IGNACIO HINTERMEISTER
A través de la estatal Nucleoeléctrica Argentina, el gobierno convino comprar a la Corporación Nuclear Nacional de China una central de 1.200 megavatios eléctricos (MWe) de potencia bruta.
Tendrá una vida útil de 60 años y generará 7.000 puestos de trabajo en su construcción y 40% de proveedores argentinos. También demandará un empréstito de entre US$ 8.000 y 12.000 millones, y dependencia tecnológica.
La decisión del gobierno de Alberto Fernández precipitó en el país el debate: ¿por qué no seguir adelante con los Carem? Son centrales de baja potencia de diseño completamente argentino en los que invirtieron cientos de millones de dólares Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Al ser de potencia media o baja, el Carem no dependería de grandes créditos ni de tecnologías foráneas
Pero es un prototipo sin terminar, que se desarrolla desde hace 40 años al lado de las centrales de Atucha en Lima (Buenos Aires).
Damián Ramajo es ingeniero mecánico de la Universidad Nacional de Mar del Plata, se doctoró en Santa Fe, es investigador del Conicet y desde hace 10 años trabaja en el Centro de Investigación de Métodos Computacionales (Conicet/UNL) en aspectos de seguridad nuclear para Atucha II, en la extensión de vida de Embalse y posiblemente en la renovación del ciclo de Atucha I.
Desde su lugar de trabajo en el Parque Tecnológico del Litoral, sobre la ruta 168, dialogó con El Litoral para ofrecer algunas pistas que permitan ayudar a pensar sobre la decisión de la Casa Rosada.
- ¿Qué pasa con los Carem, de baja potencia, que son desarrollos nacionales?
- Es un proyecto con el que recién ahora estamos empezando a involucrarnos. El proyecto lo empezó la Comisión Nacional de Energía Atómica en los '80; es autóctono y cuando comenzó no había algo similar en el mundo. Son reactores de tipo modular que uno podría instalar en distintos lugares y que generen energía donde se la necesite; por eso se previeron de baja potencia -25 megawatts de potencia eléctrica- y menor mantenimiento.
En Lima -al lado de las dos Atuchas- se está construyendo el prototipo; está en desarrollo y en la parte de seguridad hay cosas por desarrollar con la idea de que, si funciona, se pueda escalar a un reactor de 125 megawatts. Es chiquito -Atucha II tiene 740- pero con la posibilidad de muchas instalaciones pequeñas y modulares, que vayan incrementando la potencia.
- El mundo ha evolucionado en la idea de que la atómica es una energía limpia. Parecen haber quedado atrás los grandes debates sobre la disposición de los residuos.
- Si uno evalúa cuánta es la producción de residuos de una central nuclear, se va a dar cuenta que realmente es mínima. De hecho todo el combustible gastado de Atucha I y II está conservado dentro del predio de las centrales en una pileta de decaimiento que es pequeña, no una gran instalación. Cuando pasen 25 a 30 años eso se llevará a contenedores secos de poco mantenimiento. Lo mismo pasa con Embalse.
El uso de uranio en 25 años de operación está en una playa que no tiene el tamaño de una cancha de básquet. Si uno lo compara con la cantidad de carbón quemado o de residuos -gases de efecto invernadero- de una central térmica convencional, la generación nuclear no genera emisión. El único riesgo es el accidente y el combustible gastado. El mundo está yendo a alternativas, a utilizar centrales en las que el combustible tenga otra composición que haga que incluso se pueda reutilizar combustible gastado, para que cuando se saque el combustible del reactor tenga porcentajes bajos de reactividad.
- ¿Nuestras centrales con qué combustibles funcionan?
- Con Uranio natural, que es lo más ineficiente de una central. Eso viene de una decisión política de la década del '70 para no depender de la compra de uranio enriquecido que sólo era producido por países centrales que no los vendían. Argentina tiene uranio natural, el proceso de enriquecimiento es complejo; en Atucha el núcleo es gigantesco pero no requiere uranio enriquecido.
- Se eligió en su momento independencia geopolítica.
- Por eso se compraron las dos Atucha -desarrollos de Siemens a pedido de Argentina que son unos bichos únicos en el mundo- y Embalse, que es canadiense con tecnología (Candu), que siguieron Corea y China. Estados Unidos nunca aprobó su uso; Canadá ya dejó de desarrollarlas. Atucha está funcionando y se terminó gracias a ingeniería argentina, con partes hechas en Alemania y otras en Impsa en Mendoza.
- ¿Conviene en un país como la Argentina ampliar la capacidad de generación de energía atómica? Hay energías alternativas.
- No sé decir cuál es el costo del Kw. Pero una central nuclear requiere una inversión altísima de entrada y después un bajo costo de mantenimiento. La nuclear -las centrales nuestras- no paran, no necesitan cambiar el combustible, no dependen como una central hidráulica de la altura del río, y durante toda su vida van a generar la misma potencia, lo que se llama la potencia de base, la que necesitás siempre.
En la hidráulica no pagás por el agua pero tenés ciclos, como en la solar. Y en la generación térmica, una central de ciclo combinado a gas tiene la ventaja que la prendés y a los 5 minutos estás generando la potencia máxima.
- Argentina está comprando aparentemente una central nuclear de alta potencia a China, con alto costo financiero y dependencia tecnológica.
- Hay una escala grande que no es fácil. No conozco la evolución China, pero a otros países les ha llevado 60 ó 70 años llegar a donde están. Nosotros trabajamos enfocados en reactores experimentales, de generación de radioisótopos (Conea-Invap) que de hecho se exportan. Pero el mundo de la alta potencia parece todavía lejano para nosotros. Y si hay que poner 10.000 millones de dólares para comprar algo a quien sabe hacerlo… nosotros no los tenemos. Ahí hay un gran salto que no sé si se va a poder dar con el Carem que es de muy baja potencia y tardó más de 40 años el prototipo. No digo que es una carrera perdida, digo que nunca se encaró.
LARGA VIDA A EMBALSE
Fue la segunda planta nuclear en Argentina -656 MWe de potencia- y se construyó durante 10 años desde 1974. Entre 2015 y 2019 se completó el proyecto para extender su vida útil por 30 años más; Ramajo formó parte de ese complejo y exitoso proceso. IGNAC
- ¿Qué experiencia deja la extensión de vida de la Central Nuclear de Embalse?
- Lo que hicimos fue en el marco de pedidos de la autoridad regulatoria nuclear que controla lo civil (usos médicos) o generación de energía. Las centrales nucleares tienen procesos de licenciamiento; si la autoridad no da su aval, la central no se pone en marcha.
Ese proceso se hace cuando la central es nueva y también cuando se hacen extensiones de vida tras cumplir la vida útil programada de 25 ó 30 años. Nosotros trabajamos en la termohidráulica, que es cómo funcionan los sistemas de seguridad y control de refrigeración y extracción de calor del núcleo.
- Imagino que eso es en el corazón del dispositivo, lo que evita que el sistema se sobrecaliente y estalle.
- La parte neutrónica, que incumbe a los físicos, nosotros no la tratamos. Para nosotros el reactor es un bloque que genera calor y hay que extraerlo, lo que se hace mediante agua. Los reactores argentinos utilizan agua pesada, que es agua con tritios, un isótopo del agua que confiere cualidades de moderador. Cuando se produce una reacción nuclear se genera mucha cantidad de neutrones; para que puedan colisionar con otros núcleos y formarse lo que conocemos como la fisión nuclear, se necesita quitarle energía a los neutrones y para eso se usa el moderador que es el agua pesada.
- ¿Tienen supervisión internacional?
- No en forma directa. Si bien está la IAEA que es la agencia internacional y la ARN (Autoridad Regulatoria Nuclear) suele pedir ayuda o asesoramiento, incluso se utilizan programas generados por los organismos internacionales, no tenemos que enviar informes para su evaluación. La Argentina tiene cierta autarquía para manejarse; hay un doble chequeo con Brasil con gente que controla las centrales de ambos países.
- Una suerte de auditoría externa mutua.
- Así es entre los dos países. Probablemente porque Brasil y la Argentina son los dos únicos países en América Latina que tienen desarrollo nuclear real; Brasil tiene dos centrales y nosotros tres en funcionamiento.
EL APORTE DECISIVO DESDE SANTA FE
"Cuando vine a trabajar acá, en la biblioteca empecé a encontrar libros de ingeniería nuclear. Me pregunté…¿qué hace esto acá? En ese momento el CIMEC pertenecía al Instituto de Tecnología Química, la biblioteca era de ellos. Ahí me entero que el Intec -también está hoy en el Parque Tecnológico- tuvo su origen en el agua pesada".
Ramajo recordó que "cuando a Alberto Cassano le piden que desarrolle una planta de agua pesada, se creó el instituto. Santa Fe está en el origen de la energía nuclear en la Argentina; también se desarrolló la tecnología de enriquecimiento, y de hecho cuando se mostró al mundo que podíamos hacerlo, los países centrales comenzaron a vender ese insumo".