tratando de fortalecer en energía eólica, en energía termosolar -porque en paneles fotovoltaicos va a ser muy difícil que podamos salir a competir- y energía undimotriz, materias en las que hay un conglomerado de empresas nacionales vinculadas a la producción. Y el último gran sector tiene que ver con una industria alimentaria potente y lo recursos para biomasa y biocombustibles. Estos serían los componentes más necesarios de lo que entendemos que tiene que ser ese sendero nacional.
- ¿Cómo se resuelve ese círculo en el que se dan grandes oportunidades de desarrollo pero escasa capacidad de financiamiento?
- La capacidad de financiamiento de un país es un componente necesario para poder hablar de política industrial y política científico tecnológica. Lo que nosotros entendemos como sendero hacia la transición es un proceso gradual de incorporación creciente incremental de capacidades nacionales. Cuando uno hoy ve la propuesta de desarrollo productivo de hidrógeno verde a partir de la inversión de una empresa australiana entendemos que la inversión tiene que generar efectos multiplicadores para incorporación de empresas nacionales.
Es decir, si nos vamos a quedar sólo con la inversión australiana, terminamos vendiendo viento. Si sabemos negociar tendremos la posibilidad de ir incorporando de manera gradual tecnología para producción de energía eólica o energía verde nacional. Así lo entendemos, como un proceso de incorporación gradual incremental de tecnología y de industria local en la medida en que se van generando procesos de aprendizaje, y lo mismo podemos ver con la inversión en la cuarta central nuclear, el gas, los biocombustibles y otros sectores.
- ¿Favorece a esta estrategia nacional una transición global que parece extender sus plazos originales?
- Hay en algún sentido una decepción con el ritmo de incorporación de renovables y con la capacidad que hoy tienen en reemplazar a los hidrocarburos. Ahí es donde se empieza a mirar hacia los costados y a revalorizar el sector nuclear, donde algunos países europeos reclaman el gas como fuente energética de transición.
Seguimos pensando en el 2060 con hidrógeno verde, eólica, solar, pero hoy tenemos que llegar bajando las emisiones, descarbonizando y ahí me parece que nos estamos volviendo menos puristas, tratando de ir por un camino un poco más pragmático que permita cierta flexibilidad que al comienzo se pensó que no iba a ser necesario.