KATARINA BULCHHOZ
El 11 de marzo de 2011, el incidente nuclear de Fukushima en Japón fue noticia internacional durante meses, pero también cambió las actitudes japonesas hacia la energía nuclear .
Después de que un devastador tsunami azotara Japón hace diez años, los generadores de emergencia que enfriaban la planta de energía nuclear de Fukushima fallaron y provocaron un total de tres fusiones nucleares, explosiones y la liberación de material radiactivo en las áreas circundantes.
Antes del incidente, los japoneses eran conocidos como firmes partidarios de la energía nuclear, y se tomaban con calma las catástrofes nucleares anteriores en Three Mile Island (EE. UU.) O Chernobyl (Ucrania). Pero un colapso en su propio suelo cambió las mentes de muchos ciudadanos y puso en marcha el movimiento antinuclear.
Después de protestas masivas, el gobierno japonés del entonces primer ministro Yoshihiko anunció planes para liberar a Japón de armas nucleares para 2030 y no reconstruir ninguno de los reactores dañados. Su sucesor, Shinzo Abe, trató de resaltar las ventajas de la energía nuclear, que es carbono neutral, para alcanzar los objetivos de emisiones, pero no logró devolver la capacidad nuclear de Japón a los niveles anteriores a Fukushima.
A pesar de que se reinició un reactor en la planta de energía de Sendai en el sur de Japón en 2015, la energía nuclear casi ha desaparecido de la generación de electricidad japonesa. En 2019 (último disponible), solo el 7 por ciento de la energía generada en Japón provino de plantas de energía nuclear. El carbón y el gas natural tomaron la mayor parte de la holgura, pero las fuentes renovables, principalmente la energía solar, también crecieron después de 2011.