Este proceso demandará a nivel mundial un gasto de capital en activos físicos de US$ 275 billones (millón de millones) a 2050, además de la reasignación de 200 millones de puestos de trabajo
FRANCISCA GUERRERO
Son diversos los desafíos que enfrentará la economía mundial en el marco de la transición energética hacia las metas “Net zero” a 2050. Sin embargo, la región, y particularmente Chile, cuentan con ventanas que les ayudarán a encarar este proceso, de acuerdo al reporte “La transición hacia cero emisiones netas: Cuánto costaría, Qué aportaría”, publicado por la consultora internacional McKinsey.
El estudio, concluye que a nivel mundial “el gasto de capital en activos físicos ascendería a unos US$ 275 billones (millones de millones) hasta 2050 -aproximadamente US$ 9,2 billones al año-, lo que supone un aumento anual de US$ 3,5 billones con respecto al gasto anual actual, a medida que se reduzcan las actividades de altas emisiones y se incrementen las de bajas emisiones”.
Asimismo, el proceso demandará, posiblemente, “una amplia reasignación laboral, con unos 200 millones de puestos de trabajo directos e indirectos ganados por la transición y unos 185 millones perdidos de aquí a 2050″, detalla el reporte.
Es a este descomunal desafío al que Chile y nuestra región se enfrenta con cierta ventaja. “América Latina posee una ventaja competitiva en cuanto a la disponibilidad y la calidad de recursos naturales para la generación de energía renovable, y por ende sus economías pueden resultar ganadoras de esta transición. Un claro ejemplo es Chile, con indicadores de radiación solar en el Norte y vientos en la Patagonia de los mejores en el mundo”, señala Clemens Müller-Falcke, socio de la consultora global.
Sin embargo, no solo sus características geográficas y climáticas dejan a nuestro país en buena posición, sino la experiencia que ya acumula en el proceso de transición energética.
“Chile ha sido uno de los países de la región que más ha avanzado en los esfuerzos para descarbonizar su matriz energética y posicionarse como líder en la transición”, sostiene Müller-Falcke a PULSO.
OTRAS VENTAJAS
Este liderazgo se proyecta en el tiempo, dado que “Chile se encuentra trabajando en una estrategia nacional de hidrógeno verde, lo que le permitirá no sólo incorporar esta tecnología en la descarbonización del insumo energético doméstico, sino también contar con excedentes y volverse exportadores de hidrógeno verde o derivados a costos muy competitivos”.
Lo anterior, a juicio de Müller-Falcke, es una forma de hacerse cargo del desafío regional consignado en el reporte, sobre “acelerar la descarbonización de sus matrices energéticas para cumplir con los compromisos de neutralidad de carbono, a la vez que se posicionan en el mercado global como exportadores de productos bajos en carbono”.
Por otra parte, Xavier Costantini, socio senior y líder de la práctica de Sustentabilidad para América Latina de McKinsey, destaca que “una ventaja comparativa adicional para la región es su gran riqueza mineral”.
Según precisa, “los minerales necesarios para la transición y la manufactura de tecnologías para la descarbonización -como los paneles solares o las baterías para los autos eléctricos- incluyen cobalto, cobre, litio, níquel, zinc y metales raros. Muchos de los países latinoamericanos jugarán un rol fundamental en la transición gracias a la producción de estos minerales y su inserción en la cadena de valor global”.
En ese análisis, Chile vuelve a sobresalir. Costantini destaca que nuestro país “ya se ha consolidado como un líder en la producción de mucho de ellos, como en el caso del cobre y del litio. Este potencial, junto a los vastos recursos para la generación energética renovable y de biomasa, representan enormes oportunidades para la región en el camino hacia la neutralidad de carbono”.
DESAFÍOS PARA CHILE
Sin embargo, quedan muchas e importantes tareas por delante para Chile, de acuerdo a la consultora. Müller-Falcke detalla que se debiera “hacer foco en el incremento de la generación renovable (solar y eólica, con backup de generación térmica eficiente a base de gas natural) y en el fortalecimiento de la infraestructura de interconexión entre el norte y el sur del país”.
Adicionalmente, considera que “es necesario no sólo centrarse en la oferta energética sino también en la demanda, por ende profundizar la descarbonización de sectores claves para Chile como el residencial y laboral (electrificación del transporte y la calefacción), la minería (electrificación de camiones y maquinaria), el industrial (incorporando tecnologías y fuentes sustentables para los procesos industriales como biogás, biomasa, calderas y motores eléctricos; y avanzar en tecnologías de captura y almacenamiento de carbono cuando sus costos lo permitan)”.
Finalmente, el socio de la consulta indica que Chile debe “desplegar soluciones basadas en la naturaleza como compensación de emisiones, en un esfuerzo centralizado de planeamiento y gestión de las áreas forestadas y de reforestación de aquellas áreas degradadas”.
Con todo, el país no es libre de los riegos que se enfrentan a nivel planetario en el marco de la transición energética.
“Al tratarse de una transición universal que transformará profundamente todas las actividades económicas y los patrones de consumo, su impacto se sentiría de forma desigual en los distintos sectores, países y comunidades”, destaca Müller-Falcke.
En ese marco, la tarea es “minimizar los riesgos y amplificar sus beneficios”, para lo cual el experto señala que “es necesario desarrollar la transición en forma ordenada, teniendo en cuenta el punto de partida, capacidades y prioridades de cada economía y sociedad. Y así lograr que sea justa e inclusiva, distribuyendo los beneficios de la forma más equitativa posible, garantizando a su vez la creación de empleo de calidad y el upskilling/reskilling necesario”.