La cuenca del río Paraná atraviesa la peor sequía desde 1944, lo que llevó a su caudal a ubicarse, en promedio, tres metros por debajo de lo normal
YANINA OTERO
La postal es prácticamente desoladora: la cuenca del río Paraná atraviesa la peor sequía desde 1944, lo que llevó a su caudal a ubicarse, en promedio, tres metros por debajo de lo normal.
Mientras tanto, los pronósticos climáticos son poco alentadores, porque a pesar de que en noviembre se prevé que comience la temporada de lluvia en la región, las proyecciones indican que la bajante del Paraná se profundizaría en los próximos meses y el impacto en la economía local ya es millonario.
Mientras Yacyretá trabaja al 50% de su capacidad, se acelera la importación de energía para suplir la demanda y a la par se incrementan los costos logísticos para exportar granos en el Gran Rosario, con una pérdida estimada para el sector entre marzo y agosto de poco más de US$ 350 millones.
Concretamente, según explican desde el sector energético, la bajante del Paraná ya está afectando fuerte la operación de las centrales hidroeléctricas de Yacyretá y Salto Grande, lo mismo con el funcionamiento de las plantas termoeléctricas de esa región. La situación puede volverse crítica en los próximos meses de cumplirse las proyecciones climáticas que ya indican una profundización en la bajante.
Para cuantificar la actual situación, los números hablan a las claras: la represa hidroeléctrica de Yacyretá está operando con 12 de sus 20 turbinas, lo que significa una reducción en la generación de energía de un 50%, ya que está generando en la actualidad por debajo de los 1.100 Mw, apenas un tercio de su capacidad técnica instalada de 3.200 Mw.
En tanto, el caudal del Paraná tiene registros mínimos diarios de hasta 5.500 m3/s por la persistente escasez de precipitaciones, cuando el caudal medio histórico para junio y julio es de 14.200 m3/s.
“La generación de la energía hidroeléctrica no es constante porque justamente está sujeta al caudal, en este caso del Paraná.
El problema viene asociado a que ante una caída en este tipo de producción, las centrales termoeléctricas deben compensarlo y para ello necesitan gas, que hoy muestra una oferta decreciente. Aquí entra en juego una mayor importación que significa también mayores desembolsos del Tesoro vía subsidios para contener las tarifas en el mercado interno que están congeladas.
Así es que sólo en subsidios, hasta junio ya se desembolsaron unos US$ 5.200 millones y el año cerraría en torno a los US$ 9.000 millones que incluso podrían ser más si crecen las importaciones”, detalló Jorge Lapeña, presidente del Instituto de la Energía General Mosconi.
Mientras tanto, las estadísticas del INDEC muestran a las claras que la importación de energía no para de incrementarse y hasta julio acumula US$ 3.000 millones en los primeros siete meses del año, lo que representa un incremento del 76% respecto al mismo periodo del 2020. De esta manera, en lo que va del año se observa un déficit acumulado de US$ 715 millones ya que las exportaciones crecieron 8,6%, según el análisis del Instituto Mosconi.
Agroindustria
Por su parte, la exportación de granos y subproductos desde la zona portuaria del Gran Rosario también sufre graves consecuencias que repercuten directamente en un incremento en los costos logísticos para el sector exportador, menores precios que recibe el productor en un marco de gran incertidumbre para los meses venideros.
Y no es para menos porque justamente desde estas terminales portuarias, durante el 2020 se embarcaron el 70% de los granos, el 96% de los aceites vegetales y el 96% de las harinas que exportó el país y cualquier inconveniente en la zona puede redundar en menos divisas.
“Es la bajante más grave en toda la historia contemporánea, con impacto directo en el menor calado de los buques, debiendo resignar el 20 al 30% de la carga. Para poder cumplir con los contratos, los barcos deben completar carga en los puertos de aguas profundas del sur bonaerense, Necochea y Bahía Blanca.
Esta maniobra encarece los gastos operativos y de exportación, a cargo de los exportadores, restando competitividad frente a otros países exportadores y competidores de la Argentina. Por este motivo se han incrementado los embarques en ambos puertos. En el caso de Bahía Blanca, el volumen embarcado en el período enero-julio de este año representa el 74% del total de volumen embarcado durante todo el 2020.
En Necochea el volumen embarcado en el mismo período equivale al 69% del año anterior”, explican desde CIARA-CEC, la cámara que nuclea a las empresas agroexportadoras que operan en Argentina.
Así es que, según las estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario, en el semestre que va desde el 1 de marzo hasta el 31 de agosto, la extraordinaria bajante del río Paraná generaría pérdidas a la cadena de valor granaria argentina del orden de los US$ 315 millones.
Los datos son contundentes, según indican los exportadores, el precio promedio de un viaje marítimo pasó de US$ 15.000 diarios en mayo hasta cotizar en la actualidad por arriba de los US$ 35.000.
Otro ítem a tener en cuenta son las pérdidas que sufre el complejo agroindustrial local por menores precios de exportación tanto en harina como aceite de soja por los problemas logísticos y de transporte.
Según la entidad rosarina “existe un castigo en el precio de estos productos argentinos que se traducen en una presión a la baja de las primas FOB argentina en relación a otros orígenes, como el brasilero que ronda el 10%”.
Además, hay otra cuestión fundamental para el futuro del agronegocio local. La caída de la competitividad plantea un desafío no sólo para el sector sino para la economía argentina ávida de los dólares genuinos vía exportaciones, en un contexto que se espera además una merma en la liquidación por cuestiones estaciones lógicas para los meses de septiembre a diciembre.
Finalmente, teniendo en cuenta el impacto de las economías regionales en el entramado social, es importante remarcar que la bajante del Paraná también está paralizando sectores como la pesca artesanal y aquellas producciones que utilizan el agua del río para riego como la producción de frutillas en la zona de Coronda, Santa Fe o la de arroz, entre otras.
Así las cosas, el escenario se presenta mucho más que complicado para lo que resta del año, mientras todas las miradas continúan enfocadas al cielo en busca de nubes que traigan las benditas lluvias.