Ecos de un hecho que marca a la minería argentina
DANIEL BOSQUE
Acudiendo a figuras sanitarias en boga, la viejita y querida Mina Aguilar habría muerto por Covid o con Covid. Pero, como dicen sus seres queridos, ya venía mal y tarde o temprano pasaría a mejor vida, dejando en el recuerdo una vida fecunda como pocas. Los últimos meses, entre protocolos pandémicos y focos virales que paralizaron sus faenas, resultaron determinantes.
Glencore le ha quitado el respirador a la nonagenaria mina y la noticia ha sorprendido al mundo minero, por su carácter abrupto pero no por la historia reciente.
El propio gobierno de Jujuy reconocía ayer que se enteró del cierre horas antes, como casi todo el mundo y a partir de hoy procurará arbitrar en una mesa el camino del largo cierre en el que sentará a la empresa con los contratistas y sindicatos.
Será una buena ocasión para poner a prueba la Guía de Recursos de Buenas Prácticas para el Cierre de Minas, un documento nacional que no reemplaza a la Ley de Cierre de Minas que aún se debe la Argentina. La provincia de Jujuy tiene prevista en su legislación cierres como éste que demandará por lo menos cinco años de trabajo y US$ 50 MM de inversión.
La última década de Aguilar vino bordada de informes de exploración brownfield que la mina jujeña seguiría dos años más, aunque la última campaña de búsqueda no había resultado precisamente auspiciosa. El declino de reservas ha sido determinante en su producción: 209.950 ton de minerales, 22.628 ton de concentrado de zinc y otras 25.131 ton de concentrados de plomo.
Números nada auspiciosos para Glencore, de un oscilante presente, que le había puesto fecha de cierre para el 2T 2021. En su balance 2019, la multitarget subrayaba que su "Producción propia de zinc, 93.600 toneladas, estuvo en línea con 2018, reflejando el reciente reinicio de la Mina Iscaycruz en Perú, compensada por desafiantes condiciones mineras en Aguilar en Argentina. Y la producción propia de plomo fue de 32,300 toneladas, o 9,600 toneladas (23%) menos que en 2018, principalmente por Aguilar".
El cierre en los últimos años de las refinerías de Santa Fé y Palpalá ya reflejaban que la casi centenaria mina de plata, plomo y zinc tenía cada vez menos margen de acción en el universo del holding que la adoptó en 2005.
Game over para la decana de las metalíferas, la escuela de muchos mineros argentinos que ya no están y unos cuantos que de los "80 a esta parte formaron parte de la mística y la pertenencia que describía el ex líder Roberto Cacciola" (ver su testimonio al pie de esta crónica junto con los de Hernán Vera, Jorge Hopkins, Duilio Rivero y Celeste González).
La pandemia vino a complicar todo y a hacer trizas la enclenque productividad. Hace tiempo que había cambiado la conformación de la plantilla y del pueblo-mina que hoy suma 2.000 almas y 600 trabajos en el yacimiento. Por los nuevos rosters acordados con AOMA (había varios convenios: 14x7, 12x4, 5x2, 14x7, Staff 4x3 y 8x6).
Un buen porcentaje de los mineros ya no viven en El Aguilar sino en San Salvador, Humahuaca y otras comarcas. Y en ese cuadro, fue más complicado trabajar por los protocolos sanitarios impuestos por los comités Comités Operativos de Emergencia (COE). Entre hisopados y cuarentenas, se hizo muy difícil el trabajo del personal que provenía de un racimo de provincias argentinas.
El sindicato AOMA, comprensiblemente por su rol, salió ayer a criticar con dureza el final inconsulto de la mina. Y el gobierno de Jujuy, que no descarta que en el futuro pueda haber alguna resurrección en el estrujado yacimiento, puso en blanco sobre negro cuanto aportaba la mina hoy cerrada a la economía provincial: De 22.000 millones de pesos en el último ejercicio, sólo la décima parte provino de Aguilar.
Todo termina es también una ley fundamental de la minería. Gloria y gracias a la mina jujeña que se va.
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